grande.
Esteban explico a Jack que los oficiales de aduana esperaban un soborno. Jack se nego a darles dinero por cuestiones de principios, pero cuando quedo claro que permanecerian horas en aquel atolladero, se dio por vencido. El problema se resolvio con diez francos franceses.
Mientras salian al vestibulo del aeropuerto, Esteban se disculpo:
– Aqui es un problema. Todos los funcionarios del gobierno piden sobornos.
Los recibio Arturo, el primo de Esteban. Era un hombre rollizo, excepcionalmente cordial, con ojos brillantes y dientes inmaculados, que estrecho las manos de todos con entusiasmo. Vestia ropas nativas: una colorida tunica estampada y un gorro cuadrangular.
Salieron del aeropuerto al aire humedo y sofocante del Africa Ecuatorial. Alrededor, la vista se perdia en la distancia, pues el terreno era relativamente llano. Sobre sus cabezas, el cielo del atardecer era de un intenso color azul, pero grandes nubes de tormenta acechaban en el horizonte.
– ?Tio, no puedo creerlo! -exclamo Warren, mirando alrededor como un nino en una jugueteria-. Hace anos que quiero venir a Africa, pero nunca pense que lo conseguiria.
– Miro a Jack-. Gracias, colega. ?Chocala! -anadio tendiendo la mano. Jack y el chocaron las palmas de las manos, como si estuvieran en el campo de baloncesto del barrio.
Arturo habia aparcado la furgoneta alquilada junto a la acera. Tras entregar un par de billetes a un policia, hizo senas al grupo para que subiera al vehiculo.
Esteban insistio en dejar a Jack el asiento del copiloto. Demasiado cansado para discutir, Jack obedecio. Laurie y Natalie se sentaron en el fondo, mientras Warren y Esteban lo hacian en el asiento del medio.
Mientras salian del aeropuerto, avistaron el mar. La playa era ancha y arenosa, y el suave oleaje banaba la costa.
Poco despues pasaron junto a un edificio grande y semiderruido de cemento. Unas barras oxidadas de hierro se proyectaban sobre la parte superior como las puas de un erizo de mar. Jack pregunto que era.
– Iba a ser un hotel para turistas -respondio Arturo-. Pero no habia dinero ni turistas.
– Mala combinacion para un negocio -dijo Jack.
Mientras Esteban hacia de guia turistico y senalaba distintos parajes, Jack pregunto a Arturo si faltaba mucho para llegar a destino.
– No; diez minutos -respondio.
– Tengo entendido que usted trabajo para GenSys -dijo Jack.
– Si, tres anos. Pero me marche. El gerente es una mala persona. Prefiero quedarme en Bata. Soy afortunado porque tengo trabajo.
– Queremos visitar el edificio de GenSys -continuo-.
?Cree que habra algun inconveniente?
– ?No los esperan? -pregunto Arturo con asombro.
– No. Es una visita sorpresa.
– Entonces podrian tener problemas. No les gustan las visitas. Cuando repararon la unica carretera que lleva a Cogo, construyeron una valla. Los soldados la vigilan las veinticuatro horas del dia.
– ?Guau! -exclamo Jack-. Eso no suena bien.
No habia considerado la posibilidad de que el acceso a la ciudad estuviera restringido. Confiaba en poder conducir hasta alli y entrar sin dificultad. Solo habia previsto problemas para entrar en el laboratorio o el hospital.
– Cuando Esteban me telefoneo para decir que iban a Cogo, di por sentado que los habian invitado -explico Arturo-. Por eso no mencione la valla.
– Entiendo. No es culpa suya. Digame, ?cree que los soldados aceptaran un soborno para dejarnos entrar?
Arturo se giro brevemente para mirar a Jack y se encogio de hombros.
– No lo se. Les pagan mucho mejor que a las tropas regulares.
– ?A que distancia esta la verja de la ciudad? -pregunto Jack-. ?No podriamos entrar por el bosque?
Arturo volvio a mirar a Jack. La conversacion habia tomado un giro inesperado.
– Esta bastante lejos -respondio con evidente incomodidad-. A unos cinco kilometros. Y no es facil abrirse paso en la selva. Puede ser peligroso.
– ?Y solo hay una carretera? -pregunto Jack.
– Solo una.
– He visto en el mapa que Cogo esta en la costa. ?No podriamos viajar por agua?
– Supongo que si.
– ?Y donde podemos conseguir una embarcacion? -pregunto Jack.
– En Acalayong. Alli hay muchos botes. Los usan para ir a Gabon.
– ?Y habra embarcaciones de alquiler?
– Si tienen bastante dinero…
En ese momento atravesaban el centro de Bata, cuyas calles, sorprendentemente anchas y flanqueadas por arboles, estaban cubiertas de desperdicios. Habia muchas personas en los alrededores, pero pocos vehiculos. Los edificios eran estructuras bajas de cemento.
Al llegar al sur de la ciudad, salieron de la calle principal y enfilaron por una carretera sin pavimentar, llena de rodadas.
La lluvia reciente habia dejado grandes charcos.
El hotel era un discreto edificio de cemento de dos plantas, con unas barras de hierro en la parte superior que indicaban planes de expansion. La fachada, originariamente pintada de azul, estaba descolorida y era de un indeterminado tono pastel.
En cuanto el vehiculo se detuvo, un alegre batallon de ninos y adultos salio por la puerta principal. Les presentaron a todos, hasta a la mas pequena y timida de las criaturas.
Al parecer, en la planta baja del edificio vivian varias generaciones de distintas familias. El hotel estaba en la segunda planta.
Las habitaciones eran pequenas, pero limpias. Todas daban al exterior del edificio con forma de 'U' y se accedia a ellas a traves de una galeria con vistas al jardin. En cada extremo de la 'U' habia un lavabo y una ducha.
Despues de dejar las maletas en su habitacion, y reparar en la alentadora presencia de un mosquitero alrededor de una cama insolitamente estrecha, Jack salio a la galeria. Laurie salio de su habitacion. Juntos, se inclinaron sobre la barandilla y miraron hacia el jardin. Era una interesante combinacion de plataneros, neumaticos viejos, ninos desnudos y gallinas.
– No es exactamente un hotel de cinco estrellas -comento Jack.
Laurie sonrio.
– Es encantador. Estoy contenta. En mi habitacion no hay ni un solo bicho, y ese punto era el que mas me preocupaba.
Los propietarios, el cunado de Esteban, Florencio, y su esposa Celestina, habian preparado un gran banquete de bienvenida. El plato principal era un pescado local acompanado de una verdura similar al nabo, llamada malanga. De postre habia una especie de budin y frutas exoticas. Bajaron la comida con abundante cerveza camerunense helada.
La combinacion de la copiosa comida y la cerveza se cobro su tributo sobre los exhaustos viajeros. Poco despues, todos luchaban contra el sueno. Subieron por las escaleras con esfuerzo y se retiraron a sus respectivas habitaciones, tras acordar que se levantarian temprano y partirian hacia el sur.
Bertram subio por las escaleras hasta el despacho de Siegfried. Estaba agotado. Eran casi las ocho y media de la noche y estaba levantado desde las cinco de la manana, cuando habia acompanado a sus hombres a la isla Francesca para poner en marcha la operacion de recogida de los animales. Habian trabajado todo el dia y hacia apenas una hora que habian regresado al Centro de Animales.
Aurielo ya se habia marchado a casa, de modo que Bertram entro directamente en el despacho del gerente. Siegfried, con un vaso en la mano, estaba junto a la ventana que daba a la plaza. Miraba hacia el hospital. Igual que tres noches antes, la estancia estaba iluminada unicamente con la vela embutida en el craneo. La llama temblaba con el aire del ventilador de techo, arrojando sombras que danzaban sobre los animales