segundos.

– Me sorprende que tuviera tiempo para coleccionar.

– Bueno, lo encontraba. Era algo que le encantaba.

– ?Tu o los ninos lo acompanabais en alguna ocasion?

– No. Nunca nos lo pidio.

El tono de la respuesta hizo que Reynolds dejara de interrogarla al respecto.

– Odio preguntartelo, pero ?tenia Ken un seguro de vida?

– Si, uno bueno.

– Por lo menos no tendras que preocuparte por eso. Ya se que no sirve de consuelo, pero hay mucha gente que nunca piensa en esas cosas. Es evidente que Ken deseaba que no os faltara de nada si le ocurria algo. Los actos de amor a menudo expresan mejor los sentimientos que las palabras.

Reynolds era sincera aunque esa ultima afirmacion habia sonado tan increiblemente forzada que decidio no hablar mas del tema.

Anne extrajo una libreta roja de poco menos de diez centimetros y se la paso a Reynolds.

– Creo que esto es lo que estas buscando. Hay mas en el cajon. Esta es la ultima.

Reynolds observo el cuaderno. En la cubierta frontal habia una etiqueta plastificada que indicaba que contenia los extractos de la cuenta corriente del ano en curso. La abrio. Los extractos estaban bien etiquetados y ordenados cronologicamente por mes, empezando por el mas reciente.

– Las facturas pagadas estan en el otro cajon. Ken las tenia clasificadas por anos.

?Dios! Reynolds guardaba sus documentos bancarios sin ordenar en varios cajones del dormitorio e incluso del garaje. Cuando llegaba el momento de hacer la declaracion de la renta, la casa de Reynolds se asemejaba a la peor pesadilla de un contable.

– Anne, se que tienes visitas. Puedo revisar esto yo sola.

– Puedes llevartelo, si quieres.

– Si no te importa lo mirare aqui.

– De acuerdo. ?Quieres algo de comer o de beber? Comida no nos falta, y acabo de poner la cafetera.

– De hecho, me tomaria un cafe con mucho gusto, gracias. Con un poco de leche y azucar.

De repente, Anne parecio nerviosa.

– Todavia no me has dicho si has descubierto algo.

– Quiero estar absolutamente segura antes de hablar. No quiero equivocarme. -Cuando Reynolds miro a la pobre mujer, la invadio un enorme sentimiento de culpa. Sin saberlo, estaba ayudandola a empanar la reputacion de su esposo-. ?Como lo llevan los chicos? -pregunto Reynolds, esforzandose al maximo para reprimir la sensacion de traicion.

– Como lo llevaria cualquier chico, supongo. Tienen dieciseis y diecisiete anos respectivamente, por lo que comprenden mejor las cosas que un nino de cinco anos. Pero sigue siendo duro para ellos. Para todos nosotros. Si ahora no estoy llorando es porque creo que esta manana he agotado las lagrimas. Los he mandado al instituto porque me ha parecido que no seria peor que estar aqui sentados viendo desfilar a un monton de personas que hablan de su padre.

– Seguro que has hecho bien.

– Intento llevarlo lo mejor posible. Siempre supe que esa posibilidad existia. Cielos, Ken Llevaba veinticuatro anos en el cuerpo. La unica vez que resulto herido al estar de servicio fue cuando se le pincho un neumatico y le dio un tiron en la espalda mientras lo cambiaba. -Anne esbozo una sonrisa al recordarlo-. Incluso habia empezado a hablar de jubilarse, de mudarnos cuando los chicos estuvieran en la universidad. Su madre vive en Carolina del Sur. Esta llegando a la edad en la que necesita tener cerca a alguien de la familia.

Anne parecia estar a punto de llorar de nuevo. Si lo hacia, Reynolds temia unirse a ella, habida cuenta de su estado animico en esos momentos.

– ?Tienes hijos? -le pregunto Anne.

– Un nino y una nina. De tres y seis anos.

La mujer sonrio.

– Oh, todavia son pequenos.

– Dicen que cuanto mas mayores, mas duro es -repuso Reynolds.

– Bueno, digamos que la cosa se complica. Se pasa de los biberones, los primeros dientes y los panales a las batallas por la ropa, los novios y el dinero. A los trece anos de repente no soportan estar con mama y papa. Esa etapa fue dura pero al final la superaron. Luego no dejas de preocuparte por el alcohol, los coches, el sexo y las drogas.

Reynolds le dedico una leve sonrisa.

– Vaya, lo que me espera.

– ?Cuanto tiempo llevas trabajando en el FBI?

– Trece anos. Me incorpore despues de un ano increiblemente aburrido como abogada de empresa.

– Es un trabajo peligroso.

Reynolds la miro a los ojos.

– Si, sin duda puede llegar a serlo.

– ?Estas casada? -pregunto Anne.

– Oficialmente si, pero dentro de un par de meses dejare de estarlo.

– Lo siento.

– Creeme, era lo mejor en todos los sentidos.

– ?Te quedas con los ninos?

– Por supuesto -respondio Reynolds.

– Eso esta bien. Los ninos tienen que estar con su madre; no me importa lo que diga la gente politicamente correcta.

– En mi caso, me lo cuestiono… Trabajo mucho, a veces hasta horas intempestivas. Pero lo unico que se es que el lugar de mis hijos esta conmigo.

– ?Dices que eres licenciada en Derecho?

– Si, estudie en Georgetown.

– Los abogados ganan mucho dinero. Y no corren ni por asomo tantos riesgos como los agentes del FBI.

– Supongo que no. -Por fin, Reynolds se percato de adonde queria llegar.

– Quiza debas plantearte cambiar de profesion -sugirio Anne-. Hay demasiados locos por ahi sueltos. Y demasiadas armas. Cuando Ken empezo a trabajar en el FBI, no habia ninos rondando por ahi con ametralladoras y disparando a la gente como si estuvieran en un maldito comic.

Reynolds no tenia nada que decir al respecto. Permanecio de pie, sosteniendo la libreta junto a su pecho, pensando en sus hijos.

– Te traere el cafe.

Anne cerro la puerta tras de si y Reynolds se dejo caer en la silla mas cercana. De repente, tuvo una vision en la que introducian su cuerpo en una bolsa negra mientras la pitonisa daba las malas noticias a sus desconsolados hijos. «Ya adverti a vuestra madre.» ?Mierda! Desecho esos pensamientos y abrio la libreta. Anne volvio con el cafe y luego la dejo sola. Reynolds realizo progresos considerables. Lo que descubrio resultaba muy inquietante.

Durante por lo menos los tres ultimos anos, Ken Newman habia efectuado ingresos, todos en metalico, en su cuenta corriente. Las cantidades eran pequenas, cien dolares aqui, cincuenta alla, y las fechas de ingreso eran aleatorias. Tomo el registro que Sobel le habia proporcionado y repaso los dias

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