diez mil veces mayor.

Con una palanca y fuerza bruta podia descerrajar el cierre oculto en el marco pero le llevaria un tiempo precioso. Y, sobre todo, dejaria senales de que el lugar habia sido robado. Aunque se suponia que la casa estaria vacia durante varias semanas, nunca se sabia. Cuando saliera de Coppers no habria ninguna evidencia de que hubiera estado alli. Incluso a su regreso, los duenos quiza no entrarian en la caja fuerte durante algun tiempo. En cualquier caso, no era necesario coger el camino mas duro.

Se acerco a paso rapido al televisor que estaba junto a una de las paredes de la enorme habitacion. El sector estaba arreglado como una sala de estar con sillones de cretona a juego con las cortinas y una mesa de centro grande. Luther miro los tres mandos a distancia que habia sobre la mesa. Uno correspondia al televisor, el otro al video y el tercero le reduciria el trabajo de la noche en un noventa por ciento. Todos llevaban el nombre de la marca, los tres eran muy parecidos, pero una prueba rapida demostro que dos hacian funcionar los respectivos aparatos y el tercero no.

Volvio a cruzar el dormitorio, apunto el mando al espejo y apreto el unico boton rojo, situado en la parte inferior. En cualquier otro mando, esta accion correspondia a grabacion. En cambio, esta noche y aqui significaba que el banco abria las puertas para un unico y muy afortunado cliente.

Luther observo la apertura de la puerta, que giro sin ruido sobre los goznes, que no necesitaban mantenimiento. Por puro habito dejo el mando en el mismo lugar donde lo habia cogido, saco una bolsa de la mochila y entro en la caja fuerte.

Mientras alumbraba el interior de la camara acorazada que media casi dos metros por dos le sorprendio ver un sillon en el centro. En uno de los brazos habia otro mando a distancia, una medida de seguridad por si alguien se quedaba encerrado por accidente. Entonces se fijo en las estanterias.

Primero metio en la bolsa los fajos de billetes, despues el contenido de las cajas que a todas luces no eran joyas de fantasia. Luther conto casi doscientos mil dolares en bonos negociables, dos cajas pequenas de monedas antiguas y otra de sellos de correo, incluido uno con una figura invertida que le dejo sin aliento cuando lo vio. No hizo caso de los cheques y las cajas llenas de documentos; para el no tenian ningun valor. En total habia recogido un botin de unos dos millones de dolares, quiza mas.

Echo otra ojeada, por si acaso se le hubiese pasado algo por alto. Las paredes eran gruesas, supuso que a prueba de incendios. El lugar no era estanco; el aire era fresco, no rancio. Cualquiera podia quedarse encerrado aqui durante dias.

La limusina circulaba a gran velocidad por el camino, escoltada por una furgoneta. Los conductores de los vehiculos debian ser muy expertos dado que no llevaban los faros encendidos.

En la parte de atras de la limusina se sentaban un hombre y dos mujeres. Una, casi borracha, hacia todo lo posible por desvestir al hombre y a si misma, a pesar de la suave resistencia que oponia la victima.

La otra mujer sentada delante de la pareja mantenia los labios apretados y hacia ver que no tenia ningun interes en aquel espectaculo ridiculo, que incluia muchas risitas infantiles y abundantes jadeos, aunque en realidad no, se perdia detalle. Mantenia la mirada en la agenda abierta sobre la falda, donde las citas y las notas peleaban entre si por el espacio y la atencion del hombre que tenia delante. El, por su parte, aprovecho la oportunidad de que su pareja se estaba quitando los zapatos de tacon alto para servirse otra copa. Su resistencia al alcohol era legendaria. Podia beber el doble de lo que habia bebido esta noche y seguir tan fresco, sin impedimentos en el habla ni en las funciones motoras, algo fatal para un hombre en su posicion.

Ella le admiraba por ser como era, con sus obsesiones y sus vulgaridades, al tiempo que era capaz de proyectar una imagen al mundo de fuerza y pureza, incluso de grandeza. Lo adoraban todas las mujeres de America, estaban enamoradas de su gallardia, de su seguridad, y tambien por lo que representaba para cada una de ellas. Y el devolvia esa admiracion universal con una pasion que, aunque equivocada, no dejaba de asombrarle.

Por desgracia, esa pasion nunca apuntaba hacia ella a pesar de los sutiles mensajes, los roces prolongados mas alla de lo debido, las referencias sexuales en las sesiones de estrategia y las maniobras que hacia por las mananas para que el la viera con su mejor aspecto.

Pero hasta que llegara ese momento -y no dejaba de repetirse que acabaria por llegar- debia tener paciencia.

Miro a traves de la ventanilla. Esto se prolongaba demasiado; estropeaba todo lo demas. Hizo una mueca de disgusto.

Luther oyo la entrada de los vehiculos en el camino de la casa. Corrio hasta una de las ventanas y observo el recorrido de la furgoneta que aparco detras de la casa donde quedaba oculta de las miradas. Vio bajar a cuatro personas de la limusina y otra de la furgoneta. Penso en quienes podian ser. Era un grupo demasiado pequeno para ser los propietarios de la casa. Demasiados para ser alguien que solo venia a echar una mirada. No alcanzaba a verles las caras. Por un instante, Luther penso en si la casa estaba destinada a ser saqueada dos veces en una misma noche. Pero era una coincidencia demasiado grande. En este negocio, como en cualquier otro, se jugaba por porcentajes. Ademas, los ladrones no se presentaban a robar vestidos con atuendos mas propios de una velada de gala.

Penso rapidamente mientras le llegaban los ruidos, al parecer desde la parte de atras de la casa. Solo tardo un segundo en advertir que le habian cortado la retirada y en calcular cual seria el plan a seguir.

Cogio la bolsa, corrio hacia el panel del sistema de seguridad instalado junto a la puerta del dormitorio y activo la alarma. Agradecio en silencio su buena memoria para los numeros. Despues, Luther entro en la camara acorazada, y cerro la puerta con mucho cuidado. Se acurruco todo lo que pudo. Ahora solo le quedaba esperar.

Maldijo su mala suerte: hasta ahora todo habia ido sobre ruedas. Sacudio la cabeza para despejarse y se forzo a respirar con normalidad. Era como volar. Cuanto mas se vuela, mayores son las probabilidades de que ocurra algo malo. Ahora no podia hacer mas que rogar para que los recien llegados no necesitaran hacer un deposito en este banco privado.

Unas risas seguidas por el ruido de voces se colaron al interior, seguidas por los pitidos agudos del sistema de alarma, que sonaba como el aullido de un avion a reaccion directamente encima de su cabeza. Al parecer, se habian confundido al teclear el codigo de seguridad. El sudor corrio por la frente de Luther que ya se imaginaba el sonido de la alarma y la llegada de la policia dispuesta a revisar cada rincon de la casa solo por si acaso, empezando por su escondite.

Se pregunto cual seria su reaccion mientras escuchaba como se abria la puerta, y la camara iluminada, sin ninguna posibilidad de ocultarse. Los rostros desconocidos mirando el interior, las armas preparadas, la lectura de sus derechos. Casi se echo a reir. Atrapado como una maldita rata, sin un lugar a donde ir. No fumaba desde hacia treinta anos, pero ahora ansiaba un cigarrillo. Dejo la bolsa en el suelo y se irguio poco a poco para que no se le entumecieran las piernas.

Pisadas fuertes en las escaleras de roble. Los visitantes no se preocupaban de disimular su presencia. Luther conto cuatro, quiza cinco. Torcieron a la izquierda y vinieron hacia el.

La puerta del dormitorio chirrio un poco cuando la abrieron. Luther hizo memoria. Lo habia recogido todo y lo habia dejado otra vez en su sitio. Solo habia tocado los mandos a distancia, y los habia puesto en el espacio marcado por la leve capa de polvo. Ahora Luther solo escuchaba tres voces, un hombre y dos mujeres. Una de las mujeres tenia voz de borracha, la otra muy seria. Entonces desaparecio la senora Seria, se cerro la puerta pero no echaron la llave, y la senora Borracha y el hombre se quedaron solos. ?Donde estaban los demas? ?Donde habia ido la senora Seria? Continuaron las risas. Los pasos se acercaron al espejo. Luther se agacho en un rincon y confio en que el sillon le ocultara de la vista, aunque sabia que no era posible.

Entonces la luz le hirio en los ojos y casi grito ante la rapidez conque su pequeno mundo paso de la oscuridad total a la luz del mediodia. Parpadeo varias veces para ajustarse al cambio, las pupilas dilatadas al maximo se cerraron hasta quedar como cabezas de alfileres. Pero no se escucharon gritos, no se vieron rostros desconocidos ni armas.

Por fin, despues de un minuto que le parecio eterno, Luther espio por encima del respaldo del sillon y se llevo otra sorpresa. La puerta de la camara habia desaparecido; veia directamente la maldita habitacion. Casi se cayo de espaldas, pero se contuvo. De pronto Luther comprendio para que servia el sillon.

Reconocio a las dos personas en el dormitorio. A la mujer la habia visto esta noche, en las fotos: la mujercita

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