– ?Que te jodan! -dijo el guardia-. Vete o llamo a la poli.
Por un breve instante se le paso por la cabeza golpear al vigilante. Pero a pesar de todo tuvo el sentido comun de controlarse. Saco su placa de identificacion del bolsillo interior.
– Soy policia, de verdad -dijo-. Y no estoy borracho. Tropece. Ademas, es verdad que mi esposa me esta esperando.
El guardia miro la placa con incredulidad.
Luego sonrio con toda la cara.
– Te reconozco -dijo-. Saliste por la tele la otra noche.
«Por fin la television te da una alegria», penso.
– Estoy de acuerdo contigo -continuo el guardia-. Completamente.
– ?De acuerdo en que?
– En mantener a raya a los guiris de mierda. ?Que tipo de gente es la que dejamos entrar en este pais, gente que mata a ancianos? Estoy de acuerdo contigo en echarlos a patadas a todos. A palos.
Kurt Wallander comprendio que seria imposible discutir con el vigilante. Lo intento con una sonrisa.
– Vaya hambre que tengo -dijo.
El vigilante le abrio la puerta.
– ?Verdad que entiendes que hay que tener cuidado?
– Claro que si -contesto Kurt Wallander mientras entraba en el calor del restaurante.
Dejo su abrigo y busco con la mirada.
Mona estaba sentada al lado de una ventana con vistas al canal.
?Lo habria visto al llegar?
Intento meter la barriga todo lo que pudo, se paso la mano por el pelo y se acerco a ella.
Todo fue mal desde el principio.
Noto que Mona habia descubierto la mancha en la solapa y eso lo puso rabioso.
Tampoco sabia si podia ocultarlo.
– Hola -saludo y se sento frente a ella.
– Retrasado como de costumbre -contesto-. ?Has engordado mucho!
Penso que eso era comenzar con una ofensa. Nada de simpatia ni amor.
– Pero tu estas igual. ?Que morena!
– Hemos pasado una semana en Madeira.
Madeira. Primero Paris, luego Madeira. El viaje de novios. El hotel que se asomaba al borde de los acantilados, el pequeno restaurante marinero al lado de la playa. Y habia estado alli de nuevo. Con otro.
– Ah, si -dijo-. Pensaba que Madeira era nuestra isla.
– ?No seas infantil!
– ?Es verdad!
– Entonces eres infantil.
– ?Claro que soy infantil! ?Y que pasa?
La conversacion avanzaba despacio. Cuando se acerco una amable camarera, fue como si los hubiera salvado de un lago helado.
Con el vino en la mesa el ambiente mejoro.
Kurt Wallander observaba a la mujer que habia sido su esposa y sentia que era muy hermosa. Al menos para el. Intento evitar los pensamientos que le producian dolor de estomago por culpa de los celos.
Intento parecer tranquilo, cosa que no era cierta pero a la que aspiraba.
Levantaron las copas.
– Vuelve -dijo en tono de suplica-. Empecemos de nuevo.
– No -contesto ella-. Tienes que comprender que se acabo. Ya termino.
– Entre en la estacion mientras te esperaba -dijo-. Alli vi a nuestra hija.
– ?A Linda?
– Pareces sorprendida.
– Pensaba que estaba en Estocolmo.
– ?Que iba a hacer en Estocolmo?
– Preguntar en una escuela superior para ver si habia algo que pudiera interesarle.
– No me confundi. Era Linda.
– ?Hablaste con ella?
Kurt Wallander nego con la cabeza.
– Estaba subiendo al tren -dijo-. No llegue a tiempo.
– ?Que tren?
– El de Lund o Landskrona. Iba con un africano.
– Que bien.
– ?Que quieres decir?
– Quiero decir que Herman es lo mejor que le ha pasado a Linda en mucho tiempo.
– ?Herman?
– Herman Mboya. Es de Kenia.
– ?Llevaba un mono lila!
– A veces viste un poco raro.
– ?Que hace en Suecia?
– Estudia medicina. Pronto sera medico.
Kurt Wallander escuchaba con asombro. ?Le estaba tomando el pelo?
– ?Medico?
– Si. ?Medico! Doctor o como lo llames. Es amable, considerado, tiene sentido del humor.
– ?Viven juntos?
– Tiene un pequeno piso de estudiante en Lund.
– ?Te pregunte si viven juntos!
– Creo que Linda finalmente se ha decidido.
– ?Decidido a que?
– A irse a vivir con el.
– Entonces ?como va a poder estudiar en una escuela superior de Estocolmo?
– Fue idea de Herman.
La camarera lleno sus copas de vino. Kurt Wallander noto que se estaba emborrachando.
– Me llamo un dia -dijo-. Estaba en Ystad. Pero no fue a verme al final. Si la ves, le podrias decir que la echo muchisimo de menos.
– Ella hace lo que quiere.
– ?Solo te pido que se lo digas!
– ?Lo hare! ?No grites!
– ?No grito!
En ese momento llego el bistec tartaro. Comieron en silencio. Kurt Wallander penso que no sabia a nada. Pidio otra botella de vino y se pregunto como llegaria a casa.
– Parece que estas bien -dijo.
Ella asintio con la cabeza, segura y quizas con un poco de rencor.
– ?Y tu?
– Estoy hecho una mierda. Aparte de eso, bien.
– ?De que querias hablar?
Habia olvidado pensar en una excusa para su encuentro. En aquel momento no sabia que decir.
«La verdad», penso con ironia. «?Por que no intentarlo?»
– Solo queria verte -respondio-. Todo lo demas era mentira.
Ella sonrio.
– Me alegro de haberte visto -dijo ella.
De repente el se echo a llorar.
– Te echo tanto de menos -murmuro.