– Y en por que nos dejan pasear a nuestro aire. -Asintio-. ?Te has parado a pensarlo?

– Me parece -dije poco a poco- que si no nos impiden encontrar lo que estamos

buscando, cosa que podrian hacer con toda facilidad, es porque quieren que lo encontremos.

– Bien, Sherlock. -Helen abanico mi cara con la mano-. Estas aprendiendo mucho.

– Digamos que saben o sospechan que estamos buscando. ?Por que pueden considerar valioso, incluso posible, que Vlad Dracula sea un No Muerto? -Me costo un esfuerzo decir esto en voz alta, aunque mi voz se convirtio casi en un susurro-. Me has dicho muchas veces que los gobiernos comunistas desprecian las supersticiones campesinas. ?Por que nos alientan asi al no impedir que sigamos investigando? ?Creen que van a obtener alguna especie de poder sobrenatural sobre el pueblo bulgaro si encontramos la tumba de Dracula aqui?

Helen meneo la cabeza.

– No. Su interes se basa en el poder, desde luego, pero siempre desde un punto de vista cientifico. Ademas, se trata del descubrimiento de algo interesante y no deben querer que un norteamericano se lleve el merito. Piensa: ?que seria mas poderoso para la ciencia que el descubrimiento de que los muertos pueden resucitar o pueden transformarse en No Muertos? Sobre todo para el bloque del Este, con sus grandes lideres embalsamados en sus tumbas.

La vision del rostro amarillento de Georgi Dimitrov, en el mausoleo de Sofia, destello en mi mente.

– Entonces, aun tenemos mas motivos para destruir a Dracula -dije, pero senti que la frente se me cubria de sudor.

– Y yo me pregunto -anadio Helen en tono sombrio- si destruirle serviria de mucho en el futuro. Piensa en lo que Stalin hizo a su pueblo, en Hitler. No necesitaron vivir quinientos anos para perpetrar tantos horrores.

– Lo se -dije-. Tambien lo he pensado.

Helen asintio.

– Lo mas extrano es que Stalin admiraba sin ambages a Ivan el Terrible. Dos lideres que no dudaron a la hora de aplastar y masacrar a su propio pueblo, de hacer lo que fuera necesario con el fin de consolidar su poder. ?Y a quien crees que admiraba Ivan el Terrible?

Senti que la sangre se retiraba de mi corazon.

– Dijiste que corrian muchas historias rusas sobre Dracula.

– Si. Exacto.

La mire fijamente.

– ?Te imaginas un mundo en el que Stalin pudiera vivir quinientos anos? -Estaba rascando una parte blanda del tronco con la una-. ?O tal vez eternamente?

Aprete los punos.

– ?Crees que podemos localizar una tumba medieval sin conducir a nadie mas hasta ella?

– Sera muy dificil, quizas imposible. Estoy segura de que hay gente vigilandonos por todas partes.

En aquel momento, un hombre doblo un recodo del sendero. Me sobresalto tanto su aparicion que estuve a punto de blasfemar en voz alta, pero era una persona de aspecto sencillo, vestida con ropa gruesa y cargada con un punado de ramas. Nos saludo con la mano y continuo su camino. Mire a Helen.

– ?Lo ves? -dijo ella en voz baja.

A mitad de la subida encontrarnos un empinado saliente rocoso.

– Mira -dijo Helen-. Sentemonos aqui unos minutos.

El valle, empinado y boscoso, se hallaba directamente bajo nuestros pies, casi ocupado por los muros y tejados rojos del monasterio. Ahora vi con claridad el tamano enorme del complejo. Formaba una estructura angular alrededor de la iglesia, cuyas cupulas brillaban a la luz del atardecer, y la torre de Hrelyo se alzaba en su centro.

– Desde aqui se comprueba que el lugar estaba muy bien fortificado. Imagina cuantas veces lo habran observado sus enemigos asi.

– O los peregrinos -me recordo Helen-. Para ellos no seria un desafio militar, sino un destino espiritual.

Se recosto contra el tronco de un arbol y se aliso la falda. Habia dejado caer el bolso, se habia quitado el sombrero y subido las mangas de su blusa clara para defenderse del calor.

Un fino sudor perlaba su frente y mejillas. Su rostro albergaba la expresion que mas me gustaba: estaba perdida en sus pensamientos, mirando hacia dentro y hacia fuera al mismo tiempo, con los ojos bien abiertos y concentrados, la mandibula firme. Por algun motivo, yo valoraba mas esa mirada que las que me dirigia. Llevaba el panuelo alrededor del cuello, aunque la marca del bibliotecario ya no era mas que un hematoma, y el pequeno crucifijo destellaba debajo. Su aspera belleza me produjo una punzada, no solo de deseo fisico sino de algo muy cercano a admiracion por su entereza. Era intocable, mia, pero lejana.

– Helen -dije sin coger su mano. No habia tenido la intencion de hablar, pero no pude contenerme-. Me gustaria preguntarte una cosa.

Ella asintio, con los ojos y los pensamientos clavados en el enorme monasterio.

– ?Quieres casarte conmigo?

Se volvio poco a poco hacia mi, y me pregunte si estaba viendo estupor, diversion o placer en su rostro.

– Paul -dijo muy seria-, ?cuanto hace que nos conocemos?

– Veintitres dias -admiti. Comprendi entonces que no habia reflexionado con

detenimiento en lo que haria si se negaba, pero era demasiado tarde para retirar la pregunta o reservarla para otro momento. Y si se negaba, no podia lanzarme al precipicio en mitad de mi busqueda de Rossi, aunque sintiera la tentacion.

– ?Crees que me conoces?

– En absoluto -replique sin vacilar.

– ?Crees que te conozco?

– No estoy seguro.

– Nos hemos tratado muy poco. Venimos de mundos diferentes por completo. -Esta vez sonrio, como para dulcificar sus palabras-. Ademas, siempre he pensado que no me casaria. No soy del tipo de mujer que se casa. ?Y que me dices de esto? -Se toco la cicatriz del cuello-. ?Te casarias con una mujer que lleva la marca del infierno?

– Te protegeria de cualquier infierno que intentara acercarse a ti.

– ?No seria una carga? ?Como podriamos tener hijos -su mirada era dura y directa- sabiendo que esta contaminacion podria llegar a afectarles?

Me costo hablar debido al nudo que sentia en la garganta.

– Entonces, ?contestas que no, o puedo pedirtelo en otro momento?

Su mano (no podia imaginar vivir sin esa mano, con sus unas cuadradas, la piel suave sobre el hueso duro) se cerro sobre la mia y pense por un momento que no tenia un anillo que ofrecerle.

Helen me miro muy seria.

– La respuesta es que me casare contigo, por supuesto.

Despues de semanas de busqueda inutil de la otra persona a la que mas queria, me quede demasiado estupefacto por la facilidad de este descubrimiento para hablar o para besarla.

Seguimos sentados en silencio, contemplando los rojos, dorados y grises del inmenso monasterio.

63

Barley estaba a mi lado, en la habitacion de mi padre, contemplando el desastre, pero fue mas rapido en ver lo que yo habia pasado por alto: los papeles y libros diseminados encima de la cama. Encontramos un ejemplar manoseado del Dracula de Bram Stoker, una nueva historia de herejias medievales en el sur de Francia, y un volumen de aspecto muy antiguo sobre el mito de los vampiros en Europa.

Entre los libros habia papeles, incluyendo notas de su puno y letra, y entre estas diversas postales con una letra desconocida para mi, pulcra y diminuta, en tinta oscura. Barley y yo nos pusimos al unisono (me alegre una vez mas de no estar sola) a examinar los papeles, y mi primer instinto fue recoger las postales. Los sellos eran de un amplio abanico de paises: Portugal, Francia, Italia, Monaco, Finlandia, Austria, pero no llevaban matasellos. A

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