En el Centro de Huracanes de la NUMA, Heidi Lisherness observo con atencion las ultimas imagenes transmitidas por los satelites geoestacionarios que orbitaban el planeta a una altura de treinta y cinco mil kilometros por encima del ecuador. La informacion la recibia un ordenador que utilizaba un modelo numerico para predecir la velocidad, el rumbo y la fuerza de Lizzie. Las fotos de los satelites no eran muy precisas. La meteorologa habria preferido disponer de unas fotografias mas detalladas, pero era demasiado pronto para enviar un avion de seguimiento de tormentas hasta casi el otro extremo del oceano. Tendria que esperar antes de conseguir lo que necesitaba.
Los primeros informes distaban mucho de ser alentadores. Esta tormenta tenia todo a su favor para cruzar el umbral de la categoria 5, con vientos superiores a los doscientos cincuenta kilometros por hora. Heidi no podia hacer otra cosa que rezar para que Lizzie no entrara en las zonas pobladas de la costa norteamericana.
Solo dos huracanes de la categoria 5 habian tenido tal siniestro honor. El huracan del Dia del Trabajo, que en 1935 habia cruzado los cayos de Florida, y el Camille, que habia golpeado de lleno en Alabama y Misisipi en 1969 y habia derribado edificios de veinte pisos.
Heidi se tomo unos minutos para escribirle un fax a su marido, Harley, en el Servicio Nacional de Meteorologia para comunicarle las ultimas informaciones sobre el huracan.
Lizzie se mueve hacia el oeste y se esta acelerando. Tal como sospechabamos, ya se ha convertido en una tormenta peligrosa. El modelo informatico predice vientos de 150 nudos con olas de 12 a 15 metros de altura en un radio de mas de 500 kilometros. Se esta moviendo a la increible velocidad de 20 nudos.
Heidi
Volvio su atencion una vez mas a las imagenes que llegaban desde el satelite. Cuando miraba la imagen ampliada de un huracan, Heidi nunca dejaba de impresionarse por la ominosa belleza de la espiral de nubes blancas, con el centro oculto por un escudo de cirrus, que se formaban a partir de las tormentas electricas en las paredes que rodeaban el ojo. No habia nada en toda la naturaleza que pudiera equipararse con la tremenda energia de un huracan desarrollado. El ojo se habia formado antes y tenia el aspecto de un crater en un planeta blanco. Los ojos de los huracanes varian en tamano desde los ocho kilometros de diametro a los ciento sesenta o mas. El ojo de Lizzie media ochenta kilometros.
Por encima de todo lo demas, lo que mas la desconcertaba era la presion atmosferica. Cuanto mas baja la presion, peor la tormenta. En el huracan Hugo en 1989 y el Andrew en 1992 habian bajado hasta los 934 y los 922 milibares respectivamente. Lizzie ya estaba en 945 y bajaba rapidamente, con la consecuencia de formar un vacio en el centro que se intensificaba por momentos. Poco a poco, milibar a milibar, la presion atmosferica continuo descendiendo en la escala barometrica.
Lizzie tambien estaba batiendo marcas en su movimiento hacia el oeste a traves del oceano. Los huracanes se mueven lentamente, por lo general a no mas de veinte kilometros por hora, mas o menos la velocidad promedio de un ciclista. Pero Lizzie no seguia las reglas marcadas por las tormentas precedentes: estaba cruzando el oceano a la muy respetable velocidad de treinta y dos kilometros por hora.
Tambien al contrario de los otros huracanes, que zigzagueaban en su camino hacia el hemisferio occidental, Lizzie se movia en linea recta, como si tuviera un objetivo determinado. Es frecuente que las tormentas viren sin mas y cambien por completo de direccion. De nuevo, Lizzie se saltaba las normas. Si habia un huracan que iba a la suya, penso Heidi, era este.
Heidi nunca supo como y en donde se habia acunado el termino, pero huracan era una palabra del idioma de los indios caribes, que significa “gran viento”. Cargada con una energia equiparable a la mayor de las bombas nucleares, Lizzie corria desbocada y se anunciaba con relampagos, truenos y un tremendo aguacero. Los barcos que navegaban en aquella zona del oceano ya habian comenzado a sentir su furia.
Era mediodia, un mediodia enloquecido, salvaje, desquiciado. La superficie del mar habia pasado de ser casi una balsa de aceite a formar olas de diez metros de altura en un tiempo que, para el capitan del
No habia ningun puerto cercano para ir en busca de refugio, asi que ordeno virar y llevar el
Cuarenta y cinco kilometros al norte del
Un yate de veinticinco metros de eslora que era propiedad del fundador de una empresa de informatica, con diez pasajeros y cinco tripulantes a bordo, y que navegaba rumbo a Dakar, se vio engullido por las olas sin tener tiempo para lanzar una llamada de socorro.
Antes de que se hiciera de noche, otra docena de barcos serian victimas de la violencia destructora de Lizzie.
Heidi y sus companeros meteorologos se reunieron en el centro de la NUMA para analizar toda la informacion disponible sobre la evolucion del huracan que avanzaba por el este. No se apreciaba disminucion alguna en la velocidad de Lizzie cuando paso por el meridiano 40 oeste en mitad del Atlantico y continuo su rumbo recto como una flecha, algo que contradecia todo lo conocido hasta entonces.
Harley llamo a Heidi a las tres de la tarde.
– ?Que tal pinta? -pregunto.
– Nuestro sistema de procesamiento de datos esta enviando toda la informacion a tu centro -respondio Heidi-. A ultima hora de anoche se comenzo a transmitir el aviso de alerta.
– ?Como es la trayectoria?
– Lo creas o no, Lizzie avanza recto como una flecha.
– Eso es algo poco habitual -manifesto Harley.
– No se ha desviado ni quince kilometros en las ultimas doce horas.
– Tampoco eso entra dentro de los parametros conocidos -dijo Harley, que parecia tener sus dudas al respecto.
– Ya lo veras cuando recibas la informacion -replico Heidi con firmeza-. Lizzie esta batiendo todas las marcas. Los barcos comunican que hay olas de treinta metros.
– ?Dios mio! ?Que indican los modelos?
– Los tiramos a la papelera en cuanto salen de la impresora. Lizzie no se comporta de la misma manera que otros huracanes. Nuestros ordenadores no han podido suministrarnos una proyeccion fiable de la trayectoria y la potencia.
– Por lo visto, nos enfrentamos a una tormenta que aparece una vez cada cien anos.
– Mucho me temo que esta sea de las que aparecen cada mil.
– ?Puedes facilitarme alguna indicacion, cualquier cosa sobre donde podria tocar tierra, para que el centro comience a transmitir el aviso de emergencia? -El tono de Harley era grave.
– Puede tocar tierra en cualquier punto entre Cuba y Puerto Rico. Ahora mismo, apostaria por la Republica Dominicana. Pero no hay manera de saberlo a ciencia cierta hasta dentro de veinticuatro horas.
– En ese caso, disponemos de tiempo para enviar un aviso preliminar.
– A la vista de la velocidad de Lizzie, lo mejor sera que lo hagas ahora mismo.