– Le escucho.

– No quiero andarme con rodeos para decirle que me prestara un gran servicio si considera confidencial esta conversacion. Si sale a la luz, soy hombre al agua, pero esto es mi problema, ?no es cierto?

– Si usted lo dice, si.

– Usted habia sido designado para dirigir una exploracion del fondo del mar de Bering, cerca de las Aleutianas, el mes proximo. Hare que le substituya Jack Harris, que esta trabajando en minas en aguas profundas. Para evitar preguntas o investigaciones ulteriores o jaleos burocraticos, cortaremos sus relaciones con la AMSN. A partir de ahora, estara de permiso hasta que encuentre a Raymond LeBaron.

– Hasta que encuentre a Raymond LeBaron -repitio sarcasticamente Pitt-. Un bonito regalo. La pista se ha enfriado en dos semanas y se enfria mas a cada hora que pasa. No tenemos motivos, ni indicios, ni clave alguna para saber por que desaparecio, quien le hizo desaparecer, y como. Imposible es decir poco.

– ?Quiere al menos intentarlo? -pregunto Sandecker.

Pitt contemplo el entablado de teca del suelo del despacho del almirante, viendo un mar tropical a dos mil millas de distancia. Le disgustaba intervenir en un enigma sin poder intuir al menos una solucion aproximada. Sabia que Sandecker estaba convencido de que aceptaria el desafio. Perseguir una cosa desconocida mas alla del horizonte era un senuelo que Pitt nunca podia resistir.

– Si me encargo de esto, necesitare el mejor equipo cientifico de la AMSN y una embarcacion exploradora de primera clase. Recursos y una influencia politica que me respalde. Y apoyo militar en caso de conflicto.

– Tengo las manos atadas, Dirk. No puedo ofrecerle nada.

– ?Que?

– Ya se lo he dicho. La situacion exige que la busqueda se realice con todo el secreto que sea posible. Tendra que hacerla sin apoyo de la AMSN.

– ?Pero sabe usted lo que esta diciendo? -pregunto Pitt-.?Espera que yo, un hombre trabajando solo, logre lo que la mitad de la Marina, la Fuerza Aerea y la Guardia Costera no han podido conseguir? ?Caray! Fueron incapaces de encontrar una aeronave de cincuenta metros de longitud, hasta que se presento por si sola. ?Que se presume que voy a emplear yo? ?Una canoa y una varita de zahori?

– La idea -explico pacientemente Sandecker- es que siga la ultima ruta conocida de LeBaron en el Prosperteer.

Pitt se dejo caer despacio en el sofa del despacho.

– Es el plan mas descabellado que he oido en mi vida -dijo, con incredulidad. Se volvio a Jessie-. ?Esta usted de acuerdo con esto?

– Yo hare todo lo que sea necesario para encontrar a mi marido -dijo serenamente ella.

– Es una majaderia -dijo gravemente Pitt. Se levanto y empezo a pasear de un lado a otro, cruzando y descruzando las manos-. ?Y por que tanto secreto? Su marido era un hombre importante, una celebridad, confidente de los ricos y famosos, intimamente relacionado con altos funcionarios del Gobierno, un guru financiero para los ejecutivos de las grandes corporaciones. En nombre de Dios, ?por que soy yo el unico hombre del pais que puede ir en su busca?

– Dirk -dijo suavemente Sandecker-, el imperio financiero de Raymond LeBaron afecta a cientos de miles de personas. Precisamente ahora, esta en una situacion ambigua, porque el figura todavia en la lista de desaparecidos. No puede demostrarse que este vivo ni que este muerto. El Gobierno ha suspendido la busqueda, porque se han gastado mas de cinco millones de dolares en equipos militares de rescate, sin que se haya averiguado nada, sin que se haya encontrado un indicio de donde pudo desaparecer. Los congresistas atentos al presupuesto rugiran pidiendo cabelleras si se gasta mas dinero del Gobierno en otro esfuerzo inutil.

– ?Y que me dice del sector privado y de los asociados comerciales del propio LeBaron?

– Muchos magnates de los negocios respetaban a LeBaron, pero la mayoria de ellos fueron zaheridos por este en alguna ocasion en sus editoriales. No se gastaran un centavo ni se apartaran ni un paso de su camino para buscarle. En cuanto a los hombres que le rodean, tienen mas que ganar con su muerte.

– Lo mismo que Jessie, aqui presente -dijo Pitt, mirandola.

Ella sonrio debilmente.

– No puedo negarlo. Pero la mayor parte de su fortuna ira a parar a obras de caridad y a otros miembros de la familia. Sin embargo, me corresponde una importante herencia.

– Usted debe tener un yate, senora LeBaron. ?Por que no reune un equipo de investigadores por su cuenta y buscan a su marido?

– Hay razones, Dirk, que me impiden realizar una accion asi, que tendria gran publicidad. Unas razones que a usted no le incumben. El almirante y yo creemos que hay una posibilidad, aunque sea remota, de que tres personas puedan repetir sin ruido el vuelo del Prosperteer en las mismas condiciones y descubrir lo que le ocurrio a Raymond.

– ?Por que tomarnos este trabajo? -pregunto Pitt-. Todas las islas y arrecifes en el radio que podia alcanzar el dirigible fueron examinados en la investigacion inicial. Yo solo podria hacer la misma ruta.

– Pudo pasarles algo por alto.

– ?Tal vez Cuba?

Sandecker sacudio la cabeza.

– Castro habria denunciado que LeBaron habia volado sobre territorio cubano siguiendo instrucciones de la CIA y habria pregonado la captura del dirigible. No; tiene que haber otra respuesta.

Pitt se dirigio a la ventana del rincon y contemplo con nostalgia una flota de pequenos veleros que celebraban una regata en el rio Anacostia. Las velas blancas resplandecian sobre el agua verde oscura mientras se dirigian a las boyas.

– ?Como sabremos donde concentrar nuestra atencion? -pregunto, sin volverse-. Tenemos ante nosotros una zona a investigar de mil kilometros cuadrados. Tardariamos semanas en cubrirla eficazmente.

– Yo tengo todas las cartas y notas de mi marido -dijo Jessie.

– ?Las dejo el antes de partir?

– No; fueron encontradas en el dirigible.

Pitt observo en silencio los veleros, con los brazos cruzados sobre el pecho. Trataba de sondear los motivos, de penetrar en la intriga, de buscar garantias. Trataba de distinguir todo esto y ordenarlo en su mente.

– ?Cuando partimos? -pregunto al fin.

– Manana al amanecer -respondio Sandecker.

– ?Insisten todavia los dos en que yo dirija la expedicion?

– Asi es -dijo llanamente Jessie.

– Quiero dos hombres experimentados para formar mi tripulacion. Ambos pertenecientes a la AMSN. Es condicion indispensable

La cara de Sandecker se nublo.

– Ya le he explicado…

– Ha conseguido la Luna, almirante, y ahora pide Marte. Hace demasiado tiempo que somos amigos para que no sepa que nunca trabajo sobre bases equivocas. De tambien permiso para ausentarse a los dos hombres que necesito. Hagalo como mejor le parezca.

Sandecker no estaba irritado. Ni siquiera contrariado. Si habia un hombre en el pais capaz de realizar lo inconcebible, este era Pitt. El almirante no tenia mas cartas que jugar; por consiguiente se rindio.

Вы читаете Cyclops
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату