Si.

Consulte el informe. La direccion estaba alli. Hice aparecer mi hoja de calculo en la pantalla del ordenador. Alli figuraban todas, junto con los numeros telefonicos.

Pense que seria mejor ir al gimnasio a disipar mis frustraciones.

Si.

Investigar a solas no mejoraria la situacion con Claudel.

No.

Podia perder el apoyo de Ryan.

Cierto.

Seria injusto.

Imprimi los datos de la pantalla y escogi y marque un numero. Al tercer timbrazo me respondio un hombre que se sorprendio, pero accedio a verme. Cogi mi bolso y sali rapidamente del edificio.

Volvia a hacer calor, y el aire estaba tan impregnado de humedad que se habrian podido escribir letras en el aire. La neblina refractaba el resplandor del sol y lo difundia como una capa. Me dirigi en mi coche hacia la casa que Francine Morisette-Champoux habia compartido con su marido. Me habia decidido por aquel caso tan solo por su proximidad. La vivienda estaba junto al centro de la ciudad, a menos de diez minutos de mi apartamento. Si no tenia exito, me encontraria camino de casa.

Localice la direccion y me detuve. En la calle se alineaban casas de ladrillo de aspecto acomodado, todas ellas con sus balcones de hierro, garaje subterraneo y puertas de brillantes colores.

A diferencia de la mayoria de los vecindarios de Montreal, aquel carecia de nombre. La renovacion urbana habia transformado aquella parte de los parques nacionales canadienses sustituyendo senderos y cobertizos de herramientas por residencias, barbacoas y huertos con tomateras. El vecindario era agradable y de clase media, pero se resentia de una crisis de identidad. Estaba demasiado proximo al nucleo de la ciudad para ser realmente suburbano aunque a muy escasa distancia exterior del arco que definia el centro moderno. No era antiguo ni nuevo. Funcional y accesible, carecia de personalidad.

Llame al timbre y espere. El olor a cesped recien cortado y basura antigua matizaban el torrido ambiente. Dos puertas mas abajo un aspersor enviaba un arco de agua sobre un cesped de dimensiones regulares. Se oia el zumbido de un compresor central de aire entremezclado con el continuo chasquido del aspersor.

Al abrir la puerta me encontre con una especie de bebe crecido, con cabellos rubios y entradas, cuya parte central se arremolinaba en rizos sobre la frente. Tenia las mejillas y la barbilla rollizas y redondeadas y la nariz era breve y respingona. Era un hombre grande, no demasiado obeso, pero en vias de serlo. Aunque la temperatura era de treinta y dos grados, llevaba tejanos y sudadera.

– Monsieur Champoux, soy…

Abrio por completo la puerta y se puso a un lado para darme paso sin mirar la tarjeta de identificacion que yo le mostraba. Lo segui por un pasillo estrecho hasta un salon asimismo angosto. En una pared se alineaban diversas peceras que daban a la estancia una fantasmagorica tonalidad aguamarina. En el otro extremo de la estancia distingui un mostrador en el que se amontonaban pequenas redes, cajas de comida para peces y otros accesorios piscicolas. Unas puertas persianas daban a la cocina.

El senor Champoux despejo un espacio en el sofa y me indico que me sentara. En cuanto a el, se dejo caer en un sillon con butaca para los pies.

– Monsieur Champoux -comence de nuevo-. Soy la doctora Brennan del Laboratorio de Medicina Legal.

No le di mas aclaraciones confiando en evitar explicaciones adicionales acerca de mi papel concreto en la investigacion, de las que, en realidad, carecia.

– ?Han descubierto algo? Yo… Hace tanto tiempo, que no quiero seguir pensando en ello. -Parecia hablar al suelo de parque-. Hace ya un ano y medio que Francine murio y no he tenido noticias de su gente desde hace mas de un ano.

Me pregunte donde creeria que encajaba yo entre «mi gente».

– He respondido a demasiadas preguntas y he hablado con demasiadas personas. El juez de instruccion, los policias, la prensa… Incluso yo mismo contrate a un investigador. Deseaba sinceramente agarrar a ese tipo. Pero no sirvio de nada: nunca encontraron su pista. Pudieron determinar que la habia matado una hora antes; el juez de instruccion dijo que aun estaba caliente. Ese maniaco mata a mi mujer, se larga y desaparece sin dejar huella. -Movio la cabeza incredulo-. ?Han descubierto ya algo?

Me miraba con una mezcla de angustia y esperanza. La sensacion de culpabilidad me destrozo el corazon.

– No, monsieur Champoux, lo cierto es que no.

Salvo que otras cuatro mujeres habian sido asesinadas por aquel mismo animal.

– Solo deseaba revisar algunos detalles, ver si hay algo que se nos pasara por alto.

La esperanza desaparecio y emergio la resignacion. Se recosto en la silla y aguardo.

– ?Su mujer era dietista?

Asintio.

– ?Donde trabajaba?

– En cualquier lugar. Estaba contratada por el MAS, pero en cualquier momento podia encontrarse en cualquier lugar.

– ?El MAS?

– Ministerio de Asuntos Sociales.

– ?Se movia por ahi?

– Su labor consistia en aconsejar a las cooperativas de alimentacion, a grupos inmigrantes principalmente, acerca de como realizar sus adquisiciones de alimentos. Los ayudaba a formar las cocinas colectivas y luego les ensenaba a preparar sus comidas preferidas para que resultaran economicas, pero saludables. Les facilitaba la obtencion de productos, carne y demas, por lo general, en cantidad. Siempre visitaba las cocinas para asegurarse de que funcionaban debidamente.

– ?Donde se encontraban esos colectivos?

– En todas partes. En la Prolongacion del Parque, Cote des Neiges, Saint Henri, Litle Burgundy…

– ?Cuanto tiempo llevaba trabajando para el MAS?

– Seis, tal vez siete anos. Antes habia trabajado en Montreal General con un horario mucho mejor.

– ?Disfrutaba con su trabajo?

– ?Oh, si! Le encantaba.

Se le quebro la voz al pronunciar estas palabras.

– ?Tenia un horario irregular?

– No, era muy regular. Trabajaba constantemente: por las mananas, por las tardes, los fines de semana… Siempre que surgia un problema, recurrian a Francine para solucionarlo.

Apretaba y aflojaba las mandibulas.

– ?Disentian usted y su esposa acerca de su trabajo?

Permanecio en silencio unos momentos.

– Yo queria verla con mas frecuencia -dijo a continuacion-. Hubiera preferido que siguiera en el hospital.

– ?A que se dedica usted, senor Champoux?

– Soy ingeniero: construyo cosas. Pero en estos tiempos nadie esta muy deseoso de construir. -Profirio una triste sonrisa y ladeo la cabeza-. Me despidieron.

Se habia expresado con el termino ingles.

– Lo siento -dije. Luego anadi-: ?Sabe usted adonde iba su esposa el dia en que la asesinaron?

Nego con la cabeza.

– Aquella semana apenas nos habiamos visto. Se provoco un incendio en una de sus cocinas y se paso alli dia y noche. Podria haber estado alli o en cualquier otro sitio. Segun tengo entendido no llevaba ninguna clase de diario ni agenda. No la encontraron en su despacho ni yo la vi nunca por aqui. Me habia hablado de ir a cortarse el cabello. ?Diablos, ojala hubiera ido a la peluqueria!

Me miro con expresion torturada.

– ?Sabe usted lo que se siente? Ni siquiera se que se disponia a hacer mi esposa el dia en que murio.

Desde el trasfondo se oyo circular suavemente el agua de los depositos.

– ?Habia mencionado ella algo insolito? ?Llamadas telefonicas extranas? ?La visita de algun desconocido? -

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