sovieticos se vieron atacados desde todos lados. Muchos fueron derribados. Hacian unos blancos perfectos, resaltados por la resplandeciente hoguera de los camiones. Los que sobrevivieron a la guadana de la muerte contestaron el fuego. El repiqueteo de las armas era ensordecedor, mientras las balas se incrustaban en las paredes de madera o en carne humana o fallaban el blanco y rebotaban silbando en la noche. Clark corrio velozmente para resguardarse detras de una grua, pero fue alcanzado en un muslo y por otra bala que le atraveso ambas munecas.
Malparados, pero sin dejar de luchar, los sovieticos empezaron a retirarse. Hicieron un futil intento de salir de los muelles y resguardarse detras de un muro de hormigon a lo largo del bulevar principal, pero dos de los hombres de Clark lanzaron una rafaga de tiros que los dejo secos.
Clark yacia detras de la grua, sangrando a chorros de sus rotas venas, pero incapaz de detener la hemorragia. Sus manos pendian como las ramas rotas de un arbol, y no sentia nada en los dedos. Estaba perdiendo ya el conocimiento cuando se arrastro hasta la orilla del muelle y miro hacia el puerto.
Lo ultimo que jamas verian sus ojos fue la silueta de los dos cargueros contra las luces de la orilla opuesta. Se estaban apartando de los muelles y dirigiendose a la entrada del puerto.
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Mientras se combatia furiosamente en el muelle, el pequeno
El navio de veinte mil toneladas empezo a moverse. Su mole amorfa era iluminada por llamas de color naranja mientras se deslizaba hacia el mar abierto. En cuanto se hubo apartado de los muelles, Jack viro 180 grados, hasta que el barco cargado de municiones puso proa a la entrada del puerto. Entonces lo solto y recogio el cable de arrastre.
En la caseta del timon del
Un temblor agito todo el barco, que empezo a adentrarse gradualmente en el puerto. Pitt hizo girar la rueda y la proa se volvio hasta que el barco se coloco de costado en relacion con el muelle que se alejaba. La vibracion del motor se amortiguo y pronto se deslizaron suavemente, con una ligera humareda brotando de la chimenea.
Todo el muelle parecia estar ardiendo; las llamas de los camiones incendiados proyectaban una luz misteriosa y vacilante al interior de la caseta del timon. Todos los marineros, salvo Manny, subieron de la sala de maquinas y se plantaron en la proa. Ahora que tenia sitio para maniobrar, Pitt hizo girar el timon hacia estribor y senalo adelante despacio en el telegrafo. Manny respondio y el
Las estrellas del este empezaban a perder su brillo cuando el oscuro casco del
La misma operacion se repitio en la popa, solo que, esta vez, con la cadena del ancla de babor del inerte
Jack hizo sonar la sirena del
La ultima parte del plan de Pitt habia terminado. El petrolero fue dejado atras, flotando mas cerca de los depositos de petroleo de la orilla opuesta del puerto, pero a dos kilometros del populoso centro de la ciudad. Los otros dos barcos, con sus mortiferas cargas, se dirigian hacia el mar abierto. El remolcador anadia su fuerza a la del
Detras de ellos, la gran columna de llamas y humo ascendia en espiral hacia el cielo azul de la manana temprana. Clark habia ganado tiempo para darles una oportunidad de victoria, pero lo habia pagado con la vida.
Pitt no miro hacia atras. Sus ojos eran atraidos como un iman por el rayo de luz del faro que se alzaba sobre las grises murallas del Castillo del Morro, la siniestra fortaleza que guardaba la entrada del puerto de La Habana. Estaba a tres millas de distancia, pero parecian treinta.
La suerte estaba echada. Manny elevo la fuerza de la otra maquina y las dos helices gemelas batieron el agua. El
Estaba a cuarenta minutos de alcanzar la libertad. Pero se habia dado la alarma y todavia tenia que llegar lo inconcebible.
El comandante Borchev esquivo las ascuas que caian y silbaban en el agua. Flotando alli, debajo de los pilotes, podia oir el estruendo de las armas de fuego y ver las llamas que se elevaban hacia el cielo. El agua de los muelles estaba tibia y olia a peces muertos y a petroleo. Arqueo y vomito el agua sucia que habia tragado cuando el extrano coronel cubano le habia empujado sobre el borde del muelle.
Nado lo que le parecio una milla antes de encontrar una escalera y subir a un embarcadero abandonado. Escupio asqueado y corrio hacia el convoy ardiente.
Cuerpos ennegrecidos y quemados llenaban el muelle. El tiroteo habia cesado cuando los pocos supervivientes de Clark escaparon en una pequena barca con motor fuera borda. Borchev anduvo cautelosamente entre aquella carniceria. A excepcion de dos heridos que se habian refugiado detras de una carretilla elevadora, los demas habian muerto. Todo su destacamento habia sido aniquilado.
Medio loco de rabia, Borchev paso tambaleandose entre las victimas, buscando, hasta que encontro el cuerpo de Clark. Puso boca arriba al agente de la CIA y miro sus ojos ciegos.
– ?Quien eres? -pregunto estupidamente-. ?Para quien trabajas?
Pero la facultad de responder habia muerto con Clark.
Borchev agarro del cinturon el cuerpo exanime y lo arrastro hasta el borde del muelle. Entonces, de una patada, lo arrojo al agua.
– ?Veamos si te gusta esto! -grito, insensato.
Borchev anduvo sin objeto entre los muertos durante otros diez minutos, antes de recobrar su aplomo. Por ultimo comprendio que tenia que informar a Velikov. El unico transmisor habia quedado destrozado dentro del primer camion, y Borchev empezo a correr por la zona portuaria buscando febrilmente un telefono.