– No ha dado senales de vida.

Rudi Gunn tenia unos ojos azules que eran amplificados por los gruesos cristales de sus gafas. Tenia el aspecto de un contable desnutrido que hiciese horas extras para comprarse un reloj de oro. Pero la impresion era enganosa. Gunn era supervisor de los proyectos oceanograficos de la AMSN. Mientras el almirante Sandecker combatia encarnizadamente con el Congreso y la burocracia federal, Gunn cuidaba de la labor cotidiana de la agencia. Para Pitt, el hecho de haber obtenido de Sandecker la ayuda de Gunn y Giordino habia sido una gran victoria.

– Si queremos partir a la misma hora que LeBaron, tendremos que apanarnos solos -dijo despreocupadamente Giordino.

– Creo que podremos arreglarnos -dijo Pitt-. ?Has estudiado los manuales de vuelo?

Giordino asintio con la cabeza.

– Se necesitan cincuenta horas de instruccion y de vuelo para conseguir el permiso. El control basico no es dificil, pero el arte de mantener estable este escroto neumatico en una brisa fuerte requiere practica.

Pitt no pudo dejar de sonreir ante la caprichosa descripcion de Giordino.

– ?Ha sido cargado el equipo?

– Cargado y asegurado -le dijo Gunn.

– Entonces supongo que debemos partir.

Cuando se acercaban al Prosperteer, el jefe del personal de tierra de LeBaron descendio la escalerilla de la cabina de control. Dijo unas pocas palabras a uno de sus hombres y despues saludo amablemente a Pitt y a sus companeros.

– Esta todo dispuesto, caballeros.

– ?Hasta que punto son parecidas las condiciones atmosfericas de este viaje a las del anterior? -pregunto Pitt.

– El senor LeBaron volaba contra un viento de cinco millas por hora que soplaba del sudeste. Ustedes lo encontraran de ocho, por lo que tendran que compensar la diferencia. Hay un huracan de final de temporada que se acerca a las islas Turks y Caicos. Los meteorologos le han dado el nombre de Evita, porque es una pequena rafaga de un diametro de no mas de sesenta millas. Las previsiones senalan que girara hacia el norte en direccion a la Carolinas. Si dan la vuelta no mas tarde de las catorce horas, la brisa exterior de Evita deberia proporcionarles un buen viento de cola para empujarles a casa.

– ?Y si no?

– Si no, ?que?

– Si no damos la vuelta a las catorce horas.

El jefe del personal sonrio debilmente.

– No les recomiendo que se dejen pillar por una tormenta tropical con vientos de cincuenta nudos, al menos en una aeronave que tiene sesenta anos.

– Es un buen argumento -confeso Pitt.

– Teniendo en cuenta el viento de frente -dijo Gunn-, no llegaremos a la zona de busca hasta las 10.30. Esto no nos deja mucho tiempo para buscar.

– Si -dijo Giordino-, pero la ruta conocida de LeBaron deberia llevarnos directamente a la meta.

– Una meta grande -murmuro Pitt, a nadie en particular-.demasiado grande.

Los tres hombres de la AMSN estaban a punto de subir a bordo cuando el automovil de LeBaron se detuvo junto al dirigible. Angelo se apeo y abrio cortesmente la portezuela del otro lado. Jessie bajo del coche y se acerco; tenia un aspecto exotico, con un traje de safari y los cabellos recogidos con un brillante panuelo, al estilo de los anos treinta. Llevaba una bolsa de viaje de ante.

– ?Esta todo listo? -dijo animadamente, pasando por su lado y empezando a subir agilmente la escalerilla.

Gunn dirigio una hosca mirada a Pitt.

– No nos dijiste que ibamos a ir de picnic.

– Tampoco me lo habian dicho a mi -dijo Pitt, mirando a Jessie, que se habia vuelto al llegar a la puerta.

– La culpa es mia -dijo Jessie-. Olvide mencionar que soy su piloto.

Giordino y Gunn pusieron una cara como si se hubiesen tragado un calamar vivo. La cara de Pitt tomo una expresion divertida.

– Lo dira en broma -dijo.

– Raymond me enseno a pilotar el Prosperteer -dijo ella-. He manejado mas de ochenta horas los controles y tengo licencia.

– Lo dira en broma -repitio Pitt empezando a intrigarse.

Giordino no le vio la gracia.

– ?Sabe tambien sumergirse, senora LeBaron?

– ?Con escafandra autonoma? Tambien tengo licencia.

– No podemos llevar a una mujer -dijo resueltamente Gunn.

– Por favor, senora LeBaron -suplico el jefe del personal de tierra-. No sabemos lo que le ocurrio a su marido. El vuelo puede ser peligroso.

– Usaremos el mismo plan de comunicacion que en el vuelo de Raymond -dijo ella, sin prestar atencion a la advertencia-. Si encontramos algo interesante, lo transmitiremos en palabras normales. Esta vez no habra claves.

– Esto es ridiculo -salto Gunn.

Pitt se encogio de hombros.

– Pues, no lo se. Yo voto por ella.

– ?No lo diras en serio!

– ?Por que no? -replico Pitt, con una sardonica sonrisa-. Yo creo firmemente en la igualdad de derechos. Ella tiene tanto derecho a matarse como nosotros.

El personal de tierra permanecio silencioso, como si estuviese ante un feretro, siguiendo con la mirada al viejo dirigible que se elevaba bajo los rayos del sol naciente. De pronto, la aeronave empezo a caer. Todos contuvieron el aliento cuando la rueda de aterrizaje rozo la cresta de una ola. Entonces reboto lentamente y lucho por elevarse.

– Arriba, pequeno, ?arriba! -murmuro ansiosamente alguien.

El Prosperteer se elevo a sacudidas, unos pocos metros cada vez, hasta que por fin se nivelo a una altura segura. Los hombres de tierra observaron inmoviles hasta que el dirigible se convirtio en una pequena mancha oscura sobre el horizonte. Y siguieron alli cuando se hubo perdido de vista, instintivamente silenciosos, sintiendo miedo en el fondo de sus corazones. Hoy no habria partido de balonvolea. Subieron todos al camion de mantenimiento, sobrecargando el sistema de acondicionamiento de aire y apinandose alrededor de la radio.

El primer mensaje llego a las siete. Pitt explico el motivo de la accidentada elevacion. Jessie no habia compensado lo bastante la falta de fuerza de sustentacion ocasionada por el peso de Giordino y Gunn a bordo.

Desde entonces hasta las catorce, Pitt mantuvo abierta la frecuencia y sostuvo un dialogo fluido, comparando sus observaciones con las que habian sido transmitidas durante el vuelo de LeBaron.

El jefe del personal de tierra levanto el microfono.

– Prosperteer, aqui la casa de la Abuela. Cambio.

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