barreras idiomaticas. Llamaron a un sacerdote, pero naturalmente no pudo hacer nada. Despues de un rato, Martinson se llevo a la mujer y a los ninos al edificio principal, donde un medico esperaba para cuidar de ellos.

Rydberg se acerco pisando el lodo. Sus pantalones estaban manchados hasta los muslos.

– Vaya lio -dijo-. Pero Hanson y Svedberg han hecho un buen trabajo. Han logrado encontrar a dos refugiados y un interprete que creen haber visto algo.

– ?Que?

– ?Como lo voy a saber? Yo no hablo ni arabe ni suahili. Pero se van a Ystad ahora mismo. El Departamento de Inmigracion nos ha prometido interpretes. Pense que seria mejor que tu te encargaras de los interrogatorios.

Kurt Wallander asintio con la cabeza.

– ?Tenemos alguna pista? -pregunto. Rydberg saco su manchado bloc de notas.

– Lo mataron exactamente a la una -dijo-. La encargada estaba escuchando las noticias de la radio cuando dispararon. Fueron dos disparos. Pero ya lo sabes. Estaba muerto antes de caer al suelo. Parecen perdigones normales. Marca Gyttorp, supongo. Nitrox 36, probablemente. Eso es mas o menos todo.

– No es mucho.

– Me parece lo mismo que nada. Pero tal vez los testigos tengan algo.

– He ordenado horas extras para todos -informo Kurt Wallander-. Tendremos que trabajar durisimo dia y noche si hace falta.

Cuando volvieron a la comisaria, el primer testimonio fue desesperante. El interprete, que decia dominar el suahili, no entendia el dialecto que hablaba el testigo. Era un joven de Malawi. Kurt Wallander tardo casi media hora en comprender que el interprete no traducia lo que decia el testigo. Luego tardo casi veinte minutos mas en comprender que el joven de Malawi, por alguna extrana razon, dominaba el luvale, un idioma que se habla en partes de Zaire y Zambia. Pero entonces tuvieron suerte. Uno de los representantes del Departamento de Inmigracion conocia a una vieja misionera que hablaba el luvale a la perfeccion. Ella tenia casi noventa anos y vivia en un piso con asistencia medica y social en Trelleborg. Despues de contactar con los companeros de esta ciudad, le prometieron que la misionera iria en un coche policial hasta Ystad. Kurt Wallander sospechaba que una misionera nonagenaria podria no estar en su mejor forma. Pero se equivoco. Una senora pequena de pelo blanco y ojos despiertos aparecio de repente en la puerta de su despacho, y poco despues conversaba animadamente con el joven.

Por desgracia, el joven no habia visto nada.

– Preguntale por que solicito ser testigo -pregunto Kurt Wallander, cansado.

La misionera y el joven se hundieron en una larga conversacion.

– Probablemente solo pensaba que seria emocionante -dijo por fin-. Y se puede comprender.

– Ah, ?si? -pregunto Wallander.

– Tu tambien has sido joven, ?verdad? -dijo la anciana.

El joven de Malawi fue devuelto a Hageholm y la misionera regreso a Trelleborg.

El siguiente testigo si tenia alguna informacion. Era un interprete irani que hablaba bien el sueco. Al igual que el somali muerto, habia salido a pasear por los alrededores de Hageholm cuando se oyeron los disparos.

Kurt Wallander saco un extracto del mapa del Estado Mayor en que aparecia el territorio cercano a Hageholm. Puso una cruz en el lugar del crimen y el interprete inmediatamente pudo senalar donde estaba al oir los dos disparos. Kurt Wallander estimo la distancia en unos trescientos metros.

– Despues de los disparos oi un coche -dijo el interprete.

– Pero ?no lo viste?

– No. Estaba en el bosque. No se veia la carretera.

El interprete senalo otra vez. Hacia el sur.

Luego le dio una buena sorpresa a Kurt Wallander.

– Era un Citroen -dijo.

– ?Un Citroen?

– Los que llamais «sapo» aqui en Suecia.

– ?Como puedes estar tan seguro de eso?

– Creci en Teheran. De ninos aprendiamos a reconocer las diferentes marcas de coche por el sonido del motor. El Citroen es facil. Sobre todo el «sapo».

A Kurt Wallander le costaba creer lo que oia. Luego se decidio rapidamente.

– Ven conmigo al patio -dijo-. Y al salir, te pones de espaldas y cierras los ojos.

Fuera, bajo la lluvia, puso en marcha su Peugeot y dio una vuelta por el aparcamiento. Estuvo todo el tiempo observando al interprete con atencion.

– Bueno. ?Que era? -pregunto luego.

– Un Peugeot -contesto el interprete sin dudarlo.

– Bien -dijo Kurt Wallander-. Perfecto.

Envio al testigo a casa y dio la orden de buscar un Citroen, que pudiese haber sido visto entre Hageholm y la E 14 hacia el oeste. Las agencias de noticias tambien recibieron la informacion de que la policia buscaba un Citroen que posiblemente tuviera que ver con el asesinato.

El tercer testigo era una mujer joven de Rumania. Durante el interrogatorio estuvo sentada en el despacho de Kurt Wallander dando el pecho a su hijo. El interprete hablaba mal el sueco, pero a Wallander le parecia suficiente para comprender lo que habia visto la mujer.

Iba por el mismo camino que el somali asesinado y se habia cruzado con el al volver al campo.

– ?Cuanto tiempo? -pregunto-. ?Cuanto tiempo paso desde que te encontraste con el hasta que oiste los disparos?

– Tal vez tres minutos.

– ?Viste a alguien mas?

La mujer asintio con la cabeza y Kurt Wallander se apoyo en la mesa, expectante.

– ?Donde? -pregunto-. ?Senalalo en el mapa!

El interprete le sostuvo el nino mientras la mujer buscaba en el mapa.

– Aqui -dijo apretando el lapiz contra el mapa.

Kurt Wallander vio que era cerca del lugar del asesinato.

– Cuenta -le apremio-. Tomate tu tiempo. Meditalo bien.

El interprete tradujo y la mujer reflexiono.

– Un hombre vestido con un mono azul -dijo-. Estaba de pie en el campo de al lado.

– ?Como era?

– Tenia poco pelo.

– ?Como era de alto?

– Altura normal.

– ?Yo soy de altura normal?

Kurt Wallander se puso de pie.

– Era mas alto.

– ?Que edad?

– No era joven. Ni viejo tampoco. Quiza cuarenta y cinco anos.

– ?Te vio a ti?

– No lo creo.

– ?Que hacia en el campo?

– Comia.

– ?Comia?

– Comia una manzana.

Kurt Wallander reflexiono.

– Un hombre vestido con un mono azul esta en un campo junto a la carretera comiendo una manzana. ?He entendido bien?

– Si.

– ?Habia alguien mas?

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