– Pero no conozco a Leonard Hudson.

– Un hombre muy brillante -dijo Mooney-. Fue el precursor: diseno la mayoria de nuestras naves espaciales anos antes de que fuesen construidas y enviadas. Si no hubiese muerto en la flor de su juventud, es imposible saber lo que habria logrado.

– ?Como murio?

– En un accidente de una avioneta. Volaba para asistir a un seminario en Seattle con el doctor Gunnar Eriksen cuando su avion estallo en el aire y cayo al rio Columbia.

– ?Quien era Eriksen?

– Un gran pensador. Tal vez el mas brillante astrofisico que haya producido nunca el pais.

Un ligero timbre de alarma sono en la mente de Hagen.

– ?Tenia alguna especializaron concreta?

– Si, la morfologia sinoptica geolunar para una poblacion industrializada.

– ?Podria traducirmelo?

– Desde luego -Mooney se echo a reir-. Eriksen estaba obsesionado por la idea de establecer una colonia en la Luna.

16

Al mismo tiempo, las dos de la manana hora de Moscu, cuatro hombres estaban agrupados alrededor de una chimenea que calentaba un saloncito en el interior del Kremlin. La habitacion estaba debilmente iluminada, y el ambiente, cargado. El humo de los cigarrillos se mezclaba con el de un solo cigarro.

El presidente sovietico, Georgi Antonov, contemplaba pensativamente las ondulantes llamas. Despues de una cena ligera, se habia quitado la chaqueta y la habia sustituido por un viejo sueter de pescador. Se habia descalzado, conservando los calcetines, y apoyaba los pies en una otomana bordada.

Vladimir Polevoi, jefe del Comite de Seguridad del Estado, y Sergei Kornilov, jefe del programa espacial sovietico, vestian trajes oscuros de lana, hechos a medida en Londres, mientras el general Yasenin lucia su uniforme lleno de medallas.

Polevoi dejo el informe y las fotografias sobre una mesa baja y sacudio, perplejo, la cabeza.

– No se como pudieron hacer esto en el mas absoluto secreto.

– Un adelanto tan extraordinario parece inconcebible -convino Kornilov-. Yo no lo creere hasta que vea mas pruebas.

– La prueba evidente esta en las fotografias -dijo Yasenin-. El informe de Rykov no deja lugar a dudas. Estudien los detalles. Las dos figuras plantadas en la Luna son reales. No es una ilusion proyectada por las sombras o creada por un defecto del sistema de exploracion. Existen.

– Los trajes espaciales son distintos de los empleados por los astronautas americanos -replico Kornilov-. Los cascos son tambien diferentes.

– No discutire sobre minucias -dijo Yasenin-. Pero el arma que llevan en las manos es inconfundible. Puedo identificarla sin la menor duda como un lanzador de misiles tierra-aire, de fabricacion americana.

– Entonces, ?donde esta su nave espacial? -insistio Kornilov-. ?Donde esta su vehiculo lunar? No pudieron materializarse sin venir de ninguna parte.

– Comparto sus dudas -dijo Polevoi-. Es absolutamente imposible que los americanos pusiesen hombres y suministros en la Luna sin que se enterase nuestra red de informacion. Nuestras estaciones de seguimiento habrian detectado cualquier movimiento extrano en el espacio.

– Todavia mas extrano -dijo Antonov- es por que no han anunciado nunca los americanos una hazana tan extraordinaria. ?Que ganan con mantenerla en secreto?

Kornilov asintio ligeramente con la cabeza.

– Mayor razon para poner en tela de juicio el informe de Rykov.

– Olvidan ustedes un hecho importante -dijo Yasenin en tono pausado-. El Selenos 4 desaparecio inmediatamente despues de grabar las figuras en las fotografias. Yo digo que nuestra sonda espacial fue danada por el fuego del cohete que penetro en el casco, anulo la presion de la capsula y mato a nuestros cosmonautas.

Polevoi le miro, sorprendido.

– ?Que cosmonautas?

Yasenin y Kornilov intercambiaron miradas perplejas.

– Hay algunas cosas que ni siquiera son conocidas por la KGB -dijo el general.

Polevoi miro fijamente a Kornilov.

– ?Selenos 4 era una sonda tripulada?

– Lo mismo que Selenos 5 y 6. Cada nave llevaba tres hombres a bordo.

Se volvio a Antonov, que fumaba tranquilamente un cigarro habano.

– ?Lo sabia usted?

Antonov asintio con la cabeza.

– Si, me informaron. Pero debe recordar, Vladimir, que no todos los asuntos referentes al espacio son de incumbencia de la seguridad del Estado.

– Ninguno de ustedes dudo ni un instante en acudir a mi cuando su preciosa sonda lunar cayo y desaparecio en las Indias Occidentales -dijo, irritado, Polevoi.

– Una circunstancia imprevista -explico pacientemente Yasenin-. Despues de su viaje a la Luna, no pudo establecerse control para el regreso de Selenos 4 a la atmosfera. Los ingenieros de nuestro mando espacial la dieron por perdida como sonda lunar. Despues de estar en orbita casi un ano y medio, se hizo otro intento para establecer el control. Esta vez los sistemas de guia respondieron, pero la maniobra de regreso tuvo solamente un exito parcial. Selenos 4 cayo a diez mil millas de su zona de aterrizaje. Era imperativo mantener secretas las muertes de nuestros heroes cosmonautas. Naturalmente, se requirieron los servicios de la KGB.

– ?Cuantos son en total los cosmonautas perdidos? -pregunto Polevoi.

– Hay que hacer sacrificios para asegurar el destino sovietico - murmuro filosoficamente Antonov.

– Y encubrir los fallos de nuestro programa espacial -dijo Polevoi.

– No discutamos -dijo Antonov-. Selenos 4 presto un gran servicio antes de caer en el mar Caribe.

– Donde todavia no ha sido encontrado -anadio Polevoi.

– Cierto -dijo Yasenin-. Pero obtuvimos los datos de la superficie lunar. Ese era el objetivo principal de la mision.

– ?Cree usted que los sistemas americanos de vigilancia espacial siguieron su descenso y senalaron el lugar de su caida? Si se propusieron rescatar Selenos 4, deben tenerlo ya oculto en sitio seguro.

– Desde luego que siguieron la trayectoria de descenso -dijo Yasenin-. Pero sus analistas del servicio de informacion no tenian motivos para creer que Selenos 4 fuese algo mas que una sonda espacial cientifica, programada para caer en aguas cubanas.

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