Una hora despues, volvieron a reunirse en el comedor.
Jack recordo a los demas que el viaje a Cogo no era ningun juego y que aquellos que prefirieran quedarse en Bata podian hacerlo. Dijo que tardarian cuatro horas en llegar.
– ?Cree que podran arreglarse solos? -pregunto Esteban.
– Desde luego -respondio Jack-. No podemos perdernos, puesto que solo hay una carretera que conduce al sur. Seguro que hasta un tipo como yo es capaz de encontrar el camino.
– Entonces me quedare. Me gustaria visitar a algunos parientes.
Una vez en camino, con Jack al volante, Warren de copiloto y las dos mujeres en el asiento central, el cielo comenzo a iluminarse al este del horizonte. Mientras avanzaban hacia el sur, les sorprendio la gran cantidad de gente que caminaba por la carretera en direccion a la ciudad, la mayoria mujeres y ninos; las primeras llevaban bultos sobre la cabeza.
– Aunque son pobres, parecen felices -observo Warren.
A su paso, muchos ninos se detenian a saludarles con la mano. Warren les devolvio el saludo.
Cuando llegaron a las afueras de la ciudad, los edificios de cemento dejaron paso a sencillas cabanas de barro con techo de paja. Los corrales para las cabras estaban cercados con esteras de junco.
Una vez fuera de Bata, comenzaron a ver grandes tramos de exuberante vegetacion selvatica.
Practicamente no habia transito, y solo de tanto en tanto se cruzaban con camiones que iban en direccion contraria.
– ?Tio, como corren esos camiones! -observo Warren.
A unos veintidos kilometros al sur de Bata, Warren desplego el mapa. Si no querian perder tiempo, debian estar atentos para torcer por la curva adecuada y coger el camino correcto en una bifurcacion. El camino no estaba senalizado.
Cuando el sol ascendio en el cielo, todos se pusieron las gafas de sol. El paisaje se volvio monotono; solo se veia selva, interrumpida de tanto en tanto por pequenos grupos de cabanas con techos de paja.
Casi dos horas despues de la salida de Bata, torcieron por la carretera que conducia a Cogo.
– Este camino esta en mejores condiciones -senalo Warren mientras Jack aceleraba.
– Parece nuevo -dijo este.
La carretera anterior habia sido aplanada recientemente, pero la superficie parecia una colcha hecha de retazos, debido a las distintas obras de reparacion.
Ahora se dirigian al sudeste, alejandose de la costa y penetrando en una selva mas densa. El terreno tambien comenzaba a elevarse. A lo lejos se veian montanas bajas, cubiertas de vegetacion selvatica.
De repente se oyo un violento e inesperado trueno. Poco antes, el cielo se habia convertido en un torbellino de nubes negras. En cuestion de segundos se hizo de noche. Cuando por fin se desato la tormenta, la lluvia cayo en cascadas, y los viejos y desvencijados limpiaparabrisas de la furgoneta no alcanzaban a contener el agua. Jack tuvo que reducir la velocidad a menos de treinta kilometros por hora.
Quince minutos despues, el sol aparecio detras de las grandes nubes, convirtiendo el camino en una cinta de vapor humeante. En un tramo recto, vieron un grupo de mandriles cruzando la carretera. Los animales parecian andar sobre una nube.
Mas alla de las montanas, la carretera volvio a girar hacia el sudeste. Warren consulto el mapa y anuncio que estaban a treinta kilometros de su destino.
Tras girar otra curva, todos vieron algo similar a un edificio blanco en mitad de la carretera.
– ?Que cono es eso? -pregunto Warren-. Todavia no hemos llegado. lEs imposible.
– Creo que es una valla -dijo Jack-. Me entere de su existencia anoche. Cruzad los dedos. Es probable que tengamos que poner en practica el plan B.
A medida que se aproximaban, vieron que a ambos lados del edificio central habia enormes cercos de rejilla blancos.
Funcionaban como una compuerta rodante, de modo que podian abrirse para dejar paso a los vehiculos.
Jack piso el freno y detuvo la furgoneta a unos diez metros de la valla. De la caseta de guardia de dos plantas salieron tres soldados con un aspecto similar a los que custodiaban el jet privado en el aeropuerto. Igual que aquellos, estos hombres llevaban rifles de asalto, aunque en esta ocasion los empunaban, apuntando a la furgoneta.
– Esto no me gusta -murmuro Warren-. Parecen crios.
– Tranquilo -dijo Jack mientras bajaba la ventanilla-.
Hola, muchachos, bonito dia, ?eh?
Los soldados no se movieron, y sus expresiones permanecieron petreas.
Jack estaba a punto de pedirles amablemente que abrieran la valla, cuando un cuarto hombre salio de la caseta.
Para sorpresa de Jack, este hombre llevaba un traje negro, camisa blanca y corbata, cosa que parecia absurda en medio de la sofocante jungla. Tambien le sorprendio ver que no era negro, sino arabe.
– ?Puedo servirles en algo? -pregunto el arabe con tono de pocos amigos.
– Eso espero -respondio Jack-. Hemos venido a visitar Cogo.
El arabe echo un vistazo al parabrisas de la furgoneta, seguramente buscando una identificacion. Al no verla, pregunto a Jack si tenia un pase.
– No tengo pase -admitio Jack-. Somos medicos y estamos interesados en el trabajo que estan haciendo aqui.
– ?Como se llama? -pregunto el arabe.
– Soy el doctor Jack Stapleton. Vengo de Nueva York.
– Un momento -dijo el arabe y regreso a la caseta de guardia.
– Aqui huele a chamusquina -murmuro Jack-. ?Cuanto deberia ofrecerle? No estoy acostumbrado a los sobornos.
– Seguro que en este sitio el dinero vale mucho mas que en Nueva York -dijo Warren-. Apuesto a que les das veinte pavos y alucinan. Siempre que a ti te parezca una inversion rentable, claro.
Jack convirtio mentalmente veinte dolares en francos franceses. Luego saco los billetes del cinturon donde guardaba el dinero. Unos minutos despues regreso el arabe.
– El gerente dice que no lo conoce y que no puede entrar -dijo el arabe.
– Caramba -dijo Jack y extendio el brazo izquierdo, con los francos franceses metidos como al descuido entre los de dos indice y anular-. Le agradeceriamos mucho su ayuda.
El arabe miro el dinero durante unos instantes antes de cogerlo y meterselo en el bolsillo.
Jack lo miro fijamente, pero el hombre no se movio. Jack no conseguia descifrar su expresion, porque el bigote del arabe le cubria la boca.
Jack se volvio hacia Warren.
– ?No le he dado suficiente?
Warren nego con la cabeza.
– No creo que sea eso.
– ?Quieres decir que cogio el dinero a cambio de nada? -pregunto Jack.
– Eso diria yo.
Jack volvio a mirar al hombre del traje negro. Era un individuo delgado, de poco mas de setenta kilos. Por un momento Jack considero la posibilidad de bajar del coche y pedirle que le devolviera el dinero, pero una rapida mirada a los soldados le basto para cambiar de idea.
Con un suspiro de resignacion, dio la vuelta con la furgoneta y regreso por donde habia venido.
– Uf -dijo Laurie desde el asiento trasero-. Eso no me ha gustado ni un pelo.
– ?No te ha gustado? -bromeo Jack-. Ahora si que estoy enfadado.
– ?Cual es el plan B? -pregunto Warren.
Jack les explico que podian alquilar una embarcacion en Acalayong y llegar a Cogo por agua. Pidio a Warren que mirara el mapa y calculara cuanto tardarian en llegar a Acalayong, basandose en el tiempo que les habia llevado llegar hasta el punto donde se encontraban entonces.
– Yo diria que unas tres horas. Siempre que la carretera este en condiciones. El problema es que tenemos que retroceder unos cuantos kilometros antes de girar hacia el sur.
Jack consulto su reloj de pulsera. Eran casi las nueve de la manana.