ochocientos kilometros por hora. Y tres tripulantes de un Soyuz que murieron al escaparse el oxigeno por una ventanilla defectuosa.
– Esas son las catastrofes que no pudieron encubrir -dijo el presidente-. La CIA ha registrado al menos treinta muertes de cosmonautas desde que empezaron sus misiones espaciales, Nueve de ellos estan todavia alla arriba rodando en el espacio. Nosotros no podemos anunciarlo, porque restaria eficacia a nuestras fuentes de informacion.
– Lo sabemos, pero ellos no saben que lo sabemos.
– Exactamente.
– Lo cual nos lleva de nuevo a los tres cosmonautas que yacen aqui, en Washington -dijo Emmett, sujetando la cartera sobre sus rodillas.
– Y a un monton de preguntas, empezando por esta: ?de donde vinieron?
– Yo hice algunas averiguaciones en el Centro de Defensa Aeroespacial. Sus tecnicos dicen que las unicas naves espaciales que han lanzado los rusos, lo bastante grandes para ser tripuladas, ademas de sus estaciones en orbita, son las sondas lunares Selenos.
Al oir la palabra «lunares», algo centelleo en la mente del presidente.
– ?Que me dice de las sondas Selenos?
– Se lanzaron tres y ninguna regreso. Los de Defensa pensaron que era muy raro que los sovieticos fallasen tres veces seguidas en vuelos en orbita de la Luna.
– ?Cree que eran tripuladas?
– Ciertamente -dijo Emmett-. Los sovieticos son maestros en el engano. Como ha sugerido usted, casi nunca confiesan un fracaso en el espacio. Y mantener secretas las operaciones para un proximo alunizaje era estrictamente normal en ellos.
– Bien. Si aceptamos la teoria de que los tres cuerpos procedian de una de las naves espaciales Selenos, ?donde aterrizo esta? Ciertamente no por su rumbo acostumbrado, de regreso a la Tierra, sobre las estepas de Kazakhstan.
– Yo presumo que seria en algun lugar de o alrededor de Cuba.
– Cuba -el presidente pronuncio despacio las dos silabas. Despues sacudio la cabeza-. Los rusos no permitirian jamas que sus heroes nacionales, vivos o muertos, fuesen empleados para algun fantastico plan secreto.
– Tal vez no lo saben.
El presidente miro a Emmett.
– ?Que no lo saben?
– Digamos, como hipotesis, que su nave espacial funciono mal y cayo en o cerca de Cuba. Aproximadamente al mismo tiempo, aparecen Raymond LeBaron y su dirigible buscando un barco que llevaba un tesoro, y son capturados. Entonces, por alguna razon desconocida, los cubanos cambian a LeBaron y sus companeros por los cadaveres de los cosmonautas y envian el dirigible hacia Florida.
– ?Se da cuenta de lo ridiculo que parece todo esto?
Emmett se echo a reir.
– Desde luego, pero considerando lo que sabemos, es lo mejor que podemos imaginar.
El presidente se echo atras en su sillon y contemplo el adornado techo.
– Mire, puede que haya dado con un filon.
Una expresion perpleja se pinto en el semblante de Emmett.
– ?Como es eso?
– Consideremos el asunto. Supongamos, solo supongamos, que Fidel Castro esta tratando de decirnos algo.
– Eligio una manera muy rara de enviarnos una senal.
El presidente tomo una pluma y empezo a garabatear en un bloc.
– A Fidel nunca le han gustado las sutilezas diplomaticas.
– ?Quiere que continue la investigacion? -pregunto Emmett.
– No -respondio rotundamente el presidente.
– ?Insiste en mantener a oscuras al FBI?
– No es un asunto interior de competencia del Departamento de Justicia, Sam. Le agradezco su ayuda, pero ya la ha llevado lo mas lejos que podia.
Emmett cerro su carpeta y se puso en pie.
– ?Puedo hacerle una pregunta delicada?
– Hagala.
– Ahora que hemos establecido la posibilidad, por remota que sea, de un secuestro de Raymond LeBaron por cubanos, ?por que se guarda la informacion el presidente de los Estados Unidos y prohibe que sus agencias investigadoras sigan la pista?
– Una buena pregunta, Sam. Tal vez dentro de pocos dias sabremos ambos la respuesta.
Momentos despues de haber salido Emmett del Salon Oval, el presidente se volvio en su sillon giratorio y miro por la ventana. Tenia la boca seca y el sudor empapaba sus axilas. Le habia asaltado el presentimiento de que habia una relacion entre la Jersey Colony y el desastre de la sonda lunar sovietica.
15
Ira Hagen detuvo su coche alquilado ante la puerta de seguridad y mostro un documento de identidad oficial. El guardia hizo una llamada telefonica al centro de visitantes del Laboratorio Nacional de Fisica Harvey Pattenden y despues indico a Hagen que podia pasar.
Este subio por el paseo y encontro un espacio vacio en una amplia zona de aparcamiento llena de coches. En el jardin que rodeaba el laboratorio habia bosquecillos de pinos y rocas musgosas plantadas en medio de ondulados monticulos herbosos. El edificio era tipico de los centros tecnologicos que habian crecido como hongos en todo el pais. Arquitectura contemporanea, con mucho cristal y paredes de ladrillo de esquinas redondeadas.
Una atractiva recepcionista, sentada detras de una mesa en forma de herradura, levanto la cabeza y sonrio al verle entrar en el vestibulo.
– ?En que puedo servirle?
– Soy Thomas Judge y deseo ver al doctor Mooney.
Ella cumplio una vez mas la rutina del telefono y asintio con la cabeza.
– Si, senor Judge. Tenga la bondad de entrar en el centro de seguridad, a mi espalda. Ellos le acompanaran desde alli.
– Antes de entrar, ?me puede indicar donde esta el lavabo, por favor?
– Desde luego -dijo ella, senalando-. La puerta de la derecha, debajo del mural.
Hagen le dio las gracias y paso por debajo de una enorme pintura de una nave espacial futurista volando entre dos planetas de un verdeazul espectral. Entro en un excusado, cerro la puerta y se sento en el water. Abriendo una cartera, saco un bloc de papel amarillo oficial y lo abrio por la mitad. Despues, escribiendo en la parte de arriba del dorso de una hoja, tomo una serie de enigmaticas notas y dibujo unos esquemas sobre los sistemas de seguridad que habia observado desde que habia entrado en el edificio. Un