manejar. Para moverse con la menor resistencia aerodinamica posible, mantenia la cabeza gacha y las manos unidas detras de la espalda por debajo del aparato respirador.

Intentaba mantenerse a la profundidad justa para evitar que los senos de las olas perturbaran su avance. Se desoriento en mas de una ocasion, pero una rapida mirada a la brujula lo volvio a situar en el rumbo correcto. Movia las aletas con toda la fuerza de las piernas para arrastrar la soga que se le clavaba en el hombro, pero por cada par de metros que avanzaba perdia uno por culpa de la corriente.

Comenzaron a dolerle los musculos de las piernas y su avance perdio impulso. Notaba una cierta confusion mental provocada por el elevado consumo de oxigeno. El corazon le latia cada vez mas rapido debido al esfuerzo y se le hacia dificil respirar. No se atrevia a hacer una pausa ante el riesgo de que la corriente le hiciera perder todo lo ganado. No habia tiempo para un descanso. Todos los minutos contaban mientras el Ocean Wanderer se veia arrastrado hacia el desastre por un mar implacable.

Tras otros diez minutos de esfuerzo maximo, sus fuerzas empezaron a disminuir. Noto que su cuerpo estaba a punto de rendirse. La mente lo urgia a echar el resto, pero habia un limite al esfuerzo de los musculos. Impulsado por la desesperacion comenzo a bracear en un intento por aliviar la tarea de las piernas, que notaba cada vez mas entumecidas.

Se pregunto si Giordino estaria pasando por el mismo trance, pero sabia que Al preferiria morir antes que renunciar, cuando estaban en juego las vidas de tantas mujeres y ninos. Ademas, su amigo era fuerte como un toro. Si habia alguien capaz de nadar a traves de un mar arbolado con una mano atada a la espalda, ese era Al.

Pitt no desperdicio el aliento en comunicarse con su amigo para saber como estaba. Hubo momentos en que lo domino la angustia al pensar que no lo conseguiria, pero fue capaz de apartar el derrotismo y apelo a sus reservas interiores para seguir adelante.

Casi no podia respirar. El peso cada vez mayor de la soga semejaba una manada de elefantes que intentara arrastrarlo en la direccion opuesta. Comenzo a recordar los viejos anuncios de Charles Atlas, el hombre mas fuerte del mundo, que arrastraba una locomotora. Ante la posibilidad de que se estuviera desviando de su objetivo, miro de nuevo la brujula. Milagrosamente, habia conseguido nadar en linea recta hacia el Sea Sprite.

La nube negra del agotamiento total comenzaba a asomar en su vision periferica, cuando escucho una voz que decia su nombre.

– Sigue, Dirk -grito Barnum en su auricular-. Te vemos debajo del agua. ?Sube!

Pitt obedecio la orden y salio a la superficie.

– ?Mira a tu izquierda!

Pitt se volvio. A menos de tres metros habia una boya sujeta a un cabo que llevaba hasta el Sea Sprite. No se molesto en responder. Le quedaban fuerzas para cinco brazadas, y las entrego a la causa. Con un alivio fisico que nunca habia experimentado antes, cogio el cabo, se lo paso por debajo del brazo y tiro para que la boya quedara bien sujeta contra la espalda.

Se relajo mientras Barnum y sus hombres lo subian por la popa. Cuando estaba a media altura, engancharon el cabo con el bichero a un metro por detras de Pitt y acabaron de subirlo con mucho cuidado hasta la cubierta.

Pitt levanto las manos y Barnum le quito rapidamente el lazo del hombro y lo engancho en el cabrestrante, junto con la soga que habia llevado Giordino. Dos tripulantes se encargaron de quitarle la mascara y el respirador. Absorbio afanosamente el aire salobre con los ojos cerrados y cuando los abrio se encontro mirando el rostro sonriente de Al.

– Lentorro -murmuro Giordino, que tambien estaba al limite del agotamiento-. He subido a bordo casi dos minutos antes que tu.

– Tengo suerte de estar aqui -respondio Pitt entre jadeos.

Ahora que eran simples espectadores, se sentaron en la cubierta con la espalda contra la borda, que los protegia del agua que barria la cubierta, y esperaron a que les disminuyeran los latidos y la respiracion volviera al ritmo normal. Observaron mientras Barnum le daba la senal a Brown, y los bidones que sostenian los cables de amarre invisibles debajo de la superficie comenzaban a asomar. El cabrestante se puso en marcha, se tenso la delgada soga de Falcron y los bidones se movieron. Los cables colgados de los flotadores de acero se agitaban al impulso de la corriente como serpientes rabiosas. Al cabo de diez minutos, los primeros bidones golpearon contra el casco.

La grua los levanto hasta la cubierta de popa junto con los extremos de los cables. La tripulacion se apresuro a unirlos con los grilletes, que pasaron por los ojetes colocados por Brown. Luego, con la ayuda de Pitt y Giordino, que ya se habian recuperado del esfuerzo, los engancharon en la gran bita montada delante de la grua.

– ?Preparado para el remolque, Ocean Wanderer? -pregunto Barnum, con la respiracion agitada.

– Todo lo que se puede estar -respondio Brown.

Barnum llamo al jefe de maquinas.

– ?Todo preparado en la sala de maquinas?

– Si, capitan -contesto una voz con un fuerte acento escoces.

A continuacion llamo al primer oficial en el puente:

– Senor Maverick, controlare la maniobra desde aqui.

– Recibido, capitan. Es todo suyo.

Barnum se acerco a la consola de control montada delante de la grua. Separo las piernas para mantener el equilibro, sujeto las palancas cromadas de los aceleradores y los movio suavemente hacia delante, al tiempo que giraba un poco la cabeza para mirar el hotel, que con su tamano hacia que el Sea Sprite pareciera un barco de juguete.

Pitt y Giordino permanecian uno a cada lado de Barnum. Todos los miembros de la tripulacion y el equipo de cientificos estaban en una de las alas del puente sin preocuparse de la lluvia, en el mas absoluto silencio y con las miradas fijas en el Ocean Wanderer. Los dos grandes motores magnetohidrodinamicos no transmitian su potencia a unos ejes conectados a las helices; generaban una energia que bombeaba el agua a traves de unas turbinas para propulsar el barco. En lugar de la tipica masa de agua verde batida por las palas de las helices a popa, en la superficie solo se veian dos chorros que parecian tornados horizontales.

La popa del Sea Sprite se hundio un poco y todo el barco se sacudio por el esfuerzo del remolque, la fuerza del viento y el embate de las olas. Comenzo a colear, pero Barnum ajusto rapidamente el angulo de los propulsores, y el barco se enderezo. Durante unos minutos que se hicieron eternos no se aprecio ningun cambio. El hotel parecia empenado en continuar su viaje hacia una muerte segura.

Bajo cubierta, las maquinas no sonaban como motores diesel: las bombas que suministraban la potencia para las turbinas aullaban como endemoniadas. Barnum observo con preocupacion los instrumentos que registraban el funcionamiento de los motores.

Pitt se acerco a Barnum, que tenia las manos blancas por la fuerza que hacia en las palancas mientras las empujaba hasta los topes, como si quisiera llevarlas todavia mas alla.

– No se hasta cuando aguantaran los motores -grito Barnum para hacerse escuchar por encima del ruido del viento y el aullido que llegaba desde la sala de maquinas.

– Exprimelos al maximo -dijo Pitt con un tono glacial-. Si revientan, asumo la responsabilidad.

Barnum era el capitan del barco, pero Pitt estaba muy por encima de el en la jerarquia de la NUMA.

– Vaya consuelo que me das -replico Barnun-. Si revientan, acabaremos destrozados contra las rocas.

Pitt lo miro con una sonrisa que era dura como el granito.

– Ya nos preocuparemos cuando llegue el momento.

Para aquellos que estaban a bordo del Sea Sprite, el empeno parecia cada vez inutil con el paso de los minutos. Parecia como si una mano lo tuviese inmovilizado en el agua.

– ?Vamos, hazlo! -le suplico Pitt al Sprite-. ?Tu puedes hacerlo!

En el hotel, la angustia de los pasajeros comenzo a dar paso al panico a medida que contemplaban horrorizados la furia de las olas contra las rocas mas cercanas, en una catastrofica exhibicion de surtidores de agua y espuma. El terror se multiplico cuando un subito temblor indico que la parte mas baja del edificio habia golpeado contra el fondo. Nadie corrio hacia las salidas, como en el caso de un incendio o un terremoto. No habia

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