No se desperto hasta que Naslund freno ante la comisaria de Ystad. Se sentia febril y desgraciado. El aguanieve continuaba cayendo y pidio unas aspirinas a Ebba. A pesar de que sabia que debia irse a casa y acostarse, no pudo dejar de hacer un resumen de lo que habia pasado durante el dia. Ademas, queria saber lo que Rydberg habia averiguado acerca de la vigilancia de los refugiados.

Su mesa estaba llena de mensajes telefonicos. Entre muchos otros habia llamado Anette Brolin. Y su padre. Pero Linda no. Tampoco Sten Widen. Repaso las notas y las aparto todas, excepto la de Anette Brolin y la de su padre. Luego llamo a Martinson.

– Bingo -dijo Martinson-. Creo que hemos encontrado el coche. Un coche que encaja con la descripcion fue alquilado la semana pasada en una sucursal de Avis en Goteborg. No lo han devuelto como habian quedado. Solo hay una cosa rara.

– ?Cual?

– El coche fue alquilado por una mujer.

– ?Que hay de raro en ello?

– Supongo que me cuesta un poco creer que una mujer haya perpetrado el doble asesinato.

– Ahora piensas equivocadamente. Vamos a encontrar el coche y al conductor. Mujer o no. Despues ya veremos si tienen algo que ver con esto. Poder tachar a alguien de la investigacion es igual de importante que recibir una confirmacion. Pero dale el numero de la matricula al camionero, para ver si a pesar de todo reconoce la combinacion.

Termino la conversacion y se fue al despacho de Rydberg.

– ?Como va todo? -pregunto.

– Esto no es nada divertido -contesto Rydberg sombriamente.

– ?Quien ha dicho que el trabajo policial tenga que ser divertido?

Pero Rydberg habia hecho un trabajo minucioso, tal y como Wallander habia augurado. Sobre un mapa, los diferentes campos estaban marcados con un circulo y Rydberg habia hecho un pequeno informe de cada uno de ellos. De momento sugeria como primera medida que las patrullas nocturnas los visitaran regularmente segun un horario muy ingenioso.

– Bien -dijo Kurt Wallander-. Vigila que las patrullas se enteren de que esto es serio.

Le hizo un resumen a Rydberg de la visita a Kristianstad. Luego se levanto de la silla.

– Me voy a casa -dijo.

– Tienes mala cara.

– Estoy pillando un resfriado. Pero ahora todo ira sobre ruedas, ?no?

Se fue directo a casa, se hizo un te y se metio en la cama. Al despertarse unas horas mas tarde, la taza de te estaba todavia sin tocar al lado de la cama. Eran las siete menos cuarto. Dormir le hacia sentirse un poco mejor. Tiro el te frio y preparo un cafe. Luego llamo a su padre.

Kurt Wallander comprendio enseguida que su padre no habia oido hablar del incendio nocturno.

– ?No ibamos a jugar a cartas? -pregunto el padre con rabia.

– Estoy enfermo -respondio Kurt Wallander.

– Pero si tu nunca estas enfermo.

– Estoy resfriado.

– A eso no lo llamo yo estar enfermo.

– No todo el mundo tiene tan buena salud como tu.

– ?Que quieres decir con eso?

Kurt Wallander suspiro.

Si no se inventaba algo, la conversacion con su padre seria insoportable.

– Ire a verte manana por la manana -dijo-. Sobre las ocho. Si estas despierto a esa hora.

– Nunca duermo mas que hasta las cuatro y media.

– Pero yo si.

Termino la conversacion y colgo.

Enseguida se arrepintio del acuerdo con su padre. Empezar el dia visitandolo era lo mismo que aceptar que seria un dia caracterizado por la tristeza y los sentimientos de culpabilidad.

Miro a su alrededor. En todas partes del piso habia montones de polvo. A pesar de que lo ventilaba a menudo, olia a cerrado. A solitario y a cerrado.

De repente penso en la mujer negra con la que ultimamente sonaba. Esa mujer que lo buscaba, dispuesta, noche tras noche. ?De donde habia salido? ?Donde la habia visto? ?En la foto de un periodico o en la television?

Se pregunto por que en los suenos tenia una pasion erotica muy diferente de la que habia vivido con Mona.

Los pensamientos le excitaron. De nuevo penso en llamar a Anette Brolin. Pero no pudo. Se sento con rabia en el sofa floreado y encendio la tele. Eran las siete menos un minuto. Busco uno de los canales daneses donde iban a empezar las noticias.

El reportero hizo un resumen. Otra catastrofe de hambruna. El terror en Rumania aumentaba. Un gran alijo de narcoticos descubierto en Odense.

Tomo el mando a distancia y apago. De repente no podia con las noticias.

Pensaba en Mona. Pero los pensamientos adoptaron formas inesperadas. Ya no estaba seguro de querer realmente que ella volviera. ?Que indicios habia de que las cosas irian mejor?

Nada. La idea era enganarse a uno mismo.

Lleno de inquietud, fue a la cocina a tomar un refresco. Luego se sento e hizo un resumen detallado de la situacion en que se encontraba la investigacion. Al terminar extendio todas sus notas sobre la mesa y las miro como si fueran trozos de un rompecabezas. El sentimiento de que estaban cerca de una solucion se hizo mas fuerte. Aunque habia muchos cabos sueltos, varios detalles coincidian.

No se podia senalar a nadie. Ni siquiera habia un sospechoso. Aun asi, tenia el presentimiento de que estaban cerca. Eso le satisfacia y le preocupaba. Demasiadas veces habia sido el responsable de una investigacion criminal complicada que prometia mucho al principio, pero que luego entraba en un callejon sin salida y que en el peor de los casos se clasificaba como caso cerrado.

«Paciencia», penso. «Paciencia…»

Casi eran las nueve. De nuevo se sintio tentado de llamar a Anette Brolin. Pero desistio. No sabia en absoluto que decirle. Y tal vez contestase su marido.

Se sento en el sofa y volvio a poner la tele.

Para su sorpresa, se descubrio fijando la mirada en su propia cara. De fondo se oia la voz monotona de una reportera. El argumento era que Wallander y la policia de Ystad mostraban muy poco interes en garantizar la seguridad de los diferentes campos de refugiados.

Su cara desaparecio y fue sustituida por la de una mujer a la que entrevistaban delante de un gran edificio de oficinas. Al ver su nombre se dio cuenta de que deberia haberla reconocido. Era la jefa del Departamento de Inmigracion con la que habia hablado por telefono aquel mismo dia. No se podian excluir ciertas tendencias racistas en el desinteres de la policia, explico.

Una rabia amarga le subia por el cuerpo.

«Vieja grunona», penso. «Lo que dices es pura mentira. ?Y por que no me han llamado esos reporteros? Podria haberles ensenado el plan de vigilancia de Rydberg.»

?Racistas? ?Que queria decir? La rabia se mezclaba con la verguenza de haber sido acusado injustamente.

En aquel momento sono el telefono. Primero penso en no contestar. Luego salio al recibidor y tomo el auricular. La voz era la misma de la vez anterior. Un poco ronca, disimulada. Wallander estimaba que el hombre tenia un panuelo sobre el auricular.

– Estamos esperando resultados -dijo el hombre.

– ?Vete a la mierda! -rugio Kurt Wallander.

– El sabado a mas tardar -continuo el hombre.

– ?Fuisteis vosotros, cabrones, los del incendio de ayer? -grito en el auricular.

– Lo mas tarde el sabado -repitio el hombre sin inmutarse-. Lo mas tarde el sabado.

La conferencia se corto.

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