– ?Es una hembra, cherie!

Regrese a casa en coche, dejando vagar mis pensamientos y sin apenas prestar atencion al trayecto. De Maisonneuve estaba desierto, los semaforos funcionaban ante una vivienda vacia. De pronto aparecieron unos faros por mi espejo retrovisor que se clavaron en mi.

Cruce Peel y me situe a la derecha para dar paso al vehiculo. Las luces se movieron conmigo. Regrese al carril interior. El conductor me siguio y puso las luces largas.

– ?Asno! -exclame.

Acelere. El coche siguio pegado a mi parachoques.

Senti un ramalazo de temor. Tal vez no se tratara solo de un borracho. Mire de reojo el retrovisor y trate de distinguir al conductor, pero solo vislumbre una silueta. Parecia grande. ?Seria un hombre? No podia asegurarlo. Las luces eran cegadoras; el coche, inidentificable.

Las manos me resbalaban en el volante, cruce Guy, gire a la izquierda una y otra vez alrededor de la manzana prescindiendo de las luces rojas, me meti a toda marcha en mi calle y a continuacion en el garaje subterraneo del edificio.

Aguarde a que la puerta electrica se cerrara y funcionase el seguro con la llave preparada y los oidos alerta al sonido de pisadas. Nadie me seguia. Mientras cruzaba el vestibulo de la planta baja mire a traves de las cortinas. Un coche vagaba por la esquina, en el otro extremo de la calle, con las luces encendidas, y el conductor se recortaba como una negra sombra entre la oscuridad que precede al amanecer. ?Se trataria del mismo coche? No podia estar segura de ello. ?Lo habria despistado?

Veinte minutos despues me encontraba tendida observando tras mi ventana la cortina de oscuridad que disipaba su negrura en el triste grisaceo del amanecer. Birdie ronroneaba en el hueco de mi rodilla. Estaba tan agotada que me quite las ropas y me desplome en el lecho prescindiendo de los preliminares. Algo impropio en mi, pues suelo ser muy estricta con la limpieza de mi dentadura y mi maquillaje. Pero aquella noche no me importaron.

Capitulo 20

El viernes es el dia de recogida de basura en mi manzana. Dormi sin que me molestara el sonido del camion recogedor, los empujones de Birdie ni tres llamadas telefonicas.

Me desperte a las diez y cuarto, aturdida y con jaqueca. Era evidente que ya no tenia veinticuatro anos. Me vi obligada a reconocer que pasar la noche en blanco dejaba sentir sus efectos.

Mis cabellos, mi piel, incluso la almohada y las sabanas olian a humo viciado. Meti las sabanas y las ropas de la noche en la lavadora y luego me di una larga y espumosa ducha. Extendia mantequilla de cacahuete en un croissant duro cuando sono el telefono.

– ?Temperance? -Era LaManche.

– Si.

– He tratado de localizarla.

Mire el contestador. Habia tres mensajes.

– Lo siento.

– Oui. ?La veremos hoy? El senor Ryan ya ha llamado.

– Antes de una hora estare ahi.

– Bon.

Pase los tres mensajes. Un alumno preocupado; LaManche; alguien que habia colgado. No estaba preparada para problemas estudiantiles, por lo que intente hablar con Gabby. No obtuve respuesta. Marque el numero de Katy y me respondio su contestador.

– Deje un mensaje breve como este -exclamo una voz animada.

Asi lo hice, aunque no tan animada.

A los veinte minutos estaba en el laboratorio. Meti mi bolso en un cajon del escritorio, prescindi de las notas de color rosa diseminadas por la mesa y baje inmediatamente al deposito.

Los cadaveres llegan primero al deposito y son ingresados y conservados en compartimientos refrigerados hasta que se les asigna un patologo del LML. La jurisdiccion esta codificada por el color del suelo. El deposito da directamente a las salas de autopsia, y el suelo rojo de cada acceso del deposito se interrumpe bruscamente en el umbral de la sala de autopsias respectiva. El deposito esta dirigido por un juez de instruccion, y el LML controla las operaciones. El suelo rojo corresponde al juez; el gris, al LML. Yo realizo mis examenes iniciales en una de las cuatro salas de autopsias; a continuacion los huesos se envian arriba, al laboratorio de histologia, para su consiguiente limpieza.

LaManche efectuaba una incision en forma de i griega en el pecho de una nina, los pequenos hombros apoyados en una almohada de caucho, las manos extendidas a los costados como si se dispusiera a formar un angel en la nieve. Mire inquisitiva a LaManche.

– Secouee -se limito a responderme. Conmocionada.

En el extremo opuesto de la sala, Nathalie Ayers trabajaba en otra autopsia mientras Lisa levantaba el esternon de un joven bajo cuya mata de cabellos pelirrojos le abultaban los ojos purpureos e hinchados. Distingui un agujerito negro en la sien derecha: suicidio. Nathalie era una nueva patologa del LML y aun no se habia enfrentado a ningun homicidio.

Daniel deposito el escalpelo que estaba afilando.

– ?Necesita los huesos de Saint Lambert?

– S'il vous plait. ?En el numero cuatro?

Asintio y desaparecio en el deposito.

La autopsia del esqueleto me absorbio varias horas y confirme mi impresion inicial de que los restos pertenecian a una mujer blanca de unos treinta anos. Pese al escaso tejido blando que quedaba, los huesos se hallaban en buenas condiciones y conservaban algo de grasa. Llevaba muerta de dos a cinco anos. Lo unico extrano era un arco no soldado que aparecia en su quinta vertebra lumbar. Sin la cabeza seria dificil identificarla positivamente.

Pedi a Daniel que trasladara los huesos al laboratorio de histologia y que los lavara, y subi a mi despacho. El monton de notas de color rosado habia crecido. Telefonee a Ryan y le hice un resumen. Por su parte ya estaba elaborando informes de personas desaparecidas con la policia de St. Lambert.

Una de las llamadas procedia de Aaron Calvert, desde Norman, en Ohlahoma, y era del dia anterior. Marque su numero, y una voz almibarada me informo que no se hallaba en su despacho. Me manifesto cuanto lo sentia y me garantizo que le transmitiria el mensaje. Era profesionalmente afable. Deje a un lado los restantes mensajes y acudi a ver a Lucie Dumont.

El despacho de Lucie estaba atestado de terminales, monitores, impresoras y toda clase de parafernalia informatica. Los cables se remontaban por las paredes y desaparecian por el techo o estaban enganchados en el suelo en manojos. Montones de impresos se amontonaban en las estanterias y los archivadores, desplegandose como un aluvion a punto de precipitarse.

El escritorio estaba situado frente a la puerta, y el panel de control de armarios y hardware formaban una especie de herradura detras de ella. Trabajaba desplazandose de uno a otro sitio, empujando la silla con sus zapatillas sobre el gris embaldosado. Lucie aparecia ante mi de espaldas, recortada su silueta contra una pantalla de verde resplandor. Raras veces veia su rostro.

Aquel dia ante la mesa en forma de herradura habia cinco japoneses con traje, que rodeaban a Lucie con los brazos pegados al cuerpo asintiendo gravemente mientras ella les senalaba algo en una terminal y les explicaba su significado. Maldije mi falta de oportunidad y fui al laboratorio de histologia.

El esqueleto de St. Lambert habia llegado del deposito. Me dedique a analizar los cortes al igual que habia hecho con Trottier y Gagnon. Describi, medi y trace la localizacion de cada marca e hice moldes de los falsos inicios. Al igual que en los otros, los pequenos cortecitos y zanjas sugerian la intervencion de sierra y cuchillo. Los

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