El hombre bajo el rifle, y el punto rojo que emitia la mira laser del arma desaparecio de la ancha espalda de un inadvertido Lee Adams. El hombre que sostenia el arma era Leonid Serov, un ex agente del KGB especializado en asesinatos. Serov se habia quedado sin trabajo tras la disolucion de la Union Sovietica. Sin embargo, su habilidad para matar a seres humanos con suma eficacia estaba muy solicitada en el mundo «civilizado». Serov, que habia disfrutado durante muchos anos de una excelente situacion como comunista, con coche y apartamento propios, se habia hecho rico de la noche a la manana en la sociedad capitalista. ?Si lo hubiera sabido!
Serov no conocia a Lee Adams ni tenia la menor idea de por que estaba alli. No habia reparado en su presencia hasta que Lee se desplazo a los arbustos situados cerca de la casa, porque este -habia salido del bosque por el lado mas alejado del ruso. Serov supuso, no sin razon, que el viento habia ahogado el sonido de los pasos de Lee.
Serov comprobo la hora. Llegarian dentro de poco. Inspecciono el silenciador alargado acoplado al rifle y luego froto con suavidad el canon, como si fuera su mascota preferida y estuviese confiriendo infalibilidad al metal brillante. La culata era de una amalgama especial de Kevlar, fibra de vidrio y grafito que ofrecia una gran estabilidad. Ademas, el canon del arma no estaba estriado de forma convencional, sino que tenia un hueco rectangular y redondeado, llamado alma poligonal, con torsion de izquierda a derecha. Este diseno aumentaba la velocidad de la bala en un ocho por ciento y, sobre todo, imposibilitaba el examen balistico de los proyectiles disparados por el rifle porque no habia muescas o estrias en el canon que los marcaran al salir del arma. Prestar atencion al detalle constituia la clave del exito. Serov se habia abierto camino basandose en esa filosofia.
El lugar estaba tan apartado que Serov habia pensado en quitar el silenciador y confiar en su afinada punteria, su mira de alta tecnologia y su magnifico plan de huida. Creia que la seguridad que sentia estaba mas que justificada. Al igual que un arbol que cae, cuando matas a alguien en un lugar perdido, ?quien va oirlo? Ademas, sabia que algunos silenciadores desviaban la trayectoria de la bala, con lo cual nadie moria, excepto el aspirante a asesino cuando el cliente se enteraba de que la mision habia fracasado. Aun asi, Serov habia supervisado en persona la construccion del dispositivo y estaba seguro de que funcionaria a la perfeccion.
El ruso se removio en silencio para desentumecerse el hombro. Llevaba alli desde el anochecer, pero estaba acostumbrado a las vigilias prolongadas. Nunca se cansaba durante estas misiones. Se tomaba la vida tan en serio que cuando se preparaba para matar a una persona siempre le subia la adrenalina. Era como si el riesgo lo vigorizase. Ya se tratara de escalar una montana o de planear un asesinato, lo cierto es que la posibilidad de ver la muerte tan de cerca lo hacia sentir mas vivo.
La ruta de huida por el bosque lo conduciria hasta una tranquila carretera donde un coche lo esperaria para llevarlo a toda velocidad al cercano aeropuerto de Dulles. Luego le encomendarian otras misiones en lugares mucho mas exoticos que este. Sin embargo, dadas las circunstancias, este entorno tenia sus ventajas.
Matar a alguien en la ciudad resultaba de lo mas complicado. Escoger el lugar desde donde apuntar, apretar el gatillo y escapar no era tarea facil porque habia testigos y policias por todas partes. Preferia la campina, la soledad del medio rural, la proteccion de los arboles y la distancia entre casa y casa. Alli, como un tigre en un corral, era capaz de matar con una eficiencia abrumadora todos los dias de la semana.
Serov se sento en un tocon a pocos metros del lindero del bosque y a menos de treinta metros de la casa. A pesar de la frondosidad de la vegetacion, desde ese lugar podria disparar sin problemas: una bala apenas necesitaba un espacio de un par de centimetros para pasar sin desviarse. Le habian dicho que el hombre y la mujer entrarian en la casa por la puerta posterior, aunque el se encargaria de que no llegasen lejos. La bala destrozaria cualquier cosa que el laser tocase. Estaba seguro de que acertaria a una luciernaga aunque se hallara al doble de distancia.
Todo transcurria con tanta normalidad que los instintos de Serov lo alertaron. Ahora tenia un buen motivo para no caer en la trampa: el hombre que estaba en la casa. No era policia. Los agentes de la ley no se desplazaban sigilosamente por entre los arbustos ni allanaban las casas de los demas. Puesto que no le habian advertido de la presencia del hombre con antelacion, dedujo que no estaba de su parte. Sin embargo, a Serov no le gustaba apartarse del plan original. Decidio que si el hombre se quedaba en la casa despues de que acabara con los otros dos, seguiria el plan inicial y huiria por el bosque. Si el hombre intervenia o salia de la casa tras oirlos disparos, entonces Serov tendria que gastar mas balas -contaba con municiones de sobra-, y al final habria tres cadaveres en lugar de dos.
Daniel Buchanan se sento en su oscurecida oficina y sorbio un cafe tan fuerte que, cada vez que tragaba, se le aceleraba el pulso. Se paso los dedos por el cabello, todavia grueso y ondulado, aunque tras treinta anos de duro trabajo en Washington habia perdido su color rubio para volverse blanco. Tras pasar otro largo dia intentando convencer a los legisladores de que sus causas valian la pena, estaba agotado y el unico remedio posible consistia en ingerir cafeina en dosis cada vez mayores. No podia permitirse el lujo de dormir toda la noche. Una cabezadita aqui o alla, mientras lo llevaban en coche a la siguiente reunion, al siguiente vuelo; a veces se dormia durante las interminables sesiones del Congreso e incluso en su propia cama durante una o dos horas; ese era su descanso oficial. Por lo demas, se ocupaba de todas las facetas casi misticas del Congreso.
Buchanan media un metro ochenta, tenia la espalda ancha, los ojos brillantes y una ambicion desmesurada. Un amigo de la ninez se habia dedicado a la politica. Si bien a Buchanan no le interesaba ocupar un cargo, su agudeza, ingenio y dotes naturales de persuasion lo convertian en un candidato ideal para formar parte de un grupo de presion. Habia triunfado de inmediato. Su carrera habia sido su unica obsesion. Cuando no estaba cabildeando en un proceso legislativo, Buchanan se sentia incomodo.
Sentado en los despachos de varios miembros del Congreso, estaba acostumbrado a oir apagarse el timbre de los votos y a ver el televisor que los diputados tenian en su despacho. La pantalla les mostraba el proyecto de ley por el que debian votar, la suma a favor y en contra y el tiempo que les quedaba para corretear como hormigas y emitir su voto. Cuando faltaban unos cinco minutos para que concluyese una votacion, Buchanan solia poner fin a la reunion y se apresuraba a buscar por los pasillos a los otros miembros del Congreso con quienes necesitaba hablar, con el informe de citacion y resolucion en la mano, que incluia el programa de votacion diario, lo que ayudaba a Buchanan a saber donde se encontraban ciertos congresistas; se trataba de informacion esencial para alguien interesado en localizar varios blancos en movimiento que no deseaban hablar con el.
Aquel dia Buchanan habia logrado captar la atencion de un importante senador en el metro privado que conducia al Congreso, cuando se dirigia a una votacion del hemiciclo. El hombre le aseguro que lo ayudaria. No era una de las personas que Buchanan consideraba «especiales», pero el era consciente de que nunca se sabia de donde podria llegar la ayuda. No le importaba que sus clientes no gozaran de gran popularidad o no perteneciesen a un distrito electoral que interesara a alguno de los congresistas; continuaria negociando con ahinco. Defendia una causa justa; por lo tanto, los medios quiza se prestaran a normas de conducta menos exigentes.
El despacho de Buchanan contenia pocos muebles y carecia del material que un hombre ocupado como el solia utilizar. Danny, que era como le gustaba que lo llamaran, no tenia ordenador, disquetes, archivos ni documentos importantes. Cualquiera podia robar los documentos o acceder a los ficheros del ordenador. Las conversaciones telefonicas se pinchaban constantemente. Los espias escuchaban con cualquier cosa, desde un vaso colocado contra la pared hasta los artilugios mas modernos, que anos atras ni siquiera se habian inventado, pero que extraian del aire una gran cantidad de datos valiosos. Una organizacion normal facilitaba informacion confidencial del mismo modo que un barco torpedeado lanzaba al mar a sus tripulantes. Y Buchanan tenia mucho que ocultar.