Un nino pequeno y regordete que patinaba mas rapido que los demas. Intente verme a mi mismo como uno de los jugadores que habia en la pista. ?Cual de ellos habria sido yo, con mi palo de hockey, mucho mas pesado que los suyos? Desde luego, no aquel pequeno tan rapido, con tanto talento para el juego. Yo habria sido uno de los otros, uno del monton, del que podrian prescindir en cualquier momento para sustituirlo por otro del monton.

«Nunca quedarse en el suelo sin necesidad.»

Yo hice lo que no se debia hacer.

Regrese al hotel. No habia recepcionista de guardia por la noche; la puerta se abria con la llave de la habitacion. Harriet estaba acostada y tapada con el edredon. En su mesilla de noche vi una de las botellas de aguardiente.

– Creia que te habias marchado -confeso-. Voy a dormirme. Me he tomado un trago y un somnifero.

Harriet se dio la vuelta. Pronto estaria dormida. Con sumo cuidado le tome el pulso poniendole la mano en la muneca. Setenta y ocho pulsaciones por minuto. Me sente en una silla, encendi el televisor y me puse a ver las noticias con el volumen al minimo, de modo que ni siquiera mi aguzado oido de curioso entendia lo que se decia. Las imagenes parecian las mismas de siempre. Gente sangrando, muriendo de hambre, torturada. Y luego la larga hilera de hombres elegantemente vestidos que pronunciaban interminables discursos, sin piedad, siempre sonrientes y arrogantes. Apague el televisor y me acoste encima de la colcha. Antes de dormirme, pense en la joven policia de rubios cabellos.

A la una del dia siguiente llegamos cerca de Hudiksvall. Habia dejado de nevar y no habia hielo en la carretera. Harriet senalo un cartel en el que se leia Rangevallen. Era una mala carretera, muy transitada por grandes maquinas de las que se utilizan en el bosque. Volvimos a girar, ahora para tomar una carretera de un solo sentido. El bosque era espesisimo. Me pregunte que clase de persona seria la hija de Harriet para poder vivir sola en el corazon del bosque. Eso era lo unico que le habia preguntado durante el viaje, si Louise tenia marido e hijos. Pero me dijo que no. Aqui y alla aparecian pilas de vigas de madera amontonadas. El camino me recordo al que nos habia llevado a la casa de Sara Larsson.

Cuando se abrio el bosque vi varios edificios en ruinas y varios jardines. Habia alli, ademas, una caravana con una amplia tienda de campana anexa.

– Hemos llegado -anuncio Harriet-. Ahi es donde vive mi hija.

– ?En la caravana?

– ?Acaso ves alguna otra casa que no se haya venido abajo?

Le ayude a salir del coche y saque el andador. De lo que parecia haber sido una caseta de perro se oia el ruido de un motor. No podia ser otra cosa que un generador. En el techo de la caravana habia una antena parabolica. Las vistas desde el otro lado de la caravana eran muy hermosas. Nos quedamos alli unos minutos, pero no sucedio nada. Yo anoraba intensamente regresar a mi isla.

Entonces se abrio la puerta de la caravana y vimos salir a una mujer.

Llevaba un albornoz de color rosa y zapatos de tacon. Pense que no resultaba facil determinar su edad. Sostenia en la mano una baraja de cartas.

– Esta es mi hija -dijo Harriet.

Despues empezo a caminar con el andador en direccion a la mujer, que intentaba guardar el equilibrio sobre la nieve con los zapatos de tacon.

Yo me quede donde estaba.

– Este es tu padre -le dijo Harriet a su hija.

La nieve podia respirarse. Pense en Jansson y desee que hubiese podido venir a recogerme en su hidrocoptero.

Segunda parte. El bosque

1

Mi hija no tiene ningun pozo.

Claro que la caravana no disponia de agua canalizada. Pero tampoco vi una sola bomba en el jardin. Para obtener agua debia recorrer el sendero que discurria pendiente abajo, a traves de un soto, hasta llegar a una granja abandonada cuyas ventanas mostraban el interior vacio y en cuya chimenea se posaban cuervos vigilantes. Alli habia una bomba oxidada que le proporcionaba el agua. Mientras yo accionaba la manivela arriba y abajo, el hierro oxidado chirriaba doliente.

Los cuervos no se inmutaron.

Eso fue lo primero que me pidio mi hija. Que fuese a buscarle dos cubos de agua. Me alegro de que no dijese nada mas. Podia haber empezado a gritarme que me largase o haber sufrido un injustificado ataque de alegria al haber conocido por fin a su padre. Pero lo unico que hizo fue pedirme que fuese a buscarle agua. Tome los cubos y recorri el sendero nevado. Me pregunte si ella iria a buscar agua con los tacones y el albornoz. Pero ante todo me preguntaba que era lo que habia sucedido tiempo atras y por que no me habian dicho nada.

La granja abandonada estaba a unos doscientos metros. Cuando Harriet me explico que la mujer que aparecio del interior de la caravana era mi hija, comprendi enseguida que decia la verdad. Harriet no sabia mentir. Empece a buscar en mi memoria el instante en que fue engendrada. Lo mas logico, pense mientras hundia mis pies en la nieve, era que Harriet hubiese descubierto su estado cuando yo ya me habia marchado. Es decir, que la concepcion debio de producirse aproximadamente un mes antes de que nos separasemos.

Intente recordar.

El bosque callaba. Me sentia como si estuviese caminando de puntillas sobre la nieve, como un duende surgido de un viejo cuento. Nunca hicimos el amor en otro sitio que no fuera su sofa cama. De modo que alli concebimos a mi hija. Cuando me marche y Harriet se quedo esperandome en vano, aun no lo sabia. Cuando lo supo, yo ya no estaba.

Bombee para sacar el agua. Despues deje los cubos y entre en la casa abandonada. La puerta de la entrada estaba destrozada y, cuando la empuje con el pie, se solto de una de las bisagras.

Recorri las habitaciones, que olian a moho y a madera podrida. Cuanto alli quedaba parecia los restos de barcos naufragados. Bajo el papel pintado hecho jirones de las paredes sobresalian viejos periodicos. Del diario Ljusnan, del 12 de marzo de 1969. «Se produjo un accidente de coche en…» Faltaba lo demas. «La senora Mattsson muestra en esta fotografia uno de sus ultimos sombreros, creado con todo esmero…» La fotografia estaba rasgada y solo se veia el rostro de la senora Mattsson y una mano, pero ningun sombrero. En el dormitorio se veian los restos de una cama de matrimonio, destrozada, como si la hubiesen roto con un hacha. Alguien, en un acceso de ira, la habia hecho trizas para que nadie pudiese usarla nunca mas.

Intente imaginarme a las personas que habian vivido alli y que un dia rompieron con aquel lugar y se marcharon para no volver jamas. Pero sus rostros miraban hacia otro lado. Las casas abandonadas son como los expositores de un museo que se hubieran quedado vacios. Volvi a salir pensando que, de forma por completo inesperada, me encontraba con que tenia una hija en los bosques al sur de Hudiksvall. Una hija que debia de tener treinta y siete anos y que vivia en una caravana. Una mujer que aparecio en la nieve con un albornoz rosa y zapatos de tacon.

Desde luego, algo si que sabia.

Harriet no la habia preparado para mi visita. Claro que ella sabia que tenia un padre, pero no que fuera yo. De modo que no era yo el unico sorprendido. Harriet habia conseguido asombrarnos a los dos.

Tome los cubos y emprendi el camino de regreso. ?Por que viviria mi hija en una caravana en medio del bosque? ?Quien era? En el momento de estrecharnos la mano, no me atrevi a mirarla a los ojos. Un fuerte olor a perfume me azoto en la cara. Y tenia la mano sudorosa.

Deje los cubos y estire los brazos.

– Louise -dije en voz alta, como para mi mismo-. Tengo una hija que se llama Louise.

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