– No se preocupe. -Helen sacudio la cabeza y se miraron un segundo con una sonrisa.
– Silencio -dijo Stoichev en voz baja-. Ya me encargare yo de que podamos volver a hablar.
Irina y Ranov entraron en la sala de estar con ruido de platos. Ella empezo a disponer nuestros vasos y una botella de liquido ambarino. Ranov la siguio a continuacion con una hogaza de pan y un plato de judias blancas. Sonreia, y parecia casi domesticado. Ojala hubiera podido dar las gracias a la sobrina de Stoichev. Acomodo a su tio en su silla y nos obligo a tomar asiento, y me di cuenta de que la excursion de la manana me habia despertado un hambre terrible.
– Por favor, honorables invitados, considerense bienvenidos.
Stoichev abarco la mesa con un ademan, como si perteneciera al emperador de Constantinopla. Irina sirvio brandy (solo el olor habria podido matar a un animal pequeno) y el brindo por nosotros, con su sonrisa de dientes amarillos amplia y sincera.
– Brindo por la amistad entre los estudiosos de todo el mundo. Todos devolvimos el brindis con entusiasmo, salvo Ranov, quien alzo su vaso con ironia y paseo su mirada entre nosotros.
– Que su erudicion sirva para aumentar los conocimientos del Partido y del pueblo -dijo, y me dedico una breve reverencia. Esto estuvo a punto de acabar con mi apetito. ?Estaba hablando en general o queria mejorar los conocimientos del Partido por mediacion de algo en particular que nosotros sabiamos? De todos modos, le devolvi la inclinacion y bebi mi rakiya. Decidi que la unica manera de beberlo era de golpe, y un agradable calor sustituyo enseguida a la quemadura de tercer grado que recibi en la garganta. Basta de este brebaje, pense, no fuera que Ranov acabara cayendome bien.
– Me alegra tener la oportunidad de hablar con alguien interesado en nuestra historia medieval -me dijo Stoichev-. Tal vez a usted y a la senorita Rossi les gustaria asistir a una fiesta en conmemoracion de dos de nuestras grandes figuras medievales. Manana es el dia de Kiril y Methodii, creadores del gran alfabeto eslavo. El hermano Cirilo y el hermano Metodio. Ustedes lo llaman alfabeto cirilico, ?verdad? Nosotros decimos kirilitsa, por Kiril, el monje que lo invento.
Me quede confuso un momento, pensando en nuestro hermano Kiril, pero cuando Stoichev volvio a hablar, comprendi su intencion y lo sobrado de recursos que andaba.
– Esta tarde voy a estar ocupado escribiendo -dijo-, pero si quieren volver manana, algunos de mis antiguos estudiantes vendran a la fiesta, y entonces podre hablarles mas de Kiril.
– Es usted muy amable -dijo Helen-. No queremos abusar demasiado de su tiempo, pero sera un honor reunirnos con usted. ?Es eso posible, camarada Ranov?
Ranov no paso por alto el «camarada» y la miro cenudo por encima de su segundo vaso de licor.
– Por supuesto -dijo-. Si es asi como desean llevar a cabo la investigacion, sera un placer ayudarles.
– Muy bien -dijo Stoichev-. Nos reuniremos aqui a eso de la una y media. Irina
preparara una buena comida. Siempre se forma un grupo muy agradable. Conoceran a algunos estudiosos cuyo trabajo les interesara.
Le dimos las gracias y obedecimos la invitacion de Irina a comer, aunque observe que Helen tambien se abstenia de seguir bebiendo rakiya. Cuando terminamos de comer, se levanto al instante y todos la imitamos.
– No le cansaremos mas, profesor -dijo, y tomo su mano.
– En absoluto, querida mia. -Stoichev le estrecho la mano, pero me parecio que estaba cansado-. Ardo en deseos de volver a verlos manana.
Irina nos acompano a la puerta una vez mas, atravesando el jardin y el huerto.
– Hasta manana -dijo sonriente, y anadio algo en bulgaro, tras lo cual Ranov se aliso el pelo antes de ponerse el sombrero.
– Es una chica muy guapa -comento complacido mientras caminabamos hacia su coche.
Helen puso los ojos en blanco.
Hasta la noche no pudimos disponer de unos minutos a solas. Ranov se habia despedido despues de una interminable cena en el deprimente comedor del hotel. Helen y yo subimos a pie juntos (el ascensor volvia a estar averiado) y despues nos demoramos en el pasillo, cerca de mi habitacion, momentos de dulzura robados a nuestra peculiar situacion. En cuanto calculamos que Ranov ya se habia marchado, bajamos, paseamos hasta un cafe cercano y nos sentamos bajo los arboles.
– Alguien nos esta vigilando aqui tambien -dijo Helen en voz baja cuando nos sentamos junto a una mesa metalica. Deje el maletin sobre mi regazo. Ya no queria dejarlo debajo de una mesa. Helen sonrio-. Pero al menos aqui no hay microfonos como en mi habitacion.
O la tuya. -Alzo la vista hacia las verdes ramas-. Tilos -dijo-. Dentro de un par de meses estaran cubiertos de flores. La gente preparara infusiones con las hojas en casa, y tambien aqui, probablemente. Cuando te sientas a una mesa al aire libre, has de limpiarla antes, porque las flores y el polen caen por todas partes. Huelen a miel, muy dulces y frescas.
Hizo un rapido movimiento, como si apartara a un lado miles de flores de color verde claro.
Tome su mano y le di la vuelta para ver su palma, surcada por graciles lineas. Confie en que le auguraran larga vida y buena suerte, ambas compartidas conmigo.
– ?Que deduces de que esa carta se halle en poder de Stoichev?
– Podria significar un golpe de suerte para nosotros -musito-. Al principio pense que era una pieza mas de un rompecabezas historico, una pieza maravillosa, pero ?como iba a ayudarnos? No obstante, cuando Stoichev adivino que nuestra carta era peligrosa, abrigue la esperanza de que supiera algo importante.
– Yo tambien -admiti-, pero pense que solo consideraba dicha informacion sensible desde un punto de vista politico, como gran parte de su obra, porque esta relacionada con la historia de la Iglesia.
– Lo se -suspiro Helen-. Podria significar tan solo eso.
– Lo cual bastaria para que no quisiera hablar de ello en presencia de Ranov.
– Si. Tendremos que esperar a manana para saber lo que significa. -Enlazo sus dedos con los mios-. La espera de cada dia significa una agonia para ti, ?verdad?
Asenti poco a poco.
– Si conocieras a Rossi… -dije, y me calle.
Tenia los ojos clavados en los mios, y echo hacia atras un mechon que se habia liberado de las horquillas. El gesto fue tan triste que confirio mayor fuerza a sus siguientes palabras.
– Empiezo a conocerle gracias a ti.
En aquel momento una camarera con blusa blanca se acerco y pregunto algo. Helen se volvio hacia mi.
– ?Que podemos beber?
La camarera nos miro con curiosidad, seres que hablabamos un idioma extranjero.
– ?Que sabes pedir? -pregunte a Helen.
– Chai -dijo, y nos senalo a los dos con el dedo-. Te, por favor. Molya.
– Aprendes deprisa -dije mientras la camarera desaparecia en la trascocina.
Helen se encogio de hombros.
– He estudiado un poco de ruso. El bulgaro se parece mucho. Cuando la camarera regreso con nuestro te, Helen lo removio con semblante sombrio.
– Me tranquiliza tanto alejarme de Ranov que casi no puedo soportar la idea de volver a verle manana. No se como vamos a llevar a cabo una investigacion seria si nos pisa los talones.
– Ojala supiera si sospecha algo de nuestra investigacion. Me sentiria mejor -confese-. Lo mas raro es que me recuerda a alguien conocido, pero debo de sufrir amnesia.
Mire el rostro grave y adorable de Helen, y en aquel instante senti que mi cerebro buscaba algo, que aleteaba en el borde de un acertijo, y no era la cuestion del posible gemelo de Ranov. Estaba relacionado con el rostro de Helen en el crepusculo, con el acto de levantar mi te para beber y la extrana palabra que yo habia elegido. Mi mente ya habia revoloteado antes sobre ese punto, pero esta vez la idea se abrio paso a raudales.
– Amnesia -dije-. Helen… Amnesia, Helen.
– ?Que?
Fruncio el ceno, perpleja.
– ?Las cartas de Rossi! -casi grite. Abri mi maletin tan deprisa que nuestro te se derramo sobre la mesa-. ?Su carta, el viaje a Grecia!
Me tomo varios minutos localizar el maldito documento, y luego el parrafo, y despues leerlo en voz alta a Helen, cuyo rostro se fue ensombreciendo poco a poco.