Le dolia todo el cuerpo de cansancio. Se aguantaba por pura fuerza de voluntad. La sangre de los cortes producidos por las explosiones de las granadas de la fragata se habia coagulado y habia pintado rayas de un rojo oscuro en su cara. No sentia el sudor ni la ropa que se pegaba a su cuerpo.

Cerro un momento los ojos y deseo estar de regreso en su apartamento, con un martini con ginebra Bombay en la mano y sentado debajo de una ducha caliente. Dios mio, que fatigado estaba.

Una subita rafaga de viento entro por las ventanas destrozadas del puente, y Pitt abrio de nuevo los ojos. Observo las orillas de la costa a babor y a estribor. Las piezas de artilleria emplazadas disimuladamente alrededor del puerto permanecian silenciosas y todavia no habia senales de aviones o de lanchas patrulleras. A pesar de la batalla sostenida con la fragata armada, no se habia dado la alarma. La confusion y la falta de informacion entre fuerzas militares de seguridad de La Habana estaban trabajando a su favor.

La ciudad todavia dormida continuaba estando detras de ellos, como sujeta a la popa de la embarcacion. Ahora habia salido ya el sol y el convoy podia ser visto desde cualquier lugar de la costa.

Unos minutos mas, unos pocos minutos mas, no paraba de repetirse mentalmente.

Velikov recibio la orden de detenerse en una esquina desierta cerca de la plaza de la Catedral, en la vieja Habana. Fue conducido al interior de un misero edificio de ventanas polvorientas y rajadas, pasando por delante de unas vitrinas donde se exhibian descoloridos posters de estrellas de cine de los anos cuarenta, que miraban a la camara sentados en el bar.

Taberna frecuentada antano por ricas celebridades americanas, Sloppy Joe's no era ahora mas que un sordido tugurio largo tiempo olvidado, salvo por unos pocos viejos. Cuatro personas estaban sentadas a un lado del deslustrado y descuidado bar.

El interior estaba oscuro y olia a desinfectante y a deterioro. Velikov no reconocio a sus anfitriones hasta que llego a la mitad de la habitacion sin barrer. Entonces se detuvo en seco y miro fijamente, con incredulidad, mientras se sentia invadido por subitas nauseas.

Jessie LeBaron estaba sentada entre un hombre gordo y extrano y Raul Castro. El cuarto hombre del grupo le dirigio una mirada amenazadora.

– Buenos dias, general -dijo Fidel Castro-. Me alegro de que haya podido venir a reunirse con nosotros.

73

Pitt aguzo los oidos al percibir el zumbido de un avion. Solto la rueda del timon y se asomo a la puerta del puente.

Un par de helicopteros armados volaban a lo largo de la costa, viniendo del norte. Pitt volvio a mirar hacia la entrada del puerto. Un barco de guerra gris avanzaba por el canal a toda velocidad, levantando una ola enorme con la proa. Esta vez era un destructor sovietico, fino como un lapiz, apuntando con los canones de proa a los maltrechos e indefensos barcos de la muerte. Habia empezado una caza de la que nadie podia escapar.

Jack salio a la cubierta del remolcador y miro el destrozado puente del Amy Bigalow. Se maravillo de que alguien siguiese vivo y manejando el timon. Se llevo una mano a un oido y espero hasta que otra mano hizo el mismo ademan, en senal de comprension. Aguardo a que un tripulante corriese a la popa del carguero e hiciese la misma senal a Moe, a borde del Ozero Zaysan. Despues volvio dentro y llamo por radio.

– Aqui el Pisto. ?Me oyen? Cambio.

– Perfectamente -respondio Pitt.

– Le oigo -dijo Moe.

– Ha llegado la hora de que aten la rueda del timon y abandonen el barco -dijo Jack.

– ?Que bien! -gruno Moe-. Dejemos que esos cascarones infernales se hundan solos.

– Dejaremos los motores funcionando a toda velocidad -dijo Pitt-. ?Que hara el Pisto?

– Seguire dirigiendolo durante unos minutos mas, para asegurarme de que los barcos no vuelvan hacia la costa -respondio Jack.

– Sera mejor que no se retrase. Los chicos de Castro vienen por el canal.

– Les veo -dijo Jack-. Suerte. Cierro.

Pitt fijo el timon en la posicion de avante y llamo a Manny. El duro jefe de maquinas no necesitaba que le diesen prisa. Tres minutos mas tarde, el y sus hombres estaban desprendiendo la lancha de su pescante. Subieron a ella y empezaban a arriarla cuando Pitt salto sobre la borda y se dejo caer.

– Casi le hemos dejado atras -grito Manny.

– Comunique por radio con el destructor y les dije que se apartasen o volariamos el barco cargado de municiones.

Antes de que Manny pudiese replicar, se oyo un estampido parecido a un trueno. Pocos segundos despues, una granada cayo en el mar a cincuenta metros delante del Pisto.

– No se lo han tragado -gruno Manny.

Puso en marcha el motor y dispuso la caja de cambios de manera que, cuando tocasen el agua, su velocidad fuese igual a la del barco. Soltaron los cables y cayeron de costado sobre las olas, casi a punto de volcar. El Amy Bigalow prosiguio su ultimo viaje, abandonado y condenado a la destruccion.

Manny se volvio y vio que Moe y sus hombres estaban bajando la lancha del Ozero Zaysan. Choco contra una ola y fue lanzada contra el costado de acero del buque con tanta fuerza que saltaron las juntas de estribor y se inundo a medias el casco, sumergiendose el motor.

– Tenemos que ayudarles -dijo Pitt.

– De acuerdo -convino Manny.

Antes de que pudiesen dar media vuelta, Jack habia captado la situacion y grito por su megafono:

– Dejenlos. Yo les recogere cuando me suelte. Preocupense de ustedes y dirijanse a tierra.

Pitt tomo el puesto de piloto de un tripulante que se habia aplastado los dedos con las cuerdas del pescante. Dirigio la lancha hacia los altos edificios del Malecon y puso la velocidad al maximo.

Manny miraba hacia atras, al remolcador y al bote donde se hallaba la tripulacion de Moe. Palidecio cuando el destructor disparo de nuevo y dos columnas gemelas de agua se elevaron a los lados del Pisto. La rociada cayo sobre la obra muerta, pero el barco se sacudio el agua y siguio adelante.

Moe se volvio, disimulando un sentimiento de panico. Sabia que no volveria a ver vivos a sus amigos.

Pitt estaba calculando la distancia entre los buques que se retiraban y la costa. Todavia estaban lo bastante cerca, demasiado cerca, para que los explosivos destruyesen la mayor parte de La Habana, penso lugubremente.

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