Claro que no era asi como yo me habia imaginado mi vida.
Esta iba a ser mi casa de veraneo. No la ultima muralla a cuya defensa deba entregarme. Cada manana, una vez que he terminado de practicar mi agujero o despues de darme un bano en unas aguas templadas por el estio, vuelvo a preguntarme que fue de mi vida realmente.
Yo se lo que paso. Cometi un error. Y me negue a aceptar sus consecuencias. De haber sabido entonces lo que se hoy, ?que habria hecho? Lo ignoro. Lo unico de lo que estoy seguro es de que no habria tenido que pasarme la vida aqui junto al mar abierto, como un prisionero.
Mi vida se habria desarrollado segun el plan preestablecido.
Ya a muy temprana edad, decidi ser medico. Fue el dia en que cumpli quince anos y, ante mi asombro, mi padre me invito a comer en un restaurante. El, que era camarero y que, como manifestacion de una batalla permanente por su dignidad solo trabajaba durante el dia, nunca por la noche. Si le ordenaban que cambiase al turno de tarde, se despedia. Aun recuerdo los accesos de llanto y de desasosiego de mi madre cuando, alguna que otra vez, llegaba a casa y nos comunicaba que habia dejado el trabajo. Pero aquel dia me llevo a comer a un restaurante. Oi que mis padres discutian sobre si era conveniente que yo fuese o no. La disputa termino cuando mi madre se encerro en el dormitorio, cosa que solia hacer si las cosas se le ponian en contra. Durante periodos de dificultad extrema, se pasaba casi todo el tiempo encerrada en su habitacion, donde siempre olia a lagrimas y a lavanda. Yo dormia en el sofa de la cocina y, en esas ocasiones, mi padre suspiraba y extendia un colchon en el suelo.
A lo largo de mi vida me he relacionado con muchas personas que lloraban. Durante los anos que ejerci la medicina, me enfrentaba a los moribundos y a quienes se veian obligados a aceptar la enfermedad incurable de algun pariente. Pero jamas observe que sus lagrimas exhalasen un perfume similar al de las lagrimas de mi madre. Camino del restaurante, mi padre me explico que mi madre era hipersensible. Aun me pregunto lo que yo conteste entonces. ?Que podia decir, en realidad? Mis primeros recuerdos consisten en imagenes de mi madre llorando porque no teniamos dinero, por la pobreza que consumia todos los aspectos de nuestra vida. Mi padre no parecia oir su llanto. Que, cuando el volvia a casa del trabajo, ella estaba de buen humor, estupendo. Que, por el contrario, se la encontraba en la cama llorando lagrimas con perfume de lavanda, le parecia igualmente estupendo. Mi padre solia pasarse las tardes ordenando su inmensa coleccion de soldaditos de plomo y colocandolos segun reconstrucciones de batallas de la Historia. Antes de que me durmiese, venia a sentarse un rato en el borde de mi cama, me acariciaba la cabeza y me decia que lamentaba que mi madre adoleciese de una sensibilidad tal que resultaba imposible pensar siquiera en darme un hermano.
Creci en una tierra de nadie, entre lagrimas y soldaditos de plomo. Y con un padre que se empecinaba en afirmar que un camarero y un cantante de opera tenian en comun la necesidad de disponer de unos buenos zapatos para realizar su trabajo.
Al final hicimos lo que el queria: fuimos al restaurante. Un camarero se acerco para tomarnos el pedido. Mi padre formulo abundantes y complejas preguntas sobre el asado de ternera por el que al final se decidio. Yo, por mi parte, opte por el arenque. Habia aprendido a apreciar el pescado durante mis veranos en la isla. El camarero se retiro.
Era la primera vez que me permitian tomar vino. Y me embriague enseguida. Despues de la comida, mi padre me observo con una sonrisa y me pregunto a que habia pensado dedicar mi vida.
Yo no lo sabia. El me habia obligado a asistir a la escuela profesional, un centro docente desagradable donde los hubiera, con sus maestros hastiados y sus pasillos perfumados de lana que no me permitian reflexionar sobre el futuro. Se trataba de sobrevivir hasta el dia siguiente, de que no te pillaran sin haber estudiado la leccion y de no llevar observaciones en la ficha. El dia de manana estaba siempre muy proximo, era imposible imaginar un horizonte mas alla del fin del proximo semestre. Aun hoy sigo sin recordar una sola ocasion en que mis companeros y yo hablasemos del futuro.
– Tienes quince anos -me dijo mi padre-. Ha llegado el momento de que empieces a pensar a que vas a dedicarte en el futuro. ?Quieres empezar en el ramo de la hosteleria? Tal vez puedas ir a America si te pones a fregar platos cuando te hayas graduado. Seria bueno que fueras pensandolo. Pero recuerda que debes llevar un par de buenos zapatos.
– Yo no quiero ser camarero.
Respondi con absoluta resolucion. Y no fui capaz de interpretar si para mi padre supuso una decepcion o un alivio. Dio un pequeno sorbo al vino y se paso el indice por el puente de la nariz antes de preguntarme si era cierto que no tenia ningun tipo de proyecto para el futuro.
– No.
– En algo debes de haber pensado. ?Cuales son las asignaturas que mas te gustan?
– Musica.
– Vaya, ?sabes cantar? Eso si que no lo sabia.
– No, no se cantar.
– Y entonces, ?por que es la musica lo que mas te gusta?
– El profesor de musica, Ramberg, no se fija en mi.
– ?Que quieres decir con eso?
– El solo se fija en los que cantan bien. A los demas, ni nos ve.
– O sea, que la asignatura que mas te gusta es aquella en la que pasas inadvertido, ?es eso?
– Bueno, la quimica tampoco esta mal.
Mi padre estaba visiblemente sorprendido. Por un instante, dio la impresion de estar rebuscando entre remotos recuerdos de su miserable vida escolar por ver si tenian esa asignatura siquiera. Yo lo miraba como embrujado, pues se transformaba ante mis ojos. Hasta entonces, lo unico que cambiaba en el era su ropa, sus zapatos y el color de su cabello, cada dia mas gris. Pero aquel dia ocurrio algo imprevisto. Parecia como si fuese victima de una suerte de indefension repentina que yo no habia detectado hasta entonces. Pese a que se sentaba a menudo al borde de mi cama o salia a nadar conmigo en la bahia, siempre habia estado muy distante. Ahora, en ese estado de precariedad, lo senti mas proximo. Yo era mas fuerte que el hombre que tenia frente a mi, al otro lado del blanco mantel del restaurante donde una banda interpretaba canciones que nadie escuchaba y el humo de los cigarrillos se mezclaba con olorosos perfumes mientras el vino desaparecia de su copa.
Entonces decidi en un segundo lo que iba a contestar. Descubri mi futuro o lo invente en aquel preciso momento. Mi padre me miro con sus ojos de color gris azulado como recuperado de su indefension. Pero yo la habia percibido y no la olvidaria jamas.
– ?De modo que te atrae la quimica? ?Por que?
– Porque pienso ser medico. Y para eso hay que saber de sustancias quimicas. Quiero operar a la gente.
Entonces, me miro con expresion de repugnancia.
– ?Quieres decir que piensas ponerte a despedazar gente?
– Si.
– Pero no podras ser medico con el graduado en formacion profesional, ?no?
– Quiero seguir y estudiar el bachillerato.
– ?Para luego hurgar en las entranas de las personas?
– Quiero ser cirujano.
En ese instante, el plan de mi vida cobro forma. Jamas se me habia pasado por la cabeza ser medico. No es que me desmayase al ver sangre o cuando me ponian una inyeccion, pero nunca habia imaginado que mi vida pudiese transcurrir por los pasillos de un hospital o entre quirofanos. Cuando, aquella noche de abril, emprendimos el regreso a casa, mi padre algo ebrio y yo, un adolescente cansado por el alcohol, comprendi que no solo le habia dado una respuesta a mi padre, sino que ademas me habia hecho una promesa a mi mismo.
Seria medico. Dedicaria mi vida a seccionar cuerpos humanos.
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