aparto de el y se adentro en el agua hasta que le llego por encima de los tobillos. Lee se despojo de sus zapatos, se arremango los pantalones y se unio a ella.
– Esta mas fria de lo que pensaba -dijo-. No apetece ponerse a nadar.
– No te imaginas lo estimulante que puede llegar a ser un bano en agua fria.
– Tienes razon, no me lo imagino.
– Estoy segura de que te lo han preguntado un millon de veces, pero ?como te convertiste en investigador privado?
Lee se encogio de hombros y dirigio la vista hacia el oceano.
– En cierto modo la vida me llevo a eso. Mi padre era ingeniero y, al igual que a el, me gustaban los artilugios. Pero los estudios se me daban peor que a el. Era una especie de rebelde, como tu. Pero no fui a la universidad. Me aliste en la Marina.
– Por favor, dime que pertenecias al cuerpo de elite de la Marina. Asi dormire mejor.
Lee sonrio.
– Apenas se disparar. No se construir un dispositivo nuclear con palillos y envoltorios de chicle y, la ultima vez que lo intente, no consegui reducir a un hombre con solo presionarle la frente con el pulgar.
– Bueno, creo que de todos modos seguire contigo. Perdona que te haya interrumpido.
– No pasa nada. En la Marina estudie telefonia, comunicaciones, ese tipo de cosas. Me case, tuve una hija. Deje el servicio y trabaje en la compania telefonica como tecnico de averias. Luego perdi a mi hija en un divorcio muy renido y amargo. Deje el trabajo, respondi al anuncio de una empresa de seguridad privada en el que pedian a alguien experto en vigilancia electronica. Supuse que con mi formacion tecnica podria aprender lo que me hacia falta. Me dedique de lleno al trabajo. Funde mi propia agencia de investigacion privada, consegui algunos clientes buenos, meti la pata en algunas ocasiones pero logre afianzarme en el negocio. Y ahora soy el director de un imperio poderoso.
– ?Cuanto hace que te divorciaste?
– Mucho tiempo. -El la miro-. ?Por que?
– Por curiosidad. ?Has estado cerca del altar desde entonces?
– No. Supongo que me horroriza cometer los mismos errores. -Se introdujo las manos en los bolsillos-. Para serte sincero, los problemas venian de ambos lados. No soy una persona con quien resulte facil convivir. -Sonrio-. Pienso que Dios crea a dos tipos de personas: las que deben casarse y procrear y las que deben estar solas y mantener relaciones sexuales solo por placer. Creo que pertenezco a este ultimo grupo. Aunque no es que haya tenido muchos placeres ultimamente.
Faith bajo los ojos.
– Guardame un poco de sitio.
– Descuida. Hay mucho espacio. -El le toco el codo-. Hablemos. No nos queda demasiado tiempo.
Faith lo condujo hacia la parte superior de la playa y se dejo caer con las piernas cruzadas en una extension de arena seca. Lee se sento junto a ella.
– Por donde quieres empezar? -inquirio ella.
– ?Que te parece por el principio?
– No, me refiero a si quieres que primero te lo cuente todo yo o si prefieres confiarme antes tus secretos.
El parecio sorprenderse.
– ?Mis secretos? Lo siento, ya no me quedan.
Ella tomo un palo, dibujo las letras d y b en la arena y lo miro.
– Danny Buchanan. ?Que sabes de el?
– Lo que te dije, que es tu socio -respondio el.
– Tambien es el hombre que te contrato.
Lee fue incapaz de articular palabra por unos instantes.
– Ya te he dicho que no se quien me contrato.
– Cierto. Eso es lo que me has dicho -repuso Faith.
– ?Como sabes que me contrato?
– Cuando estaba en tu despacho escuche un mensaje de Danny, que parecia muy ansioso por saber donde estaba yo y que habias descubierto tu. Dejo su numero de telefono para que lo llamaras. Nunca lo habia oido tan angustiado. Supongo que yo tambien lo estaria si alguien a quien yo hubiera mandado matar siguiera vivito y coleando.
– ?Estas segura que el del telefono era el?
– Llevo quince anos trabajando con el; creo que conozco su voz. ?Tu no lo sabias?
– No, no lo sabia.
– No es una respuesta muy convincente.
– Supongo que si -admitio-. Pero resulta que es cierto. -Tomo un punado de arena y la dejo deslizarse entre sus dedos-. Entonces imagino que esa llamada telefonica es la razon por la que intentaste darme esquinazo en el aeropuerto… No confias en mi.
Faith se humedecio los labios secos y vislumbro la pistola enfundada, que se entreveia cuando el viento abria la chaqueta de Lee.
– Si, que confio en ti, Lee. De lo contrario, no estaria sentada en una playa solitaria por la noche con un hombre armado que, en gran medida, continua siendo un extrano para mi.
Lee dejo caer los hombros.
– Me contrataron para que te siguiera, Faith. Eso es todo.
– ?No intentas averiguar primero si las intenciones del cliente son legitimas?
Lee empezo a decir algo pero se callo. Aquella era una pregunta razonable. Lo cierto es que ultimamente no habia tenido mucho trabajo y aquel encargo iba a proporcionarle unos ingresos de lo mas oportunos. Y en el expediente que le habian entregado habia una foto de Faith. Y luego la habia visto en persona. Bueno, ?que demonios podia decir? La mayoria de sus objetivos no eran tan atractivos como Faith Lockhart. En la foto su rostro denotaba vulnerabilidad. Despues de conocerla, se percato de que esa impresion no era del todo cierta. No obstante, la combinacion de belleza y vulnerabilidad era muy atractiva para el; para cualquier hombre.
– Normalmente me gusta reunirme con el cliente, conocerlo a el y sus intenciones antes de aceptar el trabajo.
– ?Pero en esta ocasion no?
– Era un poco dificil porque no sabia quien me habia contratado.
– Asi pues, en vez de devolver el dinero, aceptaste la oferta y te pusiste a seguirme… a ciegas, por asi decirlo.
– No veia nada malo en el hecho de seguirte.
– Pero podrian haber estado utilizandote para localizarme.
– No se puede decir que estuvieras precisamente escondida.
Como he dicho, pense que quiza tenias alguna aventura. Cuan-
do entre en la casa me di cuenta de que no era el caso. El resto de los acontecimientos de la noche no hicieron mas que confirmar esa conclusion. En realidad, eso es todo lo que se.
Faith dejo que su vista se perdiera en el oceano, en el horizonte, donde el agua se juntaba con el cielo. Era una especie de colision visual que se producia en todo momento y que, por alguna razon, resultaba reconfortante. Le hacia concebir esperanza aunque probablemente no tuviera otros motivos para albergarla. Aparte del hombre sentado a su lado, quiza.