metal con un espejo en un extremo.

Se acerco a la puerta. Sujetando la cartera entre las rodillas, se detuvo a poca distancia del umbral, enfoco el espejito arriba y abajo del pasillo. No habia nadie. Volvio el espejo hasta que reflejo el monitor de television en el extremo del corredor. Entonces coloco el encendedor de manera que saliese ligeramente del marco de la puerta y apreto la palanca.

En el cuarto de seguridad de detras del vestibulo principal, la pantalla de uno de los televisores quedo de pronto en blanco. El guardia que estaba en la consola empezo a comprobar rapidamente los circuitos.

– Tengo un problema con el numero doce -anuncio.

Su supervisor se levanto de una mesa, se acerco y observo el monitor.

– Una interferencia. Los cientificos del laboratorio de electro-fisica deben de haber vuelto a las andadas.

De pronto ceso la interferencia y seguidamente se produjo en otro monitor.

– Esto es curioso -dijo el supervisor-. Nunca habia visto que se produjesen en serie.

Al cabo de unos segundos, la pantalla volvio a funcionar, mostrando solamente un corredor vacio. Los guardias se seguridad se miraron y se encogieron de hombros.

En cuanto hubo entrado y cerrado la puerta del despacho de Mooney, Hagen apago el aparatito electrico que habia causado las interferencias. Se acerco sin ruido a la ventana y corrio las cortinas. Se puso un par de finos guantes de plastico y encendio la luz del techo.

Hagen era maestro en la tecnica de registrar una habitacion. Prescindio de lo evidente: cajones, archivos, libretas de direcciones y numeros de telefono. Fue directamente a una libreria y encontro lo que buscaba en menos de siete minutos.

Mooney podia ser uno de los fisicos mas eminentes de la nacion, pero habia sido como un libro abierto para Hagen. La pequena libreta estaba oculta dentro de un libro titulado Celestial Mechantes in True Perspective, de Horace DeLiso. El contenido estaba en una clave que empleaba ecuaciones. Era griego para Hagen, pero no se dejo enganar sobre su significacion. Normalmente habria fotografiado las paginas y dejado la libreta en su sitio; pero esta vez se la metio simplemente en el bolsillo, comprendiendo que no hubiese podido hacer descifrar a tiempo el texto.

Los guardias estaban todavia atareados con los monitores cuando Judge se acerco al mostrador.

– ?Quieren que firme el comprobante de salida? -dijo, con una sonrisa.

El jefe de seguridad se acerco a el, con una expresion interrogadora en el semblante.

– ?Viene usted de administracion?

– Si.

– No le hemos visto en la pantalla de seguridad.

– No se -dijo inconscientemente Hagen-. Sali por la puerta y recorri los pasillos hasta llegar aqui. Es cuanto puedo decirle.

– ?Ha visto a alguien? ?Algo desacostumbrado?

– No he visto a nadie. Pero las luces vacilaron y se apagaron un par de veces.

El guardia asintio con la cabeza.

– Interferencias electricas del laboratorio de electrofisica. Es lo que me habia imaginado.

Hagen firmo y salio a la noche sin nubes, tarareando una tonadilla.

Segunda parte

El Cyclops

18

25 de octubre de 1989

Key West, Florida

Pitt yacia boca arriba sobre el fresco hormigon de la pista, mirando hacia arriba al Prosperteer. El sol emergia del horizonte envolviendo lentamente la vieja aeronave en un manto de luz anaranjada. El dirigible parecia algo irreal, o al menos asi lo imaginaba Pitt; era como un fantasma de aluminio que no sabia de fijo adonde ir.

Pitt habia estado despierto casi todo el tiempo durante el vuelo desde Washington hasta Key West, mirando las cartas de Buck Caesar del Old Bahama Channel y resiguiendo la ruta cuidadosamente marcada del vuelo de Raymond LeBaron. Cerro los ojos tratando de hacerse una clara imagen de los vagabundeos espectrales del Prosperteer.

A menos que las bolsas de gas del interior del dirigible hubiesen sido repostadas desde un barco, cosa sumamente improbable, la unica respuesta a las andanzas de Raymond LeBaron estaba en Cuba.

Algo hurgaba en su mente, una idea que volvia aunque el, inconscientemente, se esforzaba por apartarla, una pieza del cuadro que se hizo mas clara cuando Pitt empezo a fijarse en ella. Y de pronto, cristalizo.

El vuelo para seguir la pista de LeBaron tenia otro objeto.

Pero la conclusion racional y logica era todavia como un vago perfil en medio de una niebla espesa. La cuestion era tratar de fijarla en un plan. Y estaba pensando en que direccion le convenia explorar, cuando sintio que una sombra se proyectaba encima de el.

– Bueno, bueno -dijo una voz conocida-, parece que Blancanieves ha vuelto a morder la manzana.

– O eso, o esta hibernando -dijo otra voz que Pitt reconocio.

Abrio los ojos, resguardandolos del sol con una mano, y vio a un par de sonrientes individuos que le estaban mirando desde arriba. El mas bajo de los dos, un hombre musculoso, de pecho abombado, cabellos negros y rizados y con el aire de quien gusta de comer ladrillos para desayunar, era el viejo amigo de Pitt y subdirector de proyectos de la AMSN, Al Giordino.

Giordino alargo un brazo, agarro la mano que le tendia Pitt y le puso en pie con la misma facilidad con que un encargado de la limpieza recoge un bote vacio de cerveza del cesped de un parque.

– La hora de la partida es dentro de veinte minutos.

– ?Ha llegado ya nuestro anonimo piloto? -pregunto Pitt.

El otro hombre, un poco mas alto y mucho mas delgado que Giordino, sacudio la cabeza.

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