conseguiria gritar antes de verme dominada? ?Antes de que el asesino me silenciara con un tajo en la garganta? ?Suficientes para alertar a la policia que se encontraba afuera?

Pasee la mirada a uno y a otro lado frenetica, como un animal que ha caido en una trampa. Una negra masa ocupo el marco de la puerta: una figura humana. Permaneci muda, inmovil, incapaz siquiera de proferir mis ultimos gritos.

La figura vacilo como si se sintiera insegura de efectuar su proximo movimiento. No distingui sus rasgos: solo se veia su silueta recortada en la entrada, en el unico acceso y salida. ?Dios!, ?por que no dispondria de una pistola?

Transcurrieron lentamente unos segundos. Tal vez aquel personaje no distinguia mi contorno en el borde del lecho. Tal vez la habitacion pareciera vacia desde la puerta. ?Llevaria el desconocido una linterna? ?Encenderia la luz de la habitacion?

Mi mente se libero de su paralisis. ?Que me habian ensenado en las clases de autodefensa? Huye cuando te sea posible. No era mi caso. Si te arrinconan, lucha con todas tus fuerzas: muerde, golpea, propina patadas, hiere al contrincante. Primera regla: procura que no te abata en el suelo. Segunda norma: que no te inmovilice debajo. Si, sorprendelo. Si consiguiera llegar a una de las puertas de salida, los policias que estaban afuera me salvarian.

Ya tenia el pie izquierdo en el suelo. Aun tendida de espaldas, impulse la pierna derecha hacia el borde de la cama, milimetro a milimetro, girando sobre mis nalgas. Tenia ambos pies en el suelo cuando aquella sombra hizo un movimiento brusco y me dejo cegada por el resplandor de la luz.

Me protegi los ojos con la mano y me abalance sobre el desconocido en un esfuerzo desesperado de apartarlo a un lado y huir del dormitorio. Pero se me enredo un pie con la sabana y cai de cabeza en la alfombra. Rode rapidamente a la izquierda, me puse en seguida de rodillas y me volvi hacia mi asaltante. Tercera regla: nunca des la espalda a tu enemigo.

El desconocido se encontraba en el otro lado de la habitacion, apoyada aun la mano en el interruptor de la luz. Pero ahora tenia rostro, un rostro distorsionado por alguna confusion interior que yo no podia imaginar. Era un rostro conocido. En cuanto al mio, exhibia una sucesion de expresiones: terror, reconocimiento, confusion. Fijamos una en otra largamente nuestras miradas sin movernos ni decir palabra. Nos miramos de un extremo al otro de la habitacion.

Entonces me eche a gritar.

– ?Maldita seas, Gabby! ?Eres una condenada estupida! ?Que haces aqui? ?Se puede saber que te he hecho? ?Maldita necia!

Me sente sobre mis talones con las manos en los muslos sin controlar las lagrimas que banaban mi rostro ni los sollozos que me sacudian.

Capitulo 25

Me balancee sobre las rodillas y los talones, entre gritos y sollozos. Mis palabras carecian de sentido y, mezcladas con el llanto, se volvian incoherentes. Reconocia mi voz, pero habia perdido la facultad de reprimirla. De mi boca fluia una especie de galimatias entre mis gritos y sollozos.

Los sollozos no tardaron en dominar a los gritos y se redujeron a un sofocado sonido aspirado. Con un ultimo estremecimiento me quede inmovil y centre mi atencion en Gabby, que tambien lloraba.

Se encontraba al otro lado de la habitacion con una mano en el interruptor y la otra sobre el pecho, cuyos dedos abria y cerraba de manera convulsiva. Jadeaba y las lagrimas se deslizaban por su rostro. Lloraba en silencio y, con excepcion del movimiento de su mano, parecia haberse quedado petrificada.

– ?Gabby! -exclame con un hilo de voz-. ?Por que?

Ella hizo un movimiento afirmativo que agito los rizos en torno a su ceniciento rostro y profirio unos breves sonidos aspirados, como si tratara de contener sus lagrimas. Parecia incapaz de formular palabra.

– ?Por Dios, Gabby! ?Estas loca? -susurre tras controlarme de modo razonable-. ?Que haces aqui? ?Por que no has llamado?

Ella parecio considerar la segunda pregunta, pero intento contestar a la primera.

– Necesitaba… hablar contigo.

Me limite a mirarla. Hacia tres semanas que trataba de encontrar a aquella mujer que me esquivaba, y a las cuatro y media de la manana irrumpia en mi casa y me envejecia por lo menos una decada.

– ?Como has podido entrar?

– Tengo una llave desde el verano pasado.

Sonidos entrecortados pero mas lentos: estaba mas tranquila.

Aparto su temblorosa mano del interruptor y me mostro una llave que pendia de una cadenita.

Senti una creciente ira que reprimio mi agotamiento.

– Esta noche no, Gabby.

– Tempe, yo…

Le dirigi una mirada destinada a petrificarla de nuevo. Ella me miro a su vez quejumbrosa, sin comprender.

– No puedo ir a casa, Tempe.

Su expresion era sombria. Estaba rigida y parecia un antilope aislado de la manada y arrinconado. Un antilope grandisimo, pero sin embargo aterrado.

Sin decir palabra me puse en pie, saque toallas y sabanas del armario del pasillo y las eche en la cama de la habitacion de invitados.

– Hablaremos por la manana, Gabby.

– Tempe, yo…

– Por la manana.

Cuando conciliaba el sueno la oi llamar por telefono. No me importaba. Hasta el dia siguiente.

Y asi lo hicimos. Charlamos extensamente durante horas y horas. Ante cuencos de copos de maiz, platos de espagueti y tomando infinitos capuchinos. Charlamos enroscadas en el sofa y durante largos paseos arriba y abajo de Ste. Catherine. Fue un fin de semana de palabras, la mayoria procedentes de Gabby. Al principio yo estaba convencida de que ella deliraba. El domingo por la noche ya no me sentia tan segura.

El equipo de investigacion llego a ultima hora de la manana del sabado. Por deferencia a mi, avisaron primero, se presentaron sin estrepito y trabajaron con rapidez y eficacia. Aceptaron la presencia de Gabby como un acontecimiento natural: el consuelo de una amiga tras una noche espantosa. Explique a Gabby que un intruso se habia metido en el jardin y omiti mencionar la cabeza: ya estaba bastante confusa. El equipo se marcho con palabras de animo:

– No se preocupe, doctora Brennan: encontraremos a ese canalla. ?Animo!

La situacion de mi amiga era tan horrorosa como la mia. Su antiguo informante se habia convertido en su perseguidor. Lo encontraba en todas partes. A veces lo veia en un banco del parque; otras, la seguia por la calle. De noche merodeaba por St. Laurent. Aunque se negaba a hablar de el, se hallaba siempre presente. Guardaba la distancia pero sin perderla nunca de vista. En dos ocasiones penso que habia estado en su apartamento.

– ?Estas segura, Gabby? -le dije.

En realidad queria decir «?Has perdido el control?».

– ?Se llevo algo?

– No, por lo menos, no lo creo. No he echado nada de menos. Pero se que registro mi casa. Es facil darse cuenta de eso. Aunque no habia desaparecido nada, las cosas no estaban como yo las dejo. Parecia que les hubieran dado la vuelta.

– ?Por que no me devolviste las llamadas?

– Deje de contestar al telefono. Sonaba muchas veces al dia sin que respondiera nadie, y lo mismo sucedia con el contestador automatico: me colgaban continuamente. Deje de utilizarlo.

Вы читаете Testigos del silencio
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×