se sujeto a la espalda el compensador de flotacion, y se coloco la mascara Scuba Pro. Se abrocho el cinto de lastre y verifico el funcionamiento del cierre.

Acabada esta parte, se sento en el suelo para que uno de los hombres de mantenimiento lo ayudara a colocar en posicion el respirador de circuito cerrado. Giordino y el habian decidido que los respiradores de circuito cerrado les darian mas libertad de movimiento que las voluminosas botellas de aire. Lo mismo que en los equipos normales, el buceador respira el aire de la botella a traves de un regulador, pero el aire exhalado va a un recipiente donde se elimina el dioxido de carbono y se anade oxigeno. La unidad SIVA55 que utilizaban habia sido disenada para las operaciones submarinas secretas de la inteligencia naval.

El ultimo paso fue comprobar el funcionamiento del equipo de comunicacion submarina de Ocean Technology Systems. El receptor estaba sujeto a la correa de la mascara.

– Al, ?me escuchas?

Giordino, que en esos momentos realizaba el mismo procedimiento en la esquina opuesta del hotel, respondio con una voz que parecia estar envuelta en algodones.

– Todas las palabras.

– Vaya, suenas muy coherente.

– Si vas a criticarme, renuncio ahora mismo y me voy al bar.

Pitt sonrio ante el imbatible sentido del humor de su amigo. Si habia alguien en quien podia confiar con los ojos cerrados, era Giordino.

– Listo cuando tu digas.

– Di cuando.

– Senor Brown…

– Emlyn.

– De acuerdo. Emlyn, que sus hombres esten junto a los cabrestantes hasta que les demos la senal de que suelten los cables y los bidones.

Brown le contesto desde la sala donde estaban los enormes cabrestantes con los cables de amarre.

– No tiene mas que decirlo.

– Mantenga los dedos cruzados -dijo Pitt, mientras se calzaba las aletas.

– Que Dios los bendiga, y buena suerte -manifesto Brown.

Pitt le hizo un gesto a uno de los hombres de Brown, que estaba junto a uno de los carretes con la soga de Falcron. Era bajo y fornido e insistia en que lo llamaran Critter.

– Sueltela poco a poco. Si nota la mas minima tension, suelte un poco mas rapido o frenara mi avance.

– La soltare con suavidad -le aseguro Critter.

Luego Pitt llamo al Sea Sprite.

– Paul, ?estas preparado para recoger las sogas?

– En el momento en que me las entregues.

La voz firme de Barnum sono con toda claridad en el receptor de Pitt. Sus palabras eran transmitidas por un transductor que habia mandado sumergir en la popa de la nave.

– Al y yo solo podemos arrastrar unos sesenta metros de soga por debajo del agua. Tendras que acercarte para llegar hasta nosotros.

Barnum y Pitt sabian que cualquiera de las gigantescas olas podia empujar al Sea Sprite contra el hotel y enviarlos a pique. Sin embargo, Barnum no vacilo en jugarselo todo a una carta.

– De acuerdo, alla vamos.

Pitt hizo un lazo con la soga y se lo engancho como un arnes. Se puso de pie e intento abrir la puerta que daba a un pequeno balcon a unos seis metros del agua, pero la fuerza del viento la empujaba desde el otro lado. Antes de que pudiera pedir ayuda, Critter aparecio a su lado.

Empujaron con todas sus fuerzas. En cuanto consiguieron abrirla un poco, el viento se colo por la grieta y lanzo la puerta contra las bisagras como si la hubiese coceado una mula. El hombre del hotel recibio el embate del viento y acabo lanzado hacia atras como el proyectil de una catapulta.

Pitt consiguio mantenerse de pie, bien sujeto al marco. Pero en cuanto vio que una enorme ola venia hacia el, salto por encima de la barandilla y se arrojo al agua.

Lo peor de la furia habia pasado. El ojo del huracan estaba muy lejos y el Ocean Wanderer habia sobrevivido a los coletazos finales de Lizzie. El viento habia amainado hasta los setenta kilometros y la altura de las olas rondaba los diez metros. Aunque la superficie del mar distaba mucho de estar calmada, al menos ya no mostraba la colera anterior. El huracan Lizzie se movia hacia el oeste para continuar con su macabra obra de destruccion y muerte en la Republica Dominicana y Haiti antes de entrar en el mar Caribe. En veinticuatro horas el mar recuperaria la calma despues de soportar la tormenta mas terrible de la historia.

El choque de las olas contra la costa parecia cada vez mas cercano con el paso de los minutos. El hotel habia derivado hacia la orilla hasta una distancia desde la cual los centenares de huespedes y empleados veian las enormes nubes de espuma que se levantaban cuando las olas rompian en los rocosos acantilados. Se estrellaban con la misma fuerza de una avalancha. Las nubes de espuma giraban en el aire cuando se encontraban con el reflujo de la ola anterior. La muerte estaba a menos de un kilometro y medio de distancia, y la velocidad de deriva del Ocean Wanderer era de aproximadamente un kilometro y medio por hora.

Las miradas de todos iban alternativamente de la costa al Sea Sprite, que cabalgaba las olas como un pato cebado a unos pocos centenares de metros.

Cubierto de pies a cabeza con un chubasquero amarillo, Barnum soportaba el aguacero y el viento junto a la grua instalada en popa. Miraba el lugar de la cubierta donde habia estado el gran cabrestante y penso en lo util que habria sido en esos momentos. Pero tendria que apanarse con lo que habia. No podian hacer otra cosa que sujetar los cables manualmente.

Protegido parcialmente por el armazon de la grua, Barnum hizo caso omiso del viento y miro a traves de los prismaticos la base del Ocean Wanderer. El y cuatro miembros de la tripulacion habian enganchado los arneses de seguridad a la barandilla, para evitar que alguna ola los arrojara por encima de la borda. Vio a Pitt y Giordino en el momento en que saltaban al agua y desaparecian debajo de la superficie. Apenas si veia a los hombres que permanecian junto a las puertas, azotadas por las olas, y se encargaban de soltar la soga Falcron roja que arrastraban los buceadores por debajo de las olas.

– Lanzad un par de boyas -ordeno, sin apartar los prismaticos- y preparad los bicheros.

El capitan rogo para sus adentros no tener que llegar al extremo de emplear los bicheros si se daba el caso de que los buceadores perdieran el conocimiento. Habian acoplado unos tubos de aluminio suplementarios para que los astiles alcanzaran una longitud de diez metros.

Permanecieron expectantes aunque sin mucha fe, sin poder ver a Pitt o Giordino bajo el mar revuelto ni seguir el rastro de las burbujas, dado que el respirador de circuito cerrado no expulsaba al exterior la respiracion del submarinista.

– Paren maquinas -ordeno.

– ?Ha dicho paren maquinas, capitan? -replico el jefe de maquinas desde las entranas de la nave.

– Si, hay unos buceadores que traen las sogas. Tenemos que dejar que el mar nos lleve hacia la orilla y acortar la distancia para que ellos puedan llegar con las sogas.

Volvio a mirar a traves de los prismaticos la costa asesina, que parecia estar acercandose con una tremenda rapidez.

Despues de nadar unos treinta metros desde el hotel, Pitt emergio durante unos segundos para orientarse. La mole del Ocean Wanderer, empujada inexorablemente por el viento y las olas hacia la costa, se levantaba en la superficie como un rascacielos en Manhattan. Alcanzo a ver al Sea Sprite cuando lo levanto una ola. Se balanceaba en el mar a lo que parecia una distancia de mas de un kilometro, pero en realidad estaba a menos de cien metros. Fijo la posicion en la brujula antes de sumergirse a una profundidad donde las olas no lo afectaran.

Cada vez le resultaba mas dificil avanzar con la soga, porque la resistencia aumentaba con cada palmo que soltaban. Agradecio que la soga de Falcron no fuera pesada o voluminosa, cosa que la habria hecho imposible de

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