triunfo para la Iglesia catolica y un ligero contratiempo para el marxismo.
Empezaron a formarse grupos de bomberos de ocasion y la policia acudio en tropel a la zona portuaria. Unidades del Ejercito fueron convocadas, asi como las milicias. Al principio hubo panico en medio de aquel caos. Las fuerzas militares desistieron del trabajo de socorro y se prepararon para la defensa de la isla bajo la erronea creencia de que los Estados Unidos iban a invadirla. Parecia haber heridos en todas partes, algunos chillando de dolor y la mayoria alejandose cojeando del puerto incendiado.
El terremoto se extinguio con las ondas expansivas. El techo del Sloppy Joe's se habia derrumbado, pero las paredes seguian en pie. El bar era una ruina. Vigas de madera, pedazos de yeso, muebles volcados y botellas rotas yacian desparramados bajo una espesa nube de polvo. La puerta de batiente habia sido arrancada de sus goznes y pendia en un angulo extrano sobre los guardaespaldas de Castro, que gemian bajo un pequeno monton de ladrillos.
Ira Hagen se puso dolorosamente en pie y sacudio la cabeza para librarla de los efectos de la conmocion. Se froto los ojos para ver entre la nube de polvo y se apoyo en una pared para sostenerse. Miro a traves del techo ahora derrumbado y vio cuadros que pendian todavia de las paredes del piso de arriba.
Su primer pensamiento fue para Jessie. Esta yacia debajo de la mesa que todavia se mantenia en el centro de la estancia. Estaba encogida, hecha un ovillo. Hagen se arrodillo y le dio suavemente la vuelta.
Ella permanecio inmovil, aparentemente exanime bajo la capa de polvo blanco de yeso, pero no habia sangre ni heridas graves. Entreabrio los ojos y gimio. Hagen sonrio aliviado y se quito la chaqueta. La doblo y se la puso debajo de la cabeza.
Jessie se incorporo y le agarro las munecas con mas fuerza de la que el creia posible, y le miro fijamente.
– Dirk ha muerto -murmuro.
– Tal vez se ha salvado -dijo suavemente Ira Hagen, pero sin conviccion.
– Dirk ha muerto -repitio ella.
– No se mueva -dijo el-. Este tranquila mientras voy a ver que ha sido de los Castro.
Se levanto trabajosamente y empezo a buscar entre las ruinas. Oyo una tos a su izquierda y camino sobre los cascotes hasta llegar al bar.
Raul Castro estaba agarrado con ambas manos a la barra del bar, aturdido, tratando de limpiar de polvo su garganta. Manaba sangre de su nariz y tenia un feo corte en el menton.
Hagen se maravillo de lo cerca que habian estado los unos de los otros antes de las explosiones y lo desperdigados que estaban ahora. Levanto una silla volcada y ayudo a Raul a sentarse.
– ?Esta bien, senor? -pregunto, sinceramente preocupado.
Raul asintio debilmente con la cabeza.
– Estoy bien. ?Y Fidel? ?Donde esta Fidel?
– No se mueva. Ire a buscarle.
Hagen se movio entre los escombros hasta que encontro a Fidel Castro. El lider cubano estaba caido de bruces y vuelto a un lado, incorporado sobre un brazo. Hagen contemplo fascinado la escena que se desarrollaba en el suelo.
La mirada de Castro estaba fija en una cara vuelta hacia arriba a solo medio metro de distancia. El general Velikov yacia sobre la espalda, con los miembros extendidos y una viga grande aplastandole las piernas. La expresion de su semblante era una mezcla de desafio y aprension. Miro fijamente a Castro con ojos amargados por el sabor de la derrota.
En la expresion de Castro no habia el menor atisbo de emocion. El polvo de yeso le daba el aspecto de una estatua esculpida en marmol. La rigidez de su rostro, parecido a una mascara, y su total concentracion, eran casi inhumanos.
– Estamos vivos, general -murmuro con acento triunfal-. Estamos vivos los dos.
– Esto no es justo -farfullo Velikov entre los dientes apretados-. Ambos deberiamos estar muertos.
– Dirk Pitt y los otros consiguieron de algun modo hacer pasar los barcos entre sus unidades navales y sacarlos a mar abierto -explico Hagen-. La fuerza destructora de las explosiones fue solamente una decima parte de lo que habria sido si los barcos hubiesen permanecido en el puerto.
– Ha fracasado, general -dijo Castro-. Cuba sigue siendo Cuba.
– Tan cerca de conseguirlo, y sin embargo… -Velikov sacudio resignadamente la cabeza-. Y ahora hablemos de la venganza que juro usted tomarse contra mi.
– Morira por cada uno de mis paisanos que ha asesinado -le prometio Castro, con una voz tan fria como una tumba abierta-. Lo mismo da que sean mil muertes o cien mil. Usted va a sufrirlas todas.
Velikov le dirigio una sonrisa torcida. Parecia carecer en absoluto de nervios.
– Vendran otros hombres y otros tiempos, y seguro que le mataran, Fidel. Lo se. Ayude a trazar cinco planes alternativos para el caso de que fallase este.
Sexta parte
75
Martin Brogan entro en el salon donde, temprano por la manana, se hallaba reunido el gabinete. El presidente y los hombres sentados alrededor de la gran mesa en forma de rinon le miraron expectantes.
– Los barcos fueron volados cuatro horas antes de lo previsto -les informo, todavia en pie.
Su anuncio fue recibido con un silencio solemne. Todos los que estaban sentados a la mesa habian sido informados del increible plan de los sovieticos para eliminar a Castro, y la noticia les impresiono mas como una tragedia inevitable que como una espantosa catastrofe.
– ?Cuales son los ultimos datos sobre victimas mortales? -pregunto Douglas Oates.
– Todavia es pronto para saberlo -respondio Brogan-. Toda la zona del puerto esta en llamas. Probablemente, el total de muertos se contara por millares. Sin embargo, la devastacion es mucho menos grave de lo que se habia proyectado en principio. Parece que nuestros agentes en La Habana capturaron dos de los barcos y los llevaron fuera del puerto antes de que estallasen.
Mientras los otros escuchaban en reflexivo silencio, Brogan leyo los