lugar alguno al que huir. Saltar al agua era algo mas que un simple acto de suicidio: significaba una muerte lenta y dolorosa, ya fuera por ahogamiento o descuartizado contra las afiladas piedras de lava volcanica.

Morton recorria las salas, en un intento por calmar y dar animos a los huespedes y el personal, pero eran muy pocos quienes le prestaban atencion. Se sentia dominado por un profundo sentimiento de frustracion. Una mirada a traves de las ventanas era mas que suficiente para acabar con el coraje de cualquiera. Los ninos lloraban al ver el miedo reflejado en los rostros de los padres. Algunas mujeres lloraban, otras gemian y habia quienes mantenian una expresion petrea. La mayoria de los hombres se tragaban el miedo y abrazaban a sus seres queridos, al tiempo que procuraban mostrarse valientes.

El batir de las olas contra las rocas sonaba como una descarga de artilleria, pero para muchos era el redoble de los tambores en un desfile funebre.

En el puente de mando del Sprite, Maverick vigilaba el indicador de velocidad digital. Los numeros rojos marcaban cero. Vio los cables fueran del agua con los bidones colgados como las escamas de un monstruo marino. No era el unico que rezaba para sus adentros que el barco se moviera. Miro las lecturas del GPS, que marcaban la posicion exacta de la unidad con un margen de error minimo. Los numeros permanecian estaticos.

Luego miro a traves de la ventana hacia popa, donde Barnum estaba rigido como una estatua con las manos en los mandos de la consola, y despues al Ocean Wanderer, castigado por las olas. Echo una ojeada al anemometro digital y vio que la velocidad del viento se habia reducido considerablemente en la ultima media hora. Ya es algo, murmuro para si. Entonces, cuando miro de nuevo el GPS, vio que los numeros habian cambiado.

Se froto los ojos para asegurarse de que no se habia imaginado el cambio. No habia ninguna duda con respecto al mismo. A continuacion miro el indicador de velocidad. El ultimo digito de la derecha oscilaba entre cero y un nudo.

Permanecio como aturdido, dominado por el deseo de creer lo que estaba viendo sin tener muy claro que aquello no era el producto del deseo de que ocurriera un milagro. Pero el indicador de velocidad no mentia. Habia un movimiento hacia delante, por minusculo que fuese. Maverick cogio un megafono y salio al exterior del puente.

– ?Se mueve! -grito, con entusiasmo rabioso-. ?Se mueve!

Nadie respondio a su anuncio; era demasiado pronto para cantar victoria. El movimiento a traves de las grandes olas era inapreciable para el ojo desnudo, tan minimo que no se podia apreciar. Solo tenian la palabra de Maverick. Transcurrieron unos minutos de angustia mientras se esperaba la confirmacion. Entonces Maverick volvio a gritar:

– ?Un nudo! ?Nos estamos moviendo a un nudo!

No era una ilusion. Con la lentitud de un caracol, se hizo evidente que la distancia entre el Ocean Wanderer y las rompientes se iba ampliando poco a poco.

Ese dia no habria desastre ni muerte en las rocas.

13

El Sea Sprite tiraba de los cables de amarre y avanzaba con los motores funcionando a una velocidad de rotacion que superaba todos los limites imaginados por sus disenadores. Ninguno de los que se encontraban en la cubierta de popa miraba la costa asesina o el hotel. Todas las miradas estaban fijas en la bita y en los grandes cables que crujian, sometidos a la maxima tension. Si se partian, se habria acabado el espectaculo. No habria manera de salvar al Ocean Wanderer y todos aquellos que estaban detras de las paredes de cristal.

Pero, por inconcebible que resultara para todos, los grandes cables aguantaban, tal como habia calculado Pitt.

Muy lentamente, de forma casi inapreciable, el barco de la NUMA alcanzo una velocidad de dos nudos, con las cubiertas barridas de proa a popa por grandes nubes de espuma. Solo despues de remolcar el hotel a algo mas de tres kilometros de distancia de la costa, Barnum redujo la aceleracion para dar un respiro a los recalentados motores. El peligro fue disminuyendo con cada palmo que ganaban, hasta que los escollos y el mar se quedaron sin la catastrofe que hasta entonces parecia inevitable.

Los tripulantes del Sea Sprite agitaban los brazos en respuesta a los huespedes del Ocean Wanderer, que saludaban y vitoreaban detras de los cristales. Desaparecido el peligro, el panico dio paso a una alegria desbordante. Morton ordeno abrir las bodegas y el champan corrio a raudales por todo el hotel. Para los huespedes y el personal, el era el heroe del dia. Todos lo rodeaban y le agradecian sus esfuerzos por salvarlos de una muerte horrible, aunque no fuera exactamente la verdad.

Se escabullo discretamente del jolgorio para volver a su despacho y sentarse a su mesa, agotado y feliz. Mientras se relajaba, su mente se centro en su futuro. Aunque detestaba abandonar su posicion como director general del Ocean Wanderer, sabia que cualquier relacion con Specter era cosa del pasado. No podia volver a trabajar para un misterioso personaje que habia abandonado a su suerte a tantas personas que eran fundamentalmente su responsabilidad.

Morton penso a fondo en los pasos que daria. No habria ninguna cadena de hoteles de lujo en todo el mundo que no quisiera contratarlo en cuanto se conociera su papel a la hora de evitar la tragedia. El problema radicaba en como dar a conocer sus logros.

No hacia falta ser un Nostradamus para saber que, en cuanto Specter se enterara de que el hotel se habia salvado, ordenaria a sus departamentos de publicidad y relaciones publicas que prepararan comunicados para los medios, organizaran conferencias de prensa y entrevistas en la television para narrar como el, Specter, habia dirigido el rescate convirtiendose en el salvador del hotel y de todos sus ocupantes.

Decidio que debia aprovechar la ventaja y atacar primero. Llamo a un viejo companero de la universidad que tenia una empresa de relaciones publicas en Washington, y le ofrecio su version de la aventura, sin ocultar los meritos de la NUMA y los hombres que habian realizado el remolque, ni olvidarse tampoco de mencionar el heroismo de Emlyn Brown y el personal de mantenimiento. Asi y todo, la descripcion que hizo de como habia manejado la crisis no fue precisamente modesta.

Cuarenta y cinco minutos mas tarde, colgo el telefono, entrelazo las manos detras de la nuca y sonrio como el famoso gato de Cheshire. Estaba seguro de que Specter intentaria rebatir su version, pero en cuanto los medios publicaran la historia junto con las entrevistas a los huespedes, cualquier replica serviria de muy poco.

Se bebio otra copa de champan y no tardo en dormirse.

– Dios, nos hemos librado por los pelos -dijo Barnum en voz baja.

– Buen trabajo, Paul -lo felicito Pitt, que acompano sus palabras con una palmada en la espalda.

– La velocidad es de dos nudos -grito Maverick desde la galeria del puente a la multitud que vitoreaba en la cubierta.

Habia dejado de llover y las olas no llegaban a una altura de tres metros. El huracan Lizzie, al parecer aburrido de amenazar y hundir a las embarcaciones que habia encontrado a su paso, descargaba en ese momento su furia en las ciudades y pueblos de la Republica Dominicana y la vecina Haiti. La mayor parte de la poblacion dominicana habia sobrevivido a los terribles vientos huyendo al interior del pais, y refugiandose en los bosques. El numero de muertos no llegaba a los trescientos.

Pero los haitianos, cuyo pais es el mas pobre de todo el hemisferio occidental, habian talado los arboles para construir sus miseras viviendas y tener lena. Las endebles casuchas no podian protegerlos, y la consecuencia fue que habian muerto casi tres mil antes de que el huracan Lizzie acabara de cruzar la isla y volviera a mar abierto.

– Tendria que darte verguenza, capitan -dijo Pitt, burlon.

Barnum lo miro desconcertado. Estaba tan agotado fisica y mentalmente que a duras penas consiguio replicar:

– ?A que te refieres?

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