Tampoco hubo ayer. En cambio, si que viene Jansson, el cartero del archipielago. No tiene correo para mi. Se lo he prohibido. Hace ya doce anos le adverti que no llegase hasta mi muelle cuando solo tuviese folletos publicitarios. Me canse de todas esas ofertas especiales de ordenadores y solomillos. Le dije que no tenia ningun interes en exponerme a la influencia de personas que solo querian dirigir mi vida persiguiendome con sus ofertas especiales. Intente explicarle que la vida no consiste en precios reducidos. La vida consiste, de hecho, en algo sustancial. No se que es, pero uno debe creer que la vida tiene una sustancia y que el sentido oculto se encuentra en un nivel que esta por encima de todos los cupones de descuento y los sorteos.

Discutimos. Pero esa no fue la ultima vez. A veces me da por pensar que es esa irritacion nuestra la que nos mantiene unidos. Sin embargo, despues de aquella ocasion nunca mas volvio a traerme publicidad. La ultima vez que me trajo una carta, era del ayuntamiento. Y de eso hace siete anos y medio. Fue un dia de otono de marea baja y fuerte ventisca del nordeste. Me comunicaban que me habian asignado una plaza en el cementerio. Segun Jansson, se la daban a todo el mundo. Era un nuevo servicio: todos los contribuyentes vivos tenian derecho a saber donde iban a ser enterrados, por si querian visitarlo y ver a quienes iban a tener de vecinos.

Esa es la unica carta que he recibido en los ultimos doce anos. A excepcion de los tristes justificantes de mi pension, la declaracion y los extractos del banco. Jansson siempre se presenta sobre las dos. Sospecho que tiene que llegar hasta aqui para poder exigirle a Correos la compensacion economica por el uso del barco o del hidrocoptero. He intentado sonsacarselo, pero el no me ha dicho nada. Puede que sea por mi por quien sigue trabajando. Tal vez sea para poder atracar en mi muelle tres veces durante el invierno y cinco los veranos por lo que aun no lo han retirado.

Hace quince anos habia unos cincuenta habitantes permanentes en estas islas. Incluso habia un barco que recogia a cuatro ninos y los llevaba a la escuela del pueblo. Hoy quedamos siete, uno de ellos con menos de sesenta anos: Jansson. El es el mas joven y, por ello, al que mas le interesa que nos mantengamos vivos y sigamos aqui, en el archipielago. De lo contrario, se quedara sin trabajo.

A mi me trae sin cuidado. A mi no me gusta Jansson. Es uno de los pacientes mas pesados que he tenido nunca. Pertenece al grupo de los hipocondriacos mas dificiles de tratar. En una ocasion, hace cuatro anos, le mire la garganta y le tome la tension cuando, de repente, me dijo que creia que tenia un tumor cerebral que le afectaba a la vista. Le respondi que no tenia tiempo de prestar atencion a sus fantasias. Pero el insistio. Algo estaba ocurriendo en su cerebro. Le pregunte por que creia tal cosa. ?Le dolia la cabeza? ?Sufria vertigos? ?Otros sintomas? No se dio por vencido hasta que lo meti en el cobertizo, que estaba mas oscuro, y le examine las pupilas con una linterna antes de explicarle que todo parecia normal.

Estoy convencido de que Jansson es, en el fondo, una persona sanisima. Su padre tiene noventa y siete anos y vive en una residencia, pero conserva la cabeza. Jansson y su padre llevan sin hablarse desde 1970, cuando Jansson se canso de trabajar ayudandole en la pesca de la anguila y empezo a trabajar en una serreria de Smaland. Jamas he podido explicarme por que eligio una serreria. Claro que comprendo que no soportase mas al tirano de su padre. Pero ?una serreria? De nada sirven mis esfuerzos por comprenderlo, puesto que carezco casi por completo de informacion. Pero, desde aquella ocasion, en 1970, no se hablan. Jansson no volvio de Smaland hasta que su padre tuvo que mudarse a la residencia a causa de su avanzada edad. Y no se hablan.

Jansson tiene una hermana mayor llamada Linnea, que vive en tierra firme. Estuvo casada y regentaba una cafeteria que abria los veranos. Pero despues murio su marido, se cayo por la pendiente que lleva hasta el supermercado Konsum; entonces cerro la cafeteria y se dedico a la religion. Ella hace de mensajera entre padre e hijo.

Me pregunto que pueden tener que decirse. ?Acaso la hermana se dedica a transmitir el gran silencio que los separa a ambos, ano tras ano?

La madre de Jansson lleva ya muchos anos muerta. Yo solo la vi una vez. Y entonces ya estaba entrando en el horrible mundo de tinieblas de la senilidad y creyo que yo era su padre, que habia fallecido en los anos veinte. Fue una experiencia conmovedora.

De haber ocurrido hoy, mi reaccion no habria sido tan desmesurada. Pero entonces yo era diferente.

En realidad, no se nada en absoluto sobre Jansson, salvo que su nombre de pila es Ture y que es empleado de Correos. Ni yo lo conozco a el ni el me conoce a mi. Pero, cuando aparece rodeando el cabo, suelo esperarlo en el muelle. Me quedo alli, preguntandome por que aun a sabiendas de que no obtendre respuesta.

Es como esperar a Dios o a Godot, solo que yo espero a Jansson.

Me siento ante la mesa de la cocina y abro el diario que llevo escribiendo hace anos, desde que vivo aqui. No tengo nada que contar ni a nadie que, un dia, pudiera estar interesado en lo que escriba. Y, aun asi, escribo. Todos los dias del ano, unos renglones cada dia. Sobre el tiempo, la cantidad de pajaros que veo en los arboles por mi ventana, mi salud. Solo eso. Si lo deseo, puedo abrirlo por cualquier fecha de hace diez anos y constatar que habia en el muelle un herrerillo comun o una urraca de mar cuando baje a esperar a Jansson.

Lo que escribo es la cronica de una vida que ha perdido el hilo.

Ya habia pasado la manana.

Habia llegado la hora de ponerse el gorro, salir a enfrentarse con el amargo frio y ponerse a esperar en el muelle la llegada de Jansson. En este tiempo, debe de pasar un frio terrible en el hidrocoptero. A veces creo percibir un leve aroma a alcohol cuando atraca en el muelle. Y lo comprendo.

Cuando me levante de la silla de la cocina, los animales se despertaron. El gato fue el primero en acercarse a la puerta; el perro es mucho mas lento. Les abri para que salieran y me puse el apolillado chaqueton de piel que un dia pertenecio a mi abuelo materno, me abrigue con la bufanda y me encaje bien el grueso gorro militar de la segunda guerra mundial. Despues baje al muelle. El frio cortaba la respiracion. Me detuve a escuchar. Aun no se oia ningun ruido. Ni pajaros, ni siquiera el hidrocoptero de Jansson.

Podia imaginarmelo perfectamente. Era como si condujese un viejo tranvia de esos cuyos conductores iban al descubierto. Su ropa de invierno era practicamente indescriptible. Abrigos, capotes, trozos de algun tipo de piel, incluso en dias tan frescos como hoy llegaba a ponerse encima un viejo albornoz. Antes solia preguntarle por que no se compraba uno de esos acolchados monos modernos que he visto en las tiendas de tierra firme. Pero el me decia que no le inspiraban ninguna confianza. Aunque, naturalmente, lo decia solo porque es un tacano. En la cabeza suele llevar un gorro de piel como el mio. Se cubre el rostro con un pasamontanas y un par de viejas gafas de motorista.

Le pregunte si el Servicio de Correos no tenia el deber de proporcionarle ropa adecuada. Pero me respondio con un murmullo indescifrable. Jansson quiere que su relacion con Correos se reduzca al minimo posible, pese a que le da trabajo.

Una gaviota yacia congelada sobre el hielo, junto al muelle. Tenia las alas cerradas y las patas rigidas y tiesas. Sus ojos parecian dos cristales relucientes. La deje en la playa, sobre una piedra. Al mismo tiempo, oi el ruido del motor del hidrocoptero. No tenia que mirar el reloj para saber que llegaba puntual. Jansson venia de Vesselso. Alli vive una vieja que se llama Asta Carolina Akerblom. Tiene ochenta y ocho anos y sufre intensisimos dolores en los brazos, pero se niega a abandonar el tipo de vida que lleva en la isla donde nacio. Jansson me ha contado que no ve muy bien, pero que sigue tejiendo jerseis y calcetines para sus numerosos nietos, que viven repartidos por todo el pais. Le pregunte como quedaban los jerseis. ?Sera posible tejer y seguir un modelo cuando se es medio ciego?

El hidrocoptero se acerco bordeando el cabo que da a Lindsholmen. Es un curioso espectaculo donde la nave, como un insecto gigantesco, se deja ver de repente con la figura de un hombre envuelto en mil capas de abrigo tras el volante. Jansson apago el motor, la gran helice dejo de hacer ruido por fin y el hombre bajo al muelle y se quito las gafas y el pasamontanas. Tenia el rostro enrojecido y sudoroso.

– Me duelen las muelas -explico tan pronto como, con algo de esfuerzo, puso el pie en el muelle.

– ?Y que quieres que haga yo?

– Tu eres medico.

– Pero no dentista.

– Me duele aqui abajo, en el lado izquierdo.

Jansson abrio la boca de par en par, como si, de repente, hubiese divisado una aparicion horrenda detras de mi. Mis dientes estan en un estado bastante aceptable. Me basta con visitar al dentista una vez al ano.

– Pues yo no puedo hacer nada. Tendras que ir al dentista.

– Bueno, podrias mirar, por lo menos.

Jansson no se rendia. Entre en el cobertizo y busque hasta encontrar una linterna y un depresor.

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