television, no se equivocan nunca.
Dejo la carta para que la pasaran a limpio y entro en el comedor a tomar cafe. No habia tenido tiempo de pensar en la comida. Era casi la una y decidio hacer una limpieza entre todos sus papeles antes de ir a comer.
La noche anterior se habia sentido muy mal al recibir la llamada anonima. Pero habia apartado los presentimientos lugubres de su cabeza. Si pasaba alguna cosa, la policia estaba preparada.
Marco el numero de Sten Widen. Pero, en el momento en que oyo la senal de llamada, colgo deprisa. Sten Widen podia esperar. Ya tendrian tiempo de medir lo que tardaba un caballo en acabar con una racion de heno.
Llamo a las autoridades de la fiscalia.
La telefonista contesto que Anette Brolin si estaba.
Se levanto y fue hasta el otro lado de la comisaria. En el momento de levantar la mano para llamar a la puerta, esta se abrio.
Ella llevaba el abrigo puesto.
– Me iba a comer -dijo.
– ?Te puedo acompanar?
Parecio pensarselo un momento. Luego sonrio rapidamente.
– ?Por que no?
Kurt Wallander sugirio el Continental. Les dieron una mesa al lado de la ventana y los dos pidieron salmon.
– Anoche te vi en las noticias -dijo Anette Brolin-. ?Como pueden dar un reportaje tan incompleto y tan tendencioso?
Wallander, que se habia preparado para recibir una critica, se relajo otra vez.
– Los periodistas ven a la policia como una presa permitida -dijo-. Nosotros recibimos criticas tanto si actuamos mucho como poco, no importa. Tampoco entienden que a veces debamos callarnos ciertos datos, por razones que tienen que ver con la investigacion.
Sin pensarselo le hablo del soplo. Lo mal que le habia sentado que cierta informacion de la reunion fuera directamente a la television.
Noto que le estaba escuchando. De repente le parecia ver a otra persona detras del papel de fiscal y la ropa elegante. Despues de comer pidieron cafe.
– ?La familia tambien se ha venido aqui? -pregunto.
– Mi marido se ha quedado en Estocolmo -aclaro-. Y los ninos no van a cambiar de escuela solo por un ano.
Kurt Wallander noto que se sentia desilusionado.
De algun modo habria deseado que el anillo de casada no significara nada a pesar de todo.
El camarero se acerco con la cuenta y Kurt Wallander saco la mano para pagar.
– Pagamos a medias -dijo ella.
Les sirvieron otra taza de cafe.
– Hablame de esta ciudad -pidio-. He repasado algunos casos criminales de los ultimos anos. La diferencia es grande si se compara con Estocolmo.
– Esta disminuyendo -replico Wallander-. Pronto toda la campina sueca sera un suburbio entero de las ciudades mas grandes. Hace veinte anos, por ejemplo, no habia narcotrafico aqui. Hace diez anos lo habia en ciudades como Ystad y Simrishamn. Pero todavia teniamos cierto control de lo que pasaba. Hoy la droga esta en todas partes. Cuando paso delante de una bonita granja de por aqui, a veces pienso: ahi quiza se esconda una enorme fabrica de anfetaminas.
– Pero hay menos crimenes violentos. Y no son tan graves.
– Todo llega. Desgraciadamente. Pero la diferencia entre las ciudades grandes y las zonas rurales pronto se habra borrado del todo. El crimen organizado es importante en Malmo. Las fronteras abiertas y todos los transbordadores son como terrones de azucar para la mafia.
– De todos modos hay cierta calma -dijo ella pensativamente-. Algo que se ha perdido por completo en Estocolmo.
Salieron del Continental. Kurt Wallander habia aparcado muy cerca, en la calle Stickgatan.
– ?Realmente se puede aparcar aqui? -pregunto Anette.
– No -contesto Kurt Wallander-. Pero cuando me ponen una multa, casi siempre la pago. Aunque seria una experiencia interesante dejar de pagarla y que me denunciaran.
Condujeron hasta la comisaria.
– Pensaba invitarte a cenar una noche. Podria ensenarte los alrededores.
– Con mucho gusto -dijo ella.
– ?Cada cuando vas a casa? -pregunto el.
– Cada dos semanas.
– ?Y tu marido y los ninos?
– El viene cuando tiene tiempo. Y los ninos, cuando tienen ganas.
«Te quiero», penso Kurt Wallander.
«Vere a Mona esta noche y le dire que amo a otra mujer.»
Se separaron en la recepcion de la comisaria.
– Te dare un informe el lunes -murmuro Kurt Wallander-. Empezamos a seguir algunas pistas.
– ?Hay prevista alguna detencion?
– No. Todavia no. Pero las investigaciones en los bancos nos dieron algunos resultados.
Ella asintio con la cabeza.
– El lunes, antes de las diez, si puedes -dijo-. El resto del dia tengo arrestos y audiencias.
Quedaron para las nueve.
Kurt Wallander la siguio con la mirada cuando desaparecio por el pasillo.
Se sentia extranamente alegre al volver a su despacho. «Anette Brolin», penso. «?Que no podria pasar en un mundo donde dicen que todo es posible?»
El resto del dia lo dedico a leer diferentes actas de interrogatorios que anteriormente solo habia mirado por encima. El acta definitiva de la autopsia tambien habia llegado. De nuevo se sobresalto por la increible violencia a la que habian sido sometidos los dos ancianos. Leyo los informes de las conversaciones con las dos hijas y el resultado de los interrogatorios puerta por puerta en Lenarp.
Todos los informes eran unanimes y se complementaban. Nadie sospechaba que Johannes Lovgren fuera una persona bastante mas compleja de lo que aparentaba. El sencillo agricultor tenia una doble personalidad.
Una vez durante la guerra, en el otono de 1943, lo habian citado ante el tribunal por malos tratos. Pero fue absuelto. Alguien habia encontrado una copia de la investigacion y la leyo minuciosamente. Pero no vio ningun motivo aparente para la venganza. Mas bien parecia una discusion normal en la casa comunal de Erikslund, que habia acabado en pelea.
A las tres y media Ebba entro con su traje limpio de la tintoreria.
– Eres un angel -dijo.
– Espero que tengas una noche agradable -le deseo ella sonriendo.
Kurt Wallander se emociono. Se lo habia dicho con el corazon.
Hasta las cinco estuvo rellenando una quiniela, pidio hora para la revision del coche y penso en todas las conversaciones importantes que le esperaban el dia siguiente. Mas tarde escribio una nota para si mismo, tenia que preparar un informe para cuando volviera Bjork.
A las cinco y tres minutos, Tomas Naslund se asomo por la puerta.
– ?Todavia estas aqui? -pregunto-. Pensaba que te habias marchado.
– ?Por que?
– Ebba me lo dijo.
«Ebba me vigila», penso con una sonrisa. «Manana le traere unas flores antes de ir a Simrishamn.»
Naslund entro en el despacho.
– ?Tienes tiempo? -pregunto.
– No mucho.