estaba convencido de que su intuicion no lo habia enganado. Faith hacia los deberes, trabajaba incansablemente, aprendia las lecciones, analizaba a los peces gordos a fondo y despues iba mis alla. Entendia lo que necesitaba cada uno para salir vencedor; quemar las naves en Washington significaba el fin. Tarde o temprano, se requeria la ayuda de todos, y los recuerdos no se borraban facilmente en la capital. Con enorme tenacidad, Faith habia soportado derrota tras derrota en varios frentes, pero no habia parado hasta salir victoriosa. Buchanan nunca habia conocido a alguien asi, ni antes ni desde entonces. En quince anos habian pasado por mas cosas juntos que un matrimonio durante toda una vida. Faith era la unica familia que tenia; la hija precoz que nunca tendria. ?Y ahora? ?Como habia protegido a su ninita?
Mientras la lluvia golpeaba contra el tejado y el viento producia sus sonidos caracteristicos al colarse por la vieja chimenea de ladrillo refractario, Buchanan se olvido del coche, del vuelo y de los dilemas en que se encontraba. Continuo contemplando el cuadro bajo el tenue resplandor del fuego que crepitaba suavemente. Era evidente que lo que tanto le fascinaba no era la obra del gran maestro.
Faith no lo habia traicionado. Thornhill no lo haria cambiar de opinion, dijera lo que dijese, aunque ahora iba a por Faith, lo que significaba que su vida corria peligro. Buchanan no quitaba ojo al cuadro. «Huye, Faith, huye tan deprisa como puedas», susurro con toda la angustia de un padre desesperado que ve que la muerte persigue a su hija.
Ante el rostro protector de la madre del cuadro, Buchanan se sintio mas impotente aun.
Brooke Reynolds estaba sentada en un despacho alquilado a unas diez manzanas de la Oficina de Campo de Washington. El FBI a veces reservaba otros edificios para los agentes enfrascados en una investigacion delicada, ya que el mero hecho de que alguien escuchara algo por casualidad en una cafeteria o en un vestibulo podia tener consecuencias catastroficas. Casi todo lo que la Unidad de Corrupcion Publica hacia era delicado. Los objetivos habituales de la investigacion de la unidad no eran ladrones de banco con mascaras y pistolas. Solia tratarse de personas que aparecian en primera plana o en entrevistas de la television.
Reynolds se inclino hacia adelante, se quito los zapatos bajos y froto los pies doloridos contra las patas de la silla. Todo le apretaba y le dolia: tenia los senos del craneo practicamente cerrados, la piel le ardia, la garganta le picaba. Pero, al menos, estaba viva, a diferencia de Ken Newman. Habia ido a su casa despues de llamar a su mujer y comunicarle que debia hablar con ella. No le habia dicho el motivo, pero Anne Newman adivino que su esposo habia muerto. Reynolds lo habia notado en el tono de las pocas palabras que la mujer habia logrado articular.
Normalmente, una persona de mayor rango que Reynolds la habria acompanado a la casa de la esposa afligida para demostrar que el FBI al completo lamentaba la perdida de uno de los suyos. Sin embargo, ella no habia esperado a que nadie la acompanase. Ken estaba bajo su responsabilidad, que incluia comunicar su muerte a la familia.
Cuando llego a la casa, Reynolds decidio que iria directa al grano porque creia que un monologo interminable solo prolongaria el dolor de la mujer. No obstante, la compasion y empatia que Reynolds transmitio a la desconsolada mujer no fueron apresuradas ni fingidas. Abrazo a Anne, la consolo como mejor supo y rompio a llorar con ella. A Reynolds le parecio que Anne se habia tomado bien la falta de informacion, mucho mejor de lo que se lo habria tomado ella.
A Anne se le permitiria ver el cuerpo de su esposo. Luego el principal medico forense del estado le practicaria la autopsia, a la que asistirian Connie y Reynolds junto con representantes de la policia de Virginia y la fiscalia del estado. Todos ellos habian recibido ordenes de guardar la mas estricta confidencialidad al respecto.
Tambien tendrian que contar con Anne Newman para mantener bajo control a los miembros de la familia mas enojados y confundidos. Esperar que una mujer afligida ayudara a una oficina del Gobierno que ni siquiera podia revelarle todas las circunstancias de la muerte de su esposo era hacer castillos en el aire. Pero no habia otro remedio.
Al salir de la casa de la desconsolada mujer, Reynolds tenia la inequivoca sensacion de que Anne la culpaba de la muerte de Ken, y mientras se aproximaba al coche penso que estaba en lo cierto. El sentimiento de culpabilidad que la embargaba en aquellos momentos era como un perche que se le hubiera adherido a la piel, como un radical libre que le recorriese el cuerpo en busca de un lugar donde cobijarse, crecer y, al final, acabar con ella.
Frente a la casa de los Newman, Reynolds se habia topado con el director del FBI, que habia acudido a dar el pesame en persona. Le expreso su mas sentida condolencia a Reynolds por la perdida de uno de sus hombres. Le dijo que le habian informado de su conversacion con Massey y que estaba de acuerdo con su opinion. No obstante, le dejo bien claro que queria resultados rapidos y solidos.
Mientras Reynolds observaba el desorden que habia en su despacho, se le ocurrio que aquel caos simbolizaba la desorganizacion, algunos dirian la disfuncion, de su vida personal. Habia varios documentos importantes de muchas investigaciones en curso desparramados sobre el escritorio y la pequena mesa de negociaciones. Otros estaban apretujados en las estanterias, apilados en el suelo o incluso en el sofa donde solia dormir, lejos de sus hijos.
Sin embargo, de no ser por la ninera que dormia en su casa y la hija adolescente de la ninera, Reynolds dificilmente habria podido llevar una vida normal con sus hijos. Rosemary, una maravillosa mujer de Centroamerica que amaba a los ninos casi tanto como ella y se ocupaba a la perfeccion de limpiar, preparar las comidas y lavar la ropa, le costaba a Reynolds mas de la cuarta parte de su salario, pero compensaba con creces cada centavo. Por desgracia, cuando el divorcio se formalizara, tendria que apretarse el cinturon. Su ex no le pagaria una pension. Su trabajo como fotografo de modas, aunque lucrativo, suponia periodos de actividad intensa seguidos de otros de deliberada inactividad. Reynolds tendria suerte si no acababa pagandole una pension a el. Si bien le reclamaria una asignacion para los ninos, sabia que no la obtendria. El hombre podria grabarse en la frente las palabras «padre gorron».
Comprobo la hora. El laboratorio del FBI estaba examinando la cinta de video en esos momentos. Dado que solo el personal mas selecto de la oficina estaba al tanto de la existencia de su mision «especial», se suponia que todos los trabajos de laboratorio debian encargarse con un nombre de caso y un numero de expediente falsos. Lo idoneo seria disponer de personal e instalaciones distintas, pero eso implicaria un gasto enorme que no tendria cabida en el presupuesto del FBI. Hasta los luchadores de elite contra el crimen tenian que salir adelante con el dinero que les daba el Tio Sam. Por lo general, un agente de enlace con la oficina principal trabajaria con el equipo de Reynolds para coordinar con ella las entregas y hallazgos del laboratorio. Sin embargo, Reynolds no tenia tiempo para seguir los conductos habituales. Habia llevado la cinta en persona al laboratorio y, gracias a la aprobacion de su superior, le habian concedido prioridad absoluta.
Tras reunirse con Anne Newman, regreso a casa, se tumbo junto a sus hijos, que dormian, y los abrazo durante el rato que pudo, se ducho, se cambio y regreso al trabajo. No habia dejado de pensar en la maldita cinta. Como si le hubieran leido el pensamiento, sono el telefono.
– ?Diga?
– Sera mejor que venga -dijo el hombre-. Y para que se haga a la idea, las noticias no son buenas.
Faith desperto sobresaltada. Miro la hora. Eran casi las siete. Lee habia insistido en que descansara, pero no habia creido que dormiria durante tanto tiempo. Se incorporo un tanto atolondrada. Le dolia el cuerpo y, al bajar los pies de la cama, le entraron nauseas. Todavia llevaba el traje de chaqueta puesto, pero se habia quitado los zapatos y las medias antes de tumbarse.