apreciaban a traves de una camiseta negra. Me miraba--. Quieres pasar un rato con un hombre de verdad, ?eh? --Entonces recorde el aspecto que tenia. Una buscona imponente que no podia caminar sobre aquellos tacones.
– -Soy yo el hombre de verdad, guapo --le dije--. Y ahora, largate.
Segui adelante. Cada vez habia menos gente por la calle. El trafico de autobuses habia disminuido. Todo el mundo volvia al trabajo, dejandome a la vista de cualquiera. Necesitaba esconderme, pero todavia no podia arriesgarme a ir al sotano. Necesitaba salir de las calles antes de que otro tatuado me detuviera.
Me abri paso hasta el fondo de un autobus y tome asiento en la ultima fila, que estaba vacia, salvo un adolescente con una camiseta de los Raiders. Me quede alli escondida tras la sucia ventanilla de la izquierda e intente calmarme. Intente respirar con normalidad. Me seque la frente humeda bajo mis gafas. No podia dejar de pensar en Grady. ?Donde estaria ahora? ?Prestando declaracion?* ?En una celda? ?Habria llamado a un abogado? ?A quien? La unica forma de ayudarlo y ayudarme era resolviendo ese maldito embrollo.
Busque en la cartera y saque la grabadora Casio que Grady tenia consigo. Dijo que me sacaria de la biblioteca y habia tenido razon. Trate de no afligirme por el mientras la desempaquetaba, puse la cinta de Eileen y coloque los diminutos auriculares en mis orejas. Ahora me parecia a los demas pasajeros del autobus.
Aprete el boton play.
P: (Riendo) ?Deron, eh? Debia ser un buen chico judio.
Segui oyendo durante las siguientes cuatro horas mientras el autobus daba vueltas por mi ciudad natal. Bajando la calle Chestnut hasta la Seis, luego subiendo por Chestnut hasta el oeste de Filadelfia y otra vez para atras. El hincha de los Raiders hizo dos trayectos completos, y no era la unica persona que viajaba sin rumbo, quiza porque el vehiculo tenia aire acondicionado. Durante todo ese tiempo, la ultima fila se lleno y vacio varias veces. Los pasajeros iban y venian. Nadie me dirigio la palabra, ni tan siquiera una mirada.
El dia se convirtio en una tarde nublada; las cintas se agotaron y no encontre ninguna pista mas en las estupidas entrevistas con Eileen. Eh todo caso, las cintas eran mas importantes por lo que no decian. Eileen apenas menciono a Bill Kleeb; solo era una nota a pie de pagina de su fascinante biografia y no hubo la menor mencion a drogas y tampoco a Sam. En la ultima entrevista mantenida en una celda de la prision, contaba la historia inventada de la muerte del presidente de Furstmann como si yo la hubiera enganado: la pobre criatura en manos de una abogada fanatica. Solo podia menear la cabeza. Soliamos darles una buena dosis de litio a mentirosas como Eileen; ahora les ofreciamos contratos literarios.
Rebobine la cinta y volvi a escuchar la parte dedicada a Renee Butler, pero no me entere de nada que ya no supiera. Escuche la cinta una y otra vez mientras los pasajeros entraban y salian del autobus al final de un dia de trabajo, llevando portafolios y bolsas de compra a sus casas.
No me habia conducido a ninguna parte, pero algo habia conseguido. Estrechaba el cerco a Renee y planteaba nuevos interrogantes. ?En que centro juridico habia trabajado? Conocia todos los centros de asistencia juridica de la costa este y no recordaba que hubiera mencionado ninguno en su curriculo. Lo habiamos recibido directamente de la facultad de Pennsylvania, de modo que podria haber sido un centro universitario a cargo de estudiantes.
Era posible. Renee podria haber conocido a Eileen alli. Pero ?realmente habia asesinado a Mark y planeado todo para que me incriminaran a mi? Recorde nuestra conversacion en su despacho. Tal vez su furia conmigo aquel dia fuera parte de una actuacion teatral. La mejor defensa es un buen ataque. Tendria sentido; luego declararia en mi contra para darme la punalada trapera definitiva.
De repente, una sirena sono a mi derecha. Dos coches patrulla llegaron hasta el autobus, que freno chirriando Me hundi en el asiento conteniendo la respiracion. Un hombre con aspecto de empleado administrativo me escrutaba detenidamente. Los coches pasaron de largo giraron en la esquina. Por un pelo. Empece a sudar. El pulso se nego a retomar su ritmo habitual. El empleado se bajo en la siguiente parada con una expresion de duda en la mirada. ?Llamaria a la policia? No podia correr ese riesgo. Aun me faltaban tres paradas para bajar, pero en cuanto el empleado salio de mi vista, me levante y baje del autobus.
No tenia tiempo que perder. Con la mirada baja, camine rapidamente las manzanas que quedaban hasta mi edificio y traspase la puerta hacia mi escondite en el sotano actuando como si el lugar fuera de mi propiedad. La goma de mascar Trident que habia pegado a la cerradura de la puerta habia funcionado como un unguento magico. Una vez adentro, busque la pequena linterna que habia comprado en vez del lapiz de labios rojo en la tienda de la esquina.
Atravese con la mayor rapidez posible el pasillo dejando atras el debil punto de luz. Empezaron a hincharseme los pies y se me empaparon las ropas a medida que aumentaba el calor por el pasillo. Me quite los zapatos y deje atras la sala del transformador; avanzaba de puntillas para evitar que cualquier miembro del equipo de mantenimiento que pudiera quedar por alli, quiza del turno de la tarde, me oyera.
Entre en mi pequeno cubiculo, cerre la puerta y encendi la luz. Al parecer, nadie habia estado alli y el olor a marihuana casi habia desaparecido. Quien fuera el dueno de este escondite estaba trabajando duro ultimamente, lo que a mi me venia de perlas. Estoy totalmente a favor de la productividad norteamericana.
De hecho, yo tambien tenia un trabajo por hacer. Busque debajo del catre mis ropas y me puse el vestido con los botones anticuados; era lo mas parecido a un vestido que tenia a mano. Me cambie los finos zapatos por un par de pesadas zapatillas de trabajo. ?En que estaria pensando el dependiente que me las habia enviado? Tendrian que pagarme para que las usase a la luz del dia. Me ate los cordones, cogi la linterna y sali a la inmensidad de la noche.
Chapoteando con aquellas zapatillas rumbo a un allanamiento de morada.
36
La casa de Renee Butler era la tipica «trinidad» de Filadelfia, asi llamadas porque tienen tres pisos con una sola habitacion en cada piso. Era una diminuta caja de ladrillos con palidas persianas blancas, decorada con flores en cada ventana Las ventanas estaban llenas de pensamientos purpuras cuyo follaje rebosaba las macetas. Esa noche parecia como si su: ocupantes, Renee y Eve, estuvieran celebrando una fiesta
Me oculte en un oscuro callejon frente a la casa observe el espectaculo, desilusionada. Ni siquiera yo podia tener el coraje de entrar subrepticiamente en medie de un festejo semejante. Pero ?que tipo de fiesta era esa Se oia un ritmo sincopado de jazz. Nadie bailaba. Por las ventanas pude ver a la gente charlando con copas en las manos. Tambien vi a un camarero en el primer piso sirviendo canapes a los invitados encorbatados. ?Una reunion de adultos? ?Y con camarero? ?De que se trataba? Esa no era la clase de fiesta que daban normalmente los letrados de R amp; B. Ademas, R amp; B ya no existia.
De repente aparecio una cabeza en la planta baja. Era Renee. Tenia el negro pelo estirado hacia atras y unos inmensos aretes plateados colgaban de sus orejas. Tenia puesto un
Me refugie en el callejon y espere mi oportunidad. Aparte de la fiesta, la calle estaba tranquila y en silencie era una de esas callejuelas adoquinadas de Filadelfia, tan estrechas que no puede pasar ni un coche. Volvi a asomarme. Queria ver lo que hacia Renee.
Charlaba con un hombre alto, apuesto y bien trajeado. ?Quien era? ?Quien era esa gente? Oi voces provenientes de la calle y me pegue a la pared espiando lo que sucedia a la vuelta de la esquina.
Un hombre se acercaba con una mujer cogida del brazo y ella se reia mientras avanzaba por el empedrado. Cuando estuvieron mas cerca, vi que se trataba de Wingate, con corbata, y de Jennifer Rowlands. Mire hacia la