– ?Que diablos…? -exclamo Claudel.

– ?Que sucede? -dijo Ryan.

– ?Maldicion! -profirio Charbonneau.

Habiamos esperado que husmeara en el lugar del enterramiento que se encontraba detras de nosotros, pero en lugar de ello cruzo directamente el sendero y se metio entre los arboles que estaban mas abajo. La observamos en silencio.

Un par de metros mas alla se detuvo, agacho el hocico y aspiro varias veces. Exhalo bruscamente el aire, se desplazo a la izquierda y repitio la maniobra. Estaba rigida, con todos los musculos en tension. Mientras la observaba se formaban diversas imagenes en mi mente: la huida entre la oscuridad, una brusca caida, un agujero en el suelo.

Margot capto de nuevo mi interes. Se habia detenido en la base de un pino y centraba toda su atencion en el suelo que tenia delante. Bajo el hocico y aspiro. A continuacion, como a impulsos de un instinto salvaje, se le erizo la piel del lomo y sus musculos vibraron. Levanto el hocico en el aire, aspiro por ultima vez y corrio salvajemente. Se abalanzaba y retrocedia con la cola entre las patas ladrando e intentando morder el suelo frente a ella.

– ?Margot! Ici! -ordeno DeSalvo.

Se abalanzo entre las ramas y la asio por el correaje apartandola del origen de su agitacion.

No tuve que mirar: sabia que habia encontrado y que no. Recordaba haber estado observando la tierra seca y el agujero vacio: ?excavado con la intencion de enterrar o el intento de descubrir? Ahora lo sabia.

Margot ladraba y gemia ante el hueco donde yo habia caido la noche anterior y que seguia vacio, aunque el olfato del animal me confirmaba cual habia sido su contenido.

Capitulo 18

La playa, grandes olas, gaviotas que rozaban las aguas con larguiruchas alas. Pelicanos que se deslizaban como aviones de papel y luego plegaban sus alas para caer en picado en el mar. Mentalmente me encontraba en Carolina. Percibia el olor de las salobres marismas internas, la espuma salada del oceano, la arena humeda, los peces varados en la playa y las algas que se secaban en la arena. Hatteras, Ocracoke y Bald Head al norte; Pawley's, Sullivan's y Kiawah al sur. Deseaba estar en casa, no me importaba en que isla. Anhelaba ver palmitos y barcas pesqueras de camarones, no mujeres asesinadas y descuartizadas.

Abri los ojos y distingui unas palomas en la estatua de Norman Bethune. El cielo era grisaceo, con restos amarillos y rosados de la puesta de sol, como vanguardia de la proxima oscuridad. Las luces de las farolas y los letreros de los comercios anunciaban la llegada del anochecer con sus parpadeos de neon. Los vehiculos circulaban por tres carriles, un rebano motorizado de cuatro ruedas que marchaba de mala gana hacia el pequeno triangulo de verdor de Guy y de Maisonneuve.

En el mismo banco que yo ocupaba se encontraba un hombre con jersey canadiense. Los cabellos que le caian en los hombros eran de un rubio descolorido, y los coches que pasaban y lo iluminaban por detras formaban un halo en su cabeza como cristal hilado. Tenia los ojos del color de los pantalones vaqueros que se han lavado infinitas veces y estaban enrojecidos y con leganas amarillentas goteando en las comisuras, que se retiro con sus palidos dedos. En el pecho lucia una cruz de metal del tamano de mi mano colgada de una cadena.

Habia regresado a casa a ultima hora de la tarde, conectado el telefono al contestador y dormido. En mis suenos, fantasmas de gente conocida se habian alternado con figuras irreconocibles en un desfile incoherente. Ryan perseguia a Gabby en un edificio de ventanas tapiadas; Pete y Claudel cavaban un hoyo en mi patio; Katy yacia sobre una bolsa de plastico de color marron en el suelo de la casa de la playa, quemandose la piel y negandose a aplicarse locion; una figura amenazadora me acechaba en St. Laurent.

Desperte varias veces y por fin me levante a las ocho de la tarde con jaqueca y hambrienta. En la pared, junto al telefono, se reflejo repetidamente una luz roja y luego difusa. Habia tres mensajes. Avance a trompicones hacia el aparato y lo puse en marcha.

Pete consideraba una oferta en un bufete de abogados de San Diego. ?Magnifico! Katy pensaba en dejar la escuela. ?Estupendo! El siguiente habia colgado. Por lo menos aquella no era una mala noticia. Aun seguia sin saber nada de Gabby. ?Soberbio!

Veinte minutos de charla con Katy no aliviaron mi espiritu. Se mostraba cortes, pero evasiva. Por fin, tras un largo silencio, dijo:

– Hablare contigo mas tarde.

Y colgo el aparato. Yo habia cerrado los ojos y permanecia muy quieta. Mentalmente veia a Katy a los trece anos, su cabecita pegada a la de Appaloosa, sus rubios cabellos mezclados con las negras crines del animal. Pete y yo habiamos acudido a visitarla al campamento. Al vernos se le ilumino el rostro y dejo al caballo para echarme los brazos al cuello. Entonces estabamos muy unidas. ?Por que habria desaparecido aquella intimidad? ?Por que era desdichada? ?Por que deseaba dejar la escuela? ?Era por la separacion? ?Seriamos Pete y yo los culpables?

Abrumada por mi incapacidad maternal marque el numero del apartamento de Gabby sin obtener respuesta. Recorde una ocasion en que mi amiga habia desaparecido durante diez dias. Yo me volvi loca de preocupacion por ella, y resulto que se habia retirado para descubrir su ser interior. Tal vez no podia ponerme en contacto con ella porque de nuevo trataba de conocerse interiormente.

Me tome dos comprimidos que me aliviaron la cabeza y un plato combinado en el Singapore que sacio mi apetito. Pero nada calmaba mi descontento. Ni los palomos ni los desconocidos del banco del parque me distraian de los temas constantes. Los interrogantes estallaban y rebotaban como autos de choque en mi cabeza. ?Quien seria el asesino? ?Como escogia a sus victimas? ?Las conocia? ?Se ganaba su confianza para introducirse en sus hogares? Adkins habia sido asesinada en su casa. ?Y en cuanto a Trottier y Gagnon? ?Donde? ?En un lugar preestablecido? ?Un lugar escogido para su asesinato y descuartizamiento? ?Como se presentaba el asesino? ?Seria Saint Jacques? Miraba a los palomos sin verlos. Imaginaba a las victimas y su temor. Chantale Trottier solo tenia dieciseis anos. ?La habria forzado a punta de navaja? ?Cuando habia sabido ella que iba a morir? ?Le habria rogado que no la lastimase? ?Habria suplicado por su vida? Otra imagen de Katy, los padres de otras Katys. Compasion hasta el extremo del sufrimiento.

Me centre en el momento presente. Por la manana habia trabajado en el laboratorio con los huesos descubiertos. Habia tratado con Claudel, me habia curado las costras del rostro. De modo que Katy aspiraba a seguir carrera como fan de un grupo de la NBA, y nada de cuanto le dijera lograba disuadirla. Y Pete acaso partiera a la costa. Yo estaba cachonda como Madonna y no tenia ningun alivio a la vista. ?Y donde diablos estaria Gabby?

– ?Ya esta! -dije sobresaltando a los palomos y al hombre que se sentaba junto a mi. Sabia lo que podia hacer.

Volvi a casa, entre directamente en el garaje y fui en coche a la plaza St. Louis. Aparque en Henri Julien y gire por la esquina hacia el apartamento de Gabby. En ocasiones aquel edificio me habia recordado la casita de ensueno de Barbie; aquella noche me parecia digna de Lewis Carroll. Esboce una sonrisa. Una sola bombilla iluminaba el porche de color lavanda proyectando la sombra de las petunias contra las tablas. Las mirillas de las ventanas fijaban en mi sus negros ojos y decian: «Alicia no esta en casa.»

Llame al timbre del numero tres.

Nada. Volvi a llamar. Silencio. Intente el numero uno, luego el dos y el cuatro. No obtuve respuesta. El pais de las Maravillas estaba cerrado aquella noche.

Rodee el parque y trate de localizar el coche de mi amiga. No estaba alli. Sin un plan definido, tome direccion sur y luego este hacia el Main.

Tras veinte frustrantes minutos en busca de un lugar de aparcamiento deje el coche en una de las callejuelas sin pavimentar que concluyen en St. Laurent. Aquella era notable por las latas de cerveza aplastadas y el hedor a orines rancios. Abundaban los montones de basura y se distinguia el sonido de una maquina de discos a traves de los ladrillos de la izquierda. Era un escenario que habria merecido un anuncio de alarmas de automoviles. Puesto

Вы читаете Testigos del silencio
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×