Stoichev reflexiono.
– Es cierto, pero los jenizaros la buscaron despues de que la sacaran del monasterio.
– Debia de ser un objeto sagrado que significaba poder politico para los otomanos, asi como un tesoro espiritual para los monjes de Snagov. -Helen tenia el ceno fruncido y se daba golpecitos en la mejilla con su pluma-. ?Un libro tal vez?
– Si -dije mas animado-. Tal vez era un libro que contenia informacion que los
otomanos deseaban y los monjes necesitaban.
De pronto Ranov me miro fijamente desde el otro lado de la mesa.
Stoichev asintio poco a poco, pero al cabo de un segundo recorde que esto significaba desacuerdo.
– Los libros de ese periodo no solian contener informacion politica. Eran textos religiosos, copiados muchas veces para su uso en los monasterios o para las escuelas islamicas o las mezquitas si eran otomanos. No es probable que los monjes hicieran un viaje tan peligroso por una copia de los Evangelios. Ya guardarian libros similares en Snagov.
– Un momento. -Helen nos miro con los ojos muy abiertos-. Esperad. Tiene que existir alguna relacion con las necesidades de Snagov, con la Orden del Dragon o tal vez con el velatorio de Dracula. ?Os acordais de la «Cronica»? El abad queria que enterraran a Dracula en otro lugar.
– Es cierto -musito Stoichev-. Queria que enviaran su cadaver a Tsarigrad, incluso a riesgo de que sus monjes perdieran la vida.
– Si -dije.
Creo que estaba a punto de anadir algo mas, pero Helen se volvio de repente hacia mi y sacudio mi brazo.
– ?Que? -pregunte, pero para entonces ella ya habia recuperado por completo la calma.
– Nada -dijo en voz baja, sin mirarme a mi ni a Ranov.
Deseaba con todas mis fuerzas que nuestro guia saliera a fumar o se cansara de la
conversacion para que Helen pudiera hablar con toda libertad. Stoichev le dirigio una mirada penetrante y al cabo de un momento empezo a explicar con voz monotona como estaban hechos los manuscritos medievales, como se copiaban (a veces por monjes analfabetos, con pequenos errores que se transmitian por generaciones) y como los eruditos modernos catalogaban las diferentes caligrafias. Me desconcerto el hecho de que se explayara hasta tal punto, aunque lo que decia me interesaba mucho. Por suerte, me quede callado durante su disquisicion, porque al fin Ranov se puso a bostezar. Se levanto y salio de la biblioteca, al tiempo que sacaba un paquete de cigarrillos del bolsillo. En cuanto desaparecio, Helen se apodero de mi brazo de nuevo. Stoichev la miro fijamente.
– Paul -dijo con una expresion tan extrana que le rodee los hombros con el brazo, convencido de que se iba a desmayar-. ?Su cabeza! ?No lo entiendes? ?Dracula volvio a Estambul para recuperar su cabeza!
Stoichev emitio un sonido estrangulado, pero ya era demasiado tarde. Vi que el rostro anguloso del hermano Rumen se asomaba por el borde de una estanteria. Habia regresado en silencio a la sala, y aunque nos daba la espalda mientras guardaba algo, estaba escuchando. Al cabo de un momento, salio con sigilo otra vez, y todos guardamos silencio.
Helen y yo nos miramos, y yo me levante para explorar las profundidades de la sala. El hombre se habia ido, pero seria cuestion de tiempo que alguien (Ranov, por ejemplo) se enterara de lo que Helen acababa de decir. ?Que uso haria Ranov de una informacion como esa?
62
Pocos momentos de mis anos de investigacion, redaccion y reflexion me han producido tal acceso de clarividencia como aquel en que Helen expreso en voz alta su teoria en la biblioteca de Rila. Vlad Dracula habia vuelto a Constantinopla en busca de su cabeza o, mejor dicho, el abad de Snagov habia enviado su cuerpo a la capital para que se reuniera con su cabeza. ?Lo habria solicitado Dracula por anticipado, a sabiendas de la recompensa ofrecida por su cabeza y conocedor de la propension del sultan a exhibir las cabezas de sus enemigos al populacho? ?O acaso el abad se habia responsabilizado de la mision, al no querer que el cadaver decapitado de su protector, tal vez hereje, o peligroso, permaneciera en Snagov? Bien, un vampiro sin cabeza no podia suponer una gran amenaza (la imagen casi era comica), pero el revuelo que habia ocasionado entre sus monjes habia sido suficiente para convencer al abad de que debia dar cristiana sepultura a Dracula en otro lugar. Era probable que el abad no se hubiera decidido a destruir el cuerpo de su principe.
?Quien sabia que habia prometido el abad a Dracula?
Una imagen singular aparecio en mi mente: el palacio de Topkapi en Estambul, por donde habia paseado aquella reciente manana de verano, y las puertas ante las que los verdugos otomanos habian exhibido las cabezas de los enemigos del sultan. La cabeza de Dracula habria merecido una de las estacas mas altas, pense: el Empalador, empalado por fin.
?Cuanta gente habria ido a verla, la prueba del triunfo del sultan? Helen me habia dicho en una ocasion que hasta los habitantes de Estambul habian temido a Dracula y les preocupaba que asolara su ciudad. Ningun campamento turco volveria a temblar ante la amenaza de su ataque. Al final, el sultan se habia hecho con el control de aquella turbulenta region y podia colocar a un vasallo otomano en el trono de Valaquia, tal como deseaba desde hacia anos.
Todo cuanto quedaba del Empalador era un horripilante trofeo, con los ojos arrugados, el pelo y el bigote enmaranados y aglutinados por la sangre.
Dio la impresion de que nuestro companero estaba pensando en una imagen similar. En cuanto nos aseguramos de que el hermano Rumen habia salido, Stoichev hablo en voz baja.
– Si, es muy posible, pero ?como pudieron los monjes de Panachrantos sacar la cabeza de Dracula del palacio del sultan? Era un verdadero tesoro, como decia Stefan en su narracion.
– ?Como conseguimos los visados para entrar en Bulgaria? -pregunto Helen al tiempo que enarcaba las cejas-. Bakshish. Los monasterios eran muy pobres despues de la conquista, pero algunos tal vez tenian riquezas escondidas, monedas de oro, joyas, algo capaz de tentar a los guardias del sultan.
Me parecio interesante esta observacion.
– Nuestro guia de Estambul dijo que las cabezas de los enemigos del sultan eran arrojadas al Bosforo despues de haber sido exhibidas durante un tiempo. Tal vez alguien de Panachrantos intervino en algun momento. Eso debio ser menos peligroso que intentar sacar la cabeza por las puertas del palacio.
– No podemos saber la verdad -dijo Stoichev-, pero creo que la teoria de la senorita Rossi es muy buena. Su cabeza es el objeto mas plausible que esos monjes pudieron ir a buscar a Tsarigrad. Tambien existe una buena razon teologica. Nuestra fe ortodoxa afirma que, en lo posible, el cuerpo ha de estar entero al morir (nosotros no practicamos la incineracion, por ejemplo) porque el Dia del Juicio resucitaremos en nuestros cuerpos.
– ?Que me dice de los santos y todas sus reliquias, diseminadas por todas partes?
pregunte vacilante-. ?Como van a resucitar en su totalidad? Dejando aparte que, hace algunos anos, vi cinco manos de san Francisco en Italia.
Stoichev rio.
– Los santos gozan de privilegios especiales -dijo-, pero Vlad Dracula, pese a ser un excelente exterminador de turcos, no era un santo. De hecho, Eupraxius estaba muy preocupado por su alma inmortal, al menos segun el relato de Stefan.
– O por su cuerpo inmortal -subrayo Helen.
– Bien -dije-, tal vez los monjes de Panachrantos se llevaron su cabeza para enterrarla
como es debido, arriesgando sus vidas, y los jenizaros se dieron cuenta del robo y empezaron a buscarla, de manera que el abad prefirio sacarla de Estambul antes que enterrarla alli. Tal vez habia peregrinos que iban a Bulgaria de vez en cuando -mire a Stoichev en busca de confirmacion- y pidieron que la llevaran a enterrar a… Sveti Georgi o a algun otro monasterio bulgaro donde tuvieran contactos. Y entonces llegaron los monjes de Snagov, pero demasiado tarde para reunir el cuerpo con la cabeza. El abad de Panachrantos se entero y hablo con ellos, y los monjes de Snagov decidieron terminar su mision y continuaron camino con el cuerpo. Ademas, tenian que salir de la ciudad antes de que los jenizaros se interesaran por ellos.