europea.
Reynolds estaba familiarizada con el fulminante Berdan. Se diferenciaba de la version americana en que no llevaba yunque incorporado. El yunque se colocaba dentro del casquillo, formando una proyeccion en miniatura en forma de T en la cavidad del fulminante con dos orificios que permitian que el fogonazo detonase la polvora. A Reynolds le parecia un diseno ingenioso y eficaz.
Cuando se incorporo al FBI, Brooke habia aprendido que al apretar el gatillo de un arma el percutor golpeaba la capsula, comprimiendo el fulminante contra el yunque y haciendolo estallar. Esta pequena explosion, a su vez, pasaba por los orificios y hacia que la polvora alcanzase temperaturas superiores a los dos mil quinientos grados. Un milisegundo despues, la bala salia disparada por el canon del arma y lo mas probable era que, en menos de un abrir y cerrar de ojos, un ser humano muriera. En Estados Unidos el arma mas popular para perpetrar asesinatos era la pistola, Brooke sabia que se cometian unos cincuenta cinco homicidios diarios. Por tanto, a ella y a sus colegas nunca les faltaria trabajo.
– Los casquillos de fabricacion europea podrian encajar con la trama de intereses extranjeros de los que Lockhart nos hablo -dijo Reynolds casi para si-. De modo que Adams y el tirador se van a tiros y Adams es quien sale mejor parado. Miro pensativamente a Connie-. ?Alguna relacion entre Adams y Lockhart?
– Hasta ahora no, pero seguiremos investigando.
– Tengo otra teoria, Connie: Adams salio de la espesura, mato a Ken y luego regreso al bosque. Puede que se cayera y se hiriera. Eso explicaria la sangre. Se que esta teoria no explica la bala de rifle, pero es una posibilidad que no debemos descartar. Adams tambien podria haber llevado un rifle consigo. 0 tal vez fuera el arma de un cazador. Estoy segura de que en ese bosque se practica la caza.
– Vamos, Brooke. Adams no puede entablar un tiroteo consigo mismo. Recuerda que habia dos pilas de casquillos diferentes, y los cazadores no disparan una y otra vez contra algo. Podrian matar a sus colegas o incluso a si mismos. Ese es el motivo por el que la mayor parte de los estados exigen topes en las recamaras de los rifles para limitar el numero de disparos. Y los casquillos no llevaban mucho tiempo alli.
– Vale, vale, pero no estoy dispuesta a confiar en Adams.
– ?Y crees que yo si? No confio ni en mi madre, que en paz descanse. Pero no puedo pasar por alto los hechos. ?Lockhart se marcha en el coche de Ken? ?Y Adams se deja las botas antes de irse de excursion por el bosque? Por favor, no te lo crees ni tu.
– Oye, Connie, me limito a estudiar las posibilidades, pero eso no quiere decir que me decante por ninguna de ellas. Lo que me irrita es no saber que asusto a Ken. Si el tirador estaba en el bosque, no fue el.
Connie se froto la barbilla.
– Eso es verdad.
De repente, Reynolds chasqueo los dedos.
– Maldita sea, la puerta. ?Como he podido estar tan ciega? Cuando llegamos a la casita, la contrapuerta estaba abierta de par en par. Lo recuerdo con claridad. Se abre hacia afuera, asi que Ken debio de verla abierta cuando miro hacia alli. ?Cual seria su reaccion? Desenfundar la pistola.
– Y es posible que tambien viera las botas. Estaba oscuro, pero el porche trasero de la casa no es tan grande. -Connie bebio un poco mas de Coca-Cola y se froto la sien izquierda-. Vamos, Advil, surte efecto. Bueno, cuando los del laboratorio descifren la grabacion sabremos con toda seguridad si Adams estuvo alli o no.
– Si es que la descifran. Pero ?porque querria Adams ir a la casita?
– Es posible que alguien lo contratara para seguir a Lockhart.
– ?Buchanan? -pregunto Reynolds.
– Ese es el primero de mi lista.
Pero si Buchanan contrato al tirador para que acabara con Lockhart, ?de que serviria que Adams lo presenciara?
Connie se encogio de hombros y luego los dejo caer, como un oso rascandose contra un arbol.
La verdad es que no tiene mucho sentido.
Bueno, si me lo permites, complicare las cosas todavia mas. Lockhart compro dos billetes para Norfolk, pero solo uno a su nombre verdadero con destino a San Francisco.
– Y en el video de vigilancia del aeropuerto se ve a Adams correr tras los nuestros.
– ?Crees que Lockhart intentaba huir de el?
– La empleada dijo que Adams llego al mostrador despues de que Lockhart hubiera comprado los billetes. Y en el video Adams la aleja de la puerta de embarque del vuelo para San Francisco.
– Asi que tal vez se trate de una asociacion mas bien involuntaria -aventuro Reynolds. De repente, mientras contemplaba a Connie, se le ocurrio algo: «Como la nuestra, ?no?», penso-. Sabes lo que me gustaria? -pregunto en voz alta-. Me gustaria devolverle las botas al senor Adams. ?Tenemos la direccion de su casa?
– North Arlington. A veinte minutos de aqui, como mucho.
Reynolds se puso en pie.
– Vamonos.
Mientras Connie aparcaba el coche junto al bordillo, Reynolds observo la vieja casa de piedra rojiza.
– Adams debe de ganar lo suyo. Esta zona no es barata. Connie echo un vistazo alrededor.
– Tal vez deberia vender mi casa y comprarme un apartamento por aqui -dijo-. Pasear por la calle, sentarme en el parque, disfrutar de la vida…
– ?Ya te ha entrado el gusanillo de la jubilacion?
– Despues de ver a Ken en una bolsa para transportar cadaveres se me han quitado las ganas de trabajar toda la vida en esto. Se encaminaron hacia la puerta de entrada. Los dos vieron la camara de video; Connie pulso el boton del portero automatico.
– ?Quien es? -pregunto una voz que parecia enfadada.
– El FBI -respondio Reynolds-. Los agentes Reynolds y Constantinople.
La puerta, sin embargo, no se abrio.
– Muestrenme las placas -exigio la voz cascada-. Sostenganlas en alto frente a la camara.
Los dos agentes se miraron.
Reynolds sonrio.
– Seamos buenos y hagamos lo que nos piden, Connie.
La pareja enseno sus credenciales a la camara. Los dos las llevaban de la misma forma: la placa dorada prendida en el exterior de la funda de la documentacion, por lo que se veia primero el distintivo y luego la foto. Su intencion era intimidar y solian lograrlo. Al cabo de un minuto, oyeron que una puerta se abria en el interior del edificio y el rostro de una mujer aparecio detras del cristal de las anticuadas puertas de dos hojas.
– Ensenenmelas de nuevo -les indico-. Mi vista ya no es lo que era.
– Senora… -comenzo a decir Connie acaloradamente, pero Reynolds le propino un codazo. Sostuvieron en alto las placas.
La mujer las examino y luego abrio la puerta.
– Lo siento -dijo mientras entraban-, pero despues de todos los tejemanejes de