confundio con el humo y estallo hacia fuera.

El brillante resplandor blanco rojizo centelleo en el agua con la cegadora intensidad de diez soles, y fue seguido de una ruidosa caida que aliso las crestas de las olas.

La imagen del valiente y pequeno Pisto, lanzado a cincuenta metros de altura, como un cohete espacial que se desintegrase, quedo grabada para siempre en la mente de Pitt. Este observo pasmado como caian sus destrozados restos y Jack y su tripulacion en aquel torbellino, como granizo ardiendo.

Moe, sus hombres y su bote se borraron simplemente de la superficie del mar.

La furia explosiva derribo a los dos helicopteros armados. Las gaviotas fueron aplastadas en un radio de dos millas por la onda expansiva. La helice del Ozero Zaysan giro sobre el mar y se estrello contra el castillo de mando del destructor sovietico, matando a todos los que se hallaban en el puente. Planchas de acero retorcidas, roblones, eslabones de cadenas y aparejos de cubierta llovieron sobre la ciudad, perforando paredes y tejados como proyectiles de canon. Muchos postes de telefono y farolas fueron cortados por su base.

Cientos de personas perecieron en sus camas mientras dormian. Muchas resultaron terriblemente heridas por los trozos de cristal o aplastadas por los techos desplomados. Trabajadores y peatones madrugadores fueron levantados del suelo y estrellados contra los edificios.

La onda expansiva azoto la ciudad con fuerza doble a la de cualquier huracan, aplastando las estructuras de madera proximas al puerto como si fuesen juguetes de papel, derribando almacenes, rompiendo cien mil ventanas y arrojando contra las casas automoviles aparcados.

Dentro del puerto, estallo el monstruoso Ozero Baykai.

Al principio, surgieron del casco llamas que parecian de soplete. Despues, todo el petrolero se abrio en una gigantesca bola de fuego. Una oleada de petroleo en llamas inundo las estructuras proximas al muelle, provocando una reaccion de explosiones en cadena en el combustible de los cargueros amarrados. Trozos de metal al rojo penetraron en los depositos de petroleo y de gasolina del lado este del puerto. Estallaron uno tras otro, como en un castillo de fuegos artificiales, cubriendo la ciudad con gigantescas nubes de humo negro.

Una refineria de petroleo exploto; despues estallo una fabrica de productos quimicos, seguida de explosiones en una empresa de pinturas y en una fabrica de abonos. Dos buques de carga que se hallaban cerca y se dirigian al mar abierto, chocaron, se incendiaron y empezaron a arder. Un pedazo de acero al rojo del petrolero destruido cayo sobre uno de los diez vagones de ferrocarril cargados de depositos de propano, y todos volaron por el aire como una sarta de cohetes.

Otra explosion…, despues otra… y otra.

Seis kilometros de ciudad proxima al mar se convirtieron en un holocausto. Cenizas y hollin cayeron sobre la capital como una negra nevada. Pocos de los estibadores que trabajaban en los muelles sobrevivieron. Afortunadamente, casi no habia nadie en las refinerias y en la fabrica de productos quimicos. Se habrian perdido muchas mas vidas de no haber sido un dia de fiesta nacional.

Lo peor del desastre dentro del puerto habia pasado, pero la pesadilla que afligiria al resto de la ciudad estaba todavia por llegar.

Una enorme ola de veinte metros surgio del torbellino y avanzo en direccion a la costa. Pitt y sus companeros contemplaron horrorizados como rugia detras de ellos aquella montana verde y blanca. Esperaron inmoviles, sin dejarse llevar por el panico, solo mirando y esperando que la pequena y fragil lancha se convirtiese en un pecio mas, y el agua, en su tumba.

El rompeolas a lo largo del Malecon estaba solamente a treinta metros cuando aquel alud horizontal engullo la lancha, La cresta se encorvo y estallo encima de ellos. Arranco a Manny y a otros tres hombres de sus asientos, y Pitt les vio flotar entre la espuma como tablillas en un tornado. La enorme ola se acerco mas, pero su impulso levanto la lancha sobre la cresta y la lanzo al ancho bulevar.

Pitt se agarro con tanta fuerza al timon que este fue arrancado de su montura y el salio despedido. Penso que habia llegado el fin, pero, con un consciente esfuerzo de voluntad, respiro hondo y retuvo el aire al ser sumergido en el agua. Como en suenos, pudo mirar hacia abajo a traves de aquel agua extranamente clara y diabolica, viendo como daban tumbos los coches que dirianse empujados por una mano de gigante.

Sumergido en aquel hirviente torbellino, se sintio extranamente sereno. Le parecio una ridiculez estar a punto de ahogarse en una calle de una ciudad. Se aferraba todavia tenazmente a su deseo de vivir, pero no luchaba tontamente, tratando de conservar el precioso oxigeno. Se relajo y trato en vano de mirar a traves de la espuma; de algun modo, su mente funcionaba con extraordinaria claridad. Sabia que si la ola le arrojaba contra un edificio de hormigon, las toneladas de agua que venian detras le aplastarian como a una sandia lanzada desde un avion.

Su miedo habria aumentado si hubiese visto estrellarse la lancha contra la segunda planta de un edificio de apartamentos que albergaba a tecnicos sovieticos. El impacto rompio el casco como si las tablas fuesen tan fragiles como una cascara de huevo. El motor Diesel de cuatro cilindros salio disparado a traves de una ventana rota y fue a parar a una escalera.

Afortunadamente, Pitt fue lanzado a una calle lateral estrecha, como un leno a impulso de una cascada. La ola se lo llevaba todo por delante como un monton de desperdicios. Pero, al doblar la esquina de un edificio lo bastante recio para resistir su ataque, la ola empezo a perder fuerza. Dentro de unos segundos alcanzaria su limite, y el reflujo arrastraria cuerpos humanos y cascotes hacia el mar.

La falta de oxigeno hizo que Pitt empezara a ver estrellas. Sus sentidos comenzaron a apagarse uno a uno. Sintio un fuerte golpe en el hombro al chocar contra un objeto fijo. Lo rodeo con un brazo, tratando de sujetarse, pero fue lanzado hacia delante por la fuerza de la ola. Tropezo con otra superficie lisa y esta vez alargo las manos y se aferro a ella en un abrazo mortal, sin reconocerla como el rotulo de una joyeria.

Sus facultades mentales y sensoriales fueron menguando y se extinguieron como si se hubiese cortado una corriente electrica. Habia un martilleo en su cabeza y la oscuridad cubria las estrellas que centelleaban detras de sus ojos. Solamente su instinto le sostenia y, muy pronto, incluso este iba a abandonarle.

La ola habia alcanzado su limite y empezo a replegarse sobre si misma para volver al mar. Demasiado tarde para Pitt, que estaba perdiendo el conocimiento. Su cerebro consiguio de algun modo enviar un ultimo mensaje. Introdujo torpemente un brazo entre el rotulo y la barra de soporte que sobresalia del edificio, y lo mantuvo alli. Entonces sus pulmones no pudieron aguantar mas y empezo a ahogarse.

El gran estruendo de las explosiones se extinguio en los montes y en el mar. No habia luz de sol en la ciudad, no verdadera luz de sol. La ocultaba una capa de humo negro de increible densidad. Todo el puerto parecia estar ardiendo. Los muelles, los barcos, los almacenes y ocho kilometros cuadrados de agua recubierta de petroleo brillaban con llamas azules y anaranjadas que se elevaban hacia la oscura boveda.

La terriblemente malparada ciudad empezo a recobrarse y se puso en pie, tambaleandose. Las sirenas emularon la ruidosa intensidad de las crepitantes hogueras. La tremenda oleada habia refluido al golfo de Mexico, arrastrando una enorme masa de cascotes y cadaveres.

Los supervivientes salieron a trompicones a la calle, heridos y pasmados, como ovejas desconcertadas, impresionados por la enorme devastacion que les rodeaba, preguntandose que habia sucedido. Algunos caminaban inconscientes, sin sentir sus lesiones. Otros contemplaban atontados un gran pedazo del timon del Amy Bigalow que habia caido en la estacion de autobuses y aplastado cuatro vehiculos y a varias personas que estaban esperando.

Un trozo del mastil de proa del Ozero Zaysan fue encontrado clavado en el centro del campo de futbol del Estadio de La Habana. Una grua de una tonelada cayo sobre un pabellon del Hospital de la Universidad, aplastando las unicas tres camas desocupadas en una sala de cuarenta. Esto fue pregonado como uno de los cien milagros que se produjeron aquel dia. Un gran

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