Aquellas palabras me dejaron mudo, un tanto asustado, pero tambien de buen humor. Harriet habia llegado cruzando el hielo en el hidrocoptero de Jansson y me traia novedades sobre la vida, no solo sobre la muerte que no tardaria en llevarsela a ella.
Lleve los cubos hasta la caravana y llame a la puerta. Me abrio Louise. Aun llevaba los zapatos de tacon, pero habia sustituido el albornoz por unos pantalones y un jersey. Tenia muy buen tipo. Y eso me turbo.
La caravana no era muy amplia. Harriet estaba sentada detras de una pequena mesa que habia junto a la ventana. Me sonrio. Y yo le devolvi la sonrisa. El ambiente estaba caldeado. Louise estaba preparando cafe.
Tenia una voz hermosa, como su madre. Si el hielo podia cantar, tambien mi hija podia.
Eche una ojeada a mi alrededor. Varios ramilletes de rosas secas colgaban del techo y tambien habia una estanteria llena de papeles y cartas y, sobre un taburete, una vieja maquina de escribir. Tenia una radio, pero no vi ningun televisor. Empece a preocuparme por el tipo de vida que en realidad llevaria. Parecia similar a la mia.
«Asi has venido a mi», me dije. «Lo mas inesperado que jamas me ha sucedido».
Louise coloco el termo y las tazas de plastico sobre la mesa. Yo me sente en la cama, junto a Harriet. Louise se quedo de pie, mirandome.
– Me alegro de no llorar -dijo-. Pero me alegro mas aun de que no te hayas puesto histerico jurando y perjurando lo contento que estas ante la noticia.
– Lo mas probable es que no haya comprendido aun del todo. Ademas, nunca me altero tanto como para perder el control.
– ?Acaso no crees que sea verdad?
Pense en los viejos documentos y protocolos que contenian los relatos, siempre parecidos, de los jovenes que juraban no ser ellos los padres.
– Estoy convencido de que es verdad.
– ?Te sientes triste por no haberme conocido antes, por verme entrar en tu vida tan tarde?
– Estoy bastante hecho a la tristeza -respondi-. Lo que mas siento ahora es admiracion. Hasta hace una hora, no tenia hijos. Y jamas pense que me ocurriria.
– ?A que te dedicas?
Mire a Harriet. Estaba claro que jamas le habia dicho nada a Louise sobre quien era su padre, ni siquiera que era medico. Me indigno. ?Que le habia contado de mi? ?Que su padre fue alguien que pasaba por alli?
– Soy medico. O al menos lo era.
Louise me observo con la taza en la mano. Vi que llevaba anillos en todos los dedos de la mano. Incluso en el pulgar.
– ?Que clase de medico?
– Cirujano.
Hizo una mueca. Pense en la reaccion de mi padre el dia en que, a la edad de quince anos, le revele cual seria mi eleccion profesional.
– ?Puedes extender
– Ya no. Estoy jubilado.
– Una lastima.
Louise dejo la taza y se puso un gorro de lana en la cabeza.
– Aqui se hace pis detras de la caravana. Luego le echas nieve encima. Si tienes que hacer algo de mas envergadura, utiliza la letrina que hay junto a la lenera.
Desaparecio por la puerta haciendo equilibrio sobre sus tacones. Yo me volvi hacia Harriet.
– ?Por que no me lo habias dicho? ?Es una verguenza!
– ?No me hables a mi de verguenzas! No sabia como ibas a reaccionar.
– Habria sido mas facil si me hubieras preparado.
– No me atrevia. ?Y si me dejabas en el arcen e interrumpias el viaje? ?Como iba yo a saber que querias tener hijos?
Harriet tenia razon. ?Como iba a saber cual seria mi reaccion? Tenia todos los motivos imaginables para desconfiar de mi.
– ?Por que vive asi? ?De que vive?
– Ella ha elegido vivir asi. Y no se de que vive.
– Pero, algo sabras, ?no?
– Bueno, escribe cartas.
– Ya, pero de eso no se puede vivir, ?verdad?
– Al parecer, es posible.
De repente cai en la cuenta de que las paredes de la caravana eran muy delgadas y de que mi hija tal vez estuviese con la oreja pegada, escuchando. Tal vez hubiese heredado mi vicio de escuchar a escondidas.
Baje la voz y segui en un susurro.
– ?Por que se viste asi? ?Por que lleva tacones?
– Mi hija…
– ?Nuestra hija!
– Nuestra hija siempre ha sido una persona muy especial. Ya cuando tenia cinco anos, yo estaba convencida de que sabia lo que queria hacer con su vida y de que yo nunca la entenderia.
– ?Que quieres decir con eso?
– Siempre quiso vivir sin preocuparse excesivamente de lo que pensaban o dejaban de pensar los demas. Por ejemplo, de sus zapatos. Son muy caros. De Ajello, fabricados en Milan. No es normal que la gente se atreva a vivir de ese modo.
Se abrio la puerta y la hija de ambos entro en la caravana.
– Tengo que descansar -dijo Harriet-. Estoy agotada.
– Tu siempre has estado agotada -replico Louise.
– Pero no siempre he estado moribunda.
Por un instante se las oyo grunir como dos gatas. Un grunido no del todo amable, pero tampoco malvado. En cualquier caso, ninguna de las dos parecia sorprendida. Comprendi que, para Louise, no era ningun secreto el que Harriet estuviese muriendose.
Me levante para que ella pudiese tumbarse en la estrecha cama. Louise se calzo un par de botas.
– Salgamos un rato. Necesito hacer algo de ejercicio. Ademas, supongo que los dos estamos algo conmocionados.
Habia un sendero que a fuerza de pasar se habia abierto en direccion a la granja abandonada. Discurria ante una vieja despensa y nos condujo hasta un espeso bosquecillo de abetos. Louise caminaba deprisa y me costaba seguirla. De repente, se detuvo y se dio la vuelta.
– Creia que mi padre habia desaparecido en America. Un padre llamado Henry, que adoraba las abejas y que dedico su vida a investigar sobre ellas. Durante todos estos anos transcurridos, jamas me envio ni siquiera un tarro de miel. Yo crei que habias muerto. Pero resulta que no estas muerto. Y he podido conocerte. Cuando volvamos a la caravana, os hare una fotografia a Harriet y a ti. Tengo montones de fotos de Harriet, sola o conmigo. Pero quiero tener una de mi padre y de mi madre antes de que sea demasiado tarde.
Continuamos sendero arriba.
Pense que, en el fondo, Harriet le habia dicho la verdad. O al menos toda la verdad que podia decir sin mentir. Yo me habia marchado a America y, en efecto, de joven me interese por las abejas. Ademas era innegable que, ciertamente, no estaba muerto.
Caminabamos sobre la nieve.
Louise tomaria la instantanea que queria de sus padres.
Aun no era demasiado tarde para hacer la fotografia que le faltaba.
2
El sol se ocultaba en el horizonte.