Vio en un edificio un rotulo que lo identificaba como salon de recreo de los trabajadores del muelle. Se lanzo contra la puerta y la abrio de golpe con el hombro. Busco a tientas en la pared, encontro el interruptor de la luz y la encendio. La habitacion estaba amueblada con viejos sofas manchados. Habia tableros de ajedrez, fichas de domino y un pequeno frigorifico. Posters de Castro, del Che Guevara, fumando un cigarro con altaneria, y de un sombrio Lenin, miraban hacia abajo desde una pared.
Borchev entro en el despacho de un supervisor y levanto el telefono que habia sobre una mesa. Marco varias veces sin poder comunicar. Por fin desperto a la telefonista, maldiciendo la retrasada eficacia del sistema telefonico cubano.
Las nubes empezaban a adquirir un brillo anaranjado sobre los montes del este y las sirenas de los vehiculos de bomberos de la ciudad convergian sobre el puerto cuando le pusieron por fin en comunicacion con la Embajada sovietica.
El capitan Manuel Pinon estaba en el puente de la fragata patrullera de clase Riga, construida en Rusia, y enfoco sus gemelos. Su primer oficial le habia despertado poco despues de que estallasen la lucha y la conflagracion en la zona comercial del puerto. Podia ver poco a traves de los gemelos, porque su barco estaba amarrado en el muelle naval detras de una punta y precisamente mas abajo del canal, y su vision quedaba entorpecida por unos edificios.
– ?Deberiamos ir a investigar? -pregunto el primer oficial.
– La policia y los bomberos ya se ocuparan de ello -respondio Pinon.
– Parecen disparos de fusil.
– Probablemente un incendio en un almacen de municiones. Es mejor que no entorpezcamos a las embarcaciones contra incendios. -Tendio los gemelos al primer oficial-. Siga observando. Yo me vuelvo a la cama.
Pinon estaba a punto de entrar en su camarote cuando el primer oficial llego corriendo por el pasillo.
– Senor, sera mejor que vuelva al puente. Dos barcos estan tratando de salir del puerto.
– ?Sin autorizacion?
– Si, senor.
– Tal vez se trasladan a otro lugar de amarre.
El primer oficial sacudio la cabeza.
– Han puesto rumbo al canal principal.
Pinon gruno.
– Los dioses no quieren dejarme dormir.
El primer oficial sonrio ironicamente.
– Un buen comunista no cree en los dioses.
– Cuenteselo a mi anciana madre.
De nuevo en el puente, Pinon bostezo y miro a traves de la neblina de la manana temprana. Dos barcos remolcados estaban a punto de entrar en el canal en direccion al mar abierto.
– ?Que diablos…? -Pinon volvio a enfocar los gemelos-. Ni una bandera, ni una luz de navegacion encendida, ni vigilancia en los puentes…
– Ni responden a nuestras senales por radio exigiendoles que declaren sus intenciones. Casi parece que tratan de escapar.
– Chusma contrarrevolucionaria tratando de llegar a los Estados Unidos -gruno Pinon-. Si, debe ser esto. No puede ser otra cosa.
– ?Debo dar la orden de zarpar y salirles al paso?
– Si, inmediatamente. Nos cruzaremos delante de sus proas y les cerraremos el camino.
Todavia hablaba cuando el primer oficial empezo a tocar la sirena para que los tripulantes ocupasen sus puestos.
Diez minutos mas tarde, aquel barco de treinta anos, retirado por la Marina rusa despues de ser sustituido por una clase de fragata mas nueva y modificada, navegaba de costado a traves del canal. Sus canones de cuatro pulgadas apuntaban casi a boca de jarro a los buques fantasmas que se acercaban rapidamente.
Pitt observo la centelleante luz de senales de la fragata y estuvo tentado de encender la radio, pero se habia convenido desde el principio que el convoy guardaria silencio para el caso de que cualquier receptor de las autoridades del puerto o de algun puesto de seguridad estuviese sintonizado en la misma frecuencia. El conocimiento del codigo de Morse internacional de Pitt estaba muy oxidado, pero descifro el mensaje como «Detenganse inmediatamente e identifiquese.»
Mantuvo la mirada fija en el
AVANTE A TODA MAQUINA.
Ahora estaban tan cerca que podia ver la bandera naval cubana ondeando rigidamente bajo la brisa marina. Las tablillas de la lampara de senales se abrieron y cerraron de nuevo. «Detenganse inmediatamente o abriremos fuego.»
Dos hombres aparecieron en la popa del
– Apartate, pedazo de imbecil. ?No ves que estoy remolcando?
Pinon hizo caso omiso del insulto. No esperaba menos de un patron de remolcador.
– Su maniobra no esta autorizada. Voy a enviar una patrulla de inspeccion.
– Que me aspen si consiento que ningun mequetrefe de la Marina ponga los pies en mi barco.
– Dese por muerto si no lo hace -replico Pinon, de buen humor.
Ahora ya no estaba seguro de que fuese un intento de fuga en masa de disidentes, pero la extrana accion del remolcador y los barcos sin luces exigian una investigacion.
Se inclino sobre la barandilla del puente y ordeno que fuese arriada la lancha a motor con una patrulla. Cuando volvio a mirar el convoy no identificado, se quedo paralizado de espanto.
Demasiado tarde. A la palida luz de la manana, no habia visto que el barco de detras del remolcador no era un peso muerto. Navegaba y se estaba acercando a la fragata a una velocidad de al menos ocho nudos. Se quedo mirando perplejo durante unos segundos, antes de recobrar el uso de su razon.
– ?Avante! -grito-. Artilleros, ?fuego!
Su orden fue seguida por el estruendo ensordecedor de los proyectiles que volaban sobre el hueco cada vez mas estrecho e iban a estrellarse en la proa y la superestructura del
La segunda rafaga destrozo el cuarto de mapas y partio el primer mastil en dos. La mitad superior cayo sobre el costado del buque y fue arrastrada unos treinta metros hasta que se rompieron los cables y floto en libertad. La chimenea fue alcanzada y quedo hecha pedazos, y una granada