el color ya estaba distribuyendose por todo el pais.
– BBM 160 -dijo Hanson-. Color azul grisaceo con techo blanco. ?Cuantos puede haber en este pais? ?Cien?
– Si no han enterrado el coche, lo encontraremos -dijo Wallander-. ?Cuando sale el sol?
– Dentro de cuatro o cinco horas -contesto Hanson.
– En cuanto se haga de dia enviaremos un helicoptero sobre la zona excursionista. Encargate tu.
Hanson asintio. Estaba a punto de dejar la habitacion cuando se acordo de que habia olvidado decir algo a causa del cansancio.
– ?Es verdad, cono! Otra cosa.
– ?Si?
– El tipo que llamo y dijo que habian robado su coche era policia.
Kurt Wallander miro a Hanson con asombro.
– ?Policia? ?Que quieres decir?
– Quiero decir que era policia. Como tu y como yo.
11
Kurt Wallander se metio en una de las celdas para los detenidos y se echo a dormir. Despues de mucho trabajo logro poner el mecanismo de alarma en su reloj de pulsera. Se daba dos horas de descanso. Cuando lo desperto la alarma, le dolia mucho la cabeza. Lo primero en lo que penso fue en su padre. Tomo unas aspirinas del cajon de medicinas que habia en un armario y se las trago con la ayuda de una taza de cafe tibio. Luego se quedo un rato indeciso dudando entre ducharse primero o llamar a su hermana a Estocolmo. Al final bajo a los vestuarios de los policias y se metio bajo la ducha. Lentamente se le aliviaba el dolor de cabeza. Pero el cansancio aun le pesaba cuando se sento en la silla, detras del escritorio. Eran las siete y cuarto. Sabia que su hermana siempre se levantaba temprano. Como era de esperar, contesto casi a la primera senal. Con la maxima delicadeza le explico lo que habia pasado.
– ?Por que no me has llamado antes? -pregunto con rabia-. Tendrias que haberte dado cuenta de lo que estaba ocurriendo.
– Supongo que me di cuenta tarde -contesto Wallander en tono evasivo.
Quedaron en que ella esperaria a que el hablara con el asistente social del hospital, antes de decidir cuando bajaria a Escania.
– ?Como estan Mona y Linda? -pregunto cuando se acababa la conversacion telefonica.
Comprendio que no sabia que se habian separado.
– Bien -dijo-. Te llamare mas tarde.
Despues fue en coche hasta el hospital. De nuevo la temperatura estaba bajo cero. Un viento helado entraba en la ciudad desde el sudoeste.
Su padre habia dormido mal durante la noche, le dijo una enfermera que acababa de recibir el informe del personal nocturno. Pero, por lo que se veia, no habia sufrido ningun dano fisico tras su paseo nocturno por los campos.
Kurt Wallander decidio posponer el encuentro con su padre hasta despues de hablar con el asistente social.
Kurt Wallander desconfiaba de ellos. Demasiadas veces le habia dado la impresion de que los diferentes trabajadores sociales a los que habia llamado al arrestar a jovenes delincuentes tenian opiniones equivocadas. Eran blandos y esquivos, cuando en su opinion deberian imponer determinadas exigencias. Mas de una vez se habia irritado con las autoridades sociales, que con su laxitud, segun le parecia, incitaban a los jovenes delincuentes a continuar con sus actividades.
«Pero los asistentes de los hospitales quiza sean diferentes», penso.
Despues de esperar un rato, hablo con una mujer de unos cincuenta anos. Kurt Wallander le describio el decaimiento repentino. Dijo que habia llegado inesperadamente y que se sentia desamparado.
– Tal vez sea una cosa transitoria -dijo la asistente-. A veces las personas mayores sufren una confusion temporal. Si se le pasa, bastara con que tenga una ayuda regular en casa. Si resulta ser senilidad cronica, tendremos que buscar otra solucion.
Decidieron que el padre se quedaria durante el fin de semana. Despues hablaria con los medicos para saber como proceder.
Kurt Wallander se levanto. La mujer que estaba delante de el obviamente sabia de que hablaba.
– Es dificil estar seguro de lo que se debe hacer -dijo Wallander.
Ella asintio con la cabeza.
– No hay nada tan duro como estar obligados a ser padres de nuestros padres -reconocio-. Yo lo se. Mi propia madre se volvio tan dificil que no pude dejarla en casa.
Kurt Wallander entro a ver a su padre en una sala en la que habia cuatro camas. Todas estaban ocupadas. Habia un hombre escayolado, otro yacia encogido como si tuviera fuertes dolores de barriga. El padre de Kurt Wallander miraba al techo.
– ?Que hay, papa? -pregunto.
El padre tardo en contestar.
– Dejame en paz.
Respondio en voz baja. No quedaba rastro de su malhumorada irritabilidad. Kurt Wallander tuvo la sensacion de que la voz de su padre estaba llena de amargura.
Se sento un rato en el borde de la cama. Luego se marcho.
– Volvere, papa. Y recuerdos de Kristina.
Salio rapidamente del hospital, invadido por la impotencia. El viento helado le cortaba la cara. No tenia ganas de volver a la comisaria, asi que llamo a Hanson desde el ruidoso telefono del coche.
– Me voy a Malmo -dijo-. ?Ha salido el helicoptero?
– Ya lleva observando media hora -contesto Hanson-. Todavia nada. Tambien hay dos patrullas con perros. Si el dichoso coche esta en la zona excursionista, lo encontraremos.
Kurt Wallander se fue a Malmo. El trafico de aquella manana era agobiante y duro.
Continuamente lo empujaban hacia la cuneta los conductores que le adelantaban con poco margen.
«Deberia haber usado un coche de policia», penso. «Pero hoy en dia tal vez no importe.»
Eran las nueve y cuarto cuando entro en la sala de la comisaria de Malmo donde le esperaba el hombre al que le habian robado el coche. Antes de ver al hombre hablo con el policia que habia registrado la denuncia del robo.
– ?Es verdad que es policia? -pregunto Kurt Wallander.
– Lo ha sido -le contesto el policia-. Pero le dieron la jubilacion anticipada.
– ?Por que?
El policia se encogio de hombros.
– Problemas de nervios. No se exactamente.
– ?Lo conoces?
– Era un solitario. Aunque trabajamos juntos durante diez anos, no puedo decir que lo conozca. Francamente, no creo que nadie lo haga.
– Alguien tiene que conocerlo, ?no?
El policia se encogio de hombros de nuevo.
– Lo investigare -dijo-. Pero todo el mundo puede estar expuesto a que le roben el coche, ?no?
Kurt Wallander entro en la sala y saludo al hombre, que se llamaba Rune Bergman. Tenia cincuenta y tres anos y se habia jubilado cuatro anos antes. Era delgado, sus ojos mostraban inquietud, preocupacion. A lo largo de la nariz tenia una cicatriz como si fuera de un corte con un cuchillo.
A Kurt Wallander enseguida le dio la impresion de que el hombre estaba a la defensiva. El porque no lo sabia. Pero la sensacion estaba ahi y fue incrementando durante la charla.
– Cuentame -dijo-. A las cuatro descubres que tu coche ha desaparecido.
