Por fin, Helen envolvio el libro con el panuelo y lo devolvio a su escondite, contra su piel.
Turgut sonrio cuando termine mi version resumida de la historia.
– Pero debo contarte algo mas, y es muy importante -dije. Describi el terrible
encarcelamiento de Rossi en la biblioteca. Escucharon con semblante serio, y cuando llegue al hecho de que Dracula conocia la existencia de una guardia formada por el sultan para perseguirle, Turgut dio un respingo.
– Lo siento -se disculpo.
Se apresuro a traducir a Selim, quien inclino la cabeza y dijo algo en voz baja. Turgut asintio.
– Dice lo que yo pienso. Esta terrible noticia solo significa que hemos de ser mas diligentes a la hora de perseguir al Empalador y mantener alejada su influencia de nuestra ciudad. Su Gloria el Refugio del Mundo nos lo ordenaria si estuviera vivo. Esto es cierto. ?Que hareis con este libro cuando volvais a casa?
– Conozco a alguien que tiene un contacto en una casa de subastas -dije-. Seremos muy cuidadosos, por supuesto, y esperaremos un tiempo sin hacer nada. Supongo que algun museo lo comprara tarde o temprano.
– ?Y el dinero? -Turgut sacudio la cabeza-. ?Que hareis con tanto dinero?
– Lo estamos pensando -dije-. Algo al servicio del bien. Aun no lo sabemos.
Nuestro avion a Nueva York despegaba a las cinco, y Turgut empezo a consultar su reloj en cuanto terminamos nuestro copioso banquete. Tenia que dar una clase nocturna, ay, pero el senor Aksoy nos acompanaria en taxi al aeropuerto. Cuando nos levantamos para marchar, la senora Bora saco un panuelo de la mas bella seda color crema, bordado en plata, y lo coloco alrededor del cuello de Helen. Ocultaba el estado lamentable de su chaqueta negra y el cuello sucio, y todos lanzamos una exclamacion, al menos yo, y no pude haber sido el unico. Su cara, sobre el panuelo, poseia la majestuosidad de una emperatriz.
– Para el dia de su boda -dijo la senora Bora, y se puso de puntillas para besarla.
Turgut beso la mano de Helen.
– Pertenecia a mi madre -dijo con sencillez, y Helen se quedo sin habla. Yo hable por los dos y les estreche la mano. Escribiriamos, pensariamos en ellos. Como la vida era larga, volveriamos a vernos.
76
Tal vez sea la parte final de mi historia la que me cueste mas contar, pues empieza con mucha felicidad, pese a todo. Regresamos con discrecion a la universidad y reanudamos nuestro trabajo. La policia me interrogo una vez mas, pero dio la impresion de que se conformaban con saber que mi viaje al extranjero habia estado relacionado con mi investigacion, y no con la desaparicion de Rossi. Los periodicos ya se habian hecho eco de su desaparicion, que habian transformado en un misterio local al que la universidad procuraba no hacer el menor caso. El jefe de mi departamento tambien me interrogo, por supuesto, y por supuesto yo no le dije nada, excepto que lamentaba como el que mas lo sucedido a Rossi. Helen y yo nos casamos en Boston aquel otono, en la iglesia que frecuentaban mis padres. Incluso en plena ceremonia no pude evitar fijarme en lo sencilla que era. Echaba de menos el olor a incienso.
Mis padres se quedaron un poco estupefactos por todo esto, claro esta, pero se rindieron al encanto de Helen. No hicieron gala de su aspereza proverbial, y cuando ibamos a verlos a Boston, solia descubrir a Helen en la cocina riendo con mi madre, ensenandole a cocinar especialidades hungaras, o hablando de antropologia con mi padre en su estrecho estudio.
En cuanto a mi, si bien sentia el dolor de la muerte de Rossi y la frecuente melancolia que parecia provocar en Helen, vivi aquel ano rebosante de dicha. Termine mi tesis con un segundo director, cuyo rostro se me antojo borroso durante todo ese tiempo. No era que hubieran dejado de interesarme los comerciantes holandeses. Solo queria finalizar mis estudios para instalarnos confortablemente en algun sitio. Helen publico un largo articulo sobre las supersticiones de la Valaquia rural, que fue bien recibido, y empezo una tesis sobre las costumbres transilvanas que todavia perduraban en Hungria.
Tambien escribimos algo mas en cuanto regresamos a Estados Unidos: una nota para la madre de Helen, por mediacion de tia Eva.
Helen no se atrevio a incluir excesiva informacion, pero conto a su madre en breves lineas que Rossi habia muerto recordandola y amandola. Cerro la carta con una mirada de desesperacion.
– Se lo contare todo algun dia -dijo-, cuando se lo pueda susurrar en el oido.
Nunca supimos con certeza si la carta llego a su destino, porque ni tia Eva ni la madre de Helen contestaron, y al cabo de un ano las tropas sovieticas invadieron Hungria.
Albergaba la intencion de vivir feliz para siempre, y comente con Helen poco despues de casarnos que esperaba tener hijos. Al principio, meneo la cabeza y acaricio la cicatriz de su cuello. Sabia a que se referia, pero la contaminacion habia sido minima, senale. Se encontraba bien, gozaba de una salud excelente. A medida que transcurria el tiempo, parecio sosegarse gracias a su total recuperacion, y la vi mirar con ojos anhelantes los cochecitos de nino que pasaban por la calle.
Helen obtuvo su doctorado en antropologia la primavera despues de casarnos. La velocidad con que escribio su tesis me avergonzo. Con frecuencia, me despertaba a las cinco de la manana y descubria que ya estaba sentada a su escritorio. Estaba palida y cansada, y el dia despues de defender su tesis desperte y vi sangre en las sabanas, y a Helen tendida a mi lado, debil y transida de dolor: un aborto espontaneo. Habia esperado a darme la sorpresa.
Se encontro mal durante varias semanas, y estuvo muy callada. Su tesis recibio los
maximos honores, pero nunca hablo de eso.
Cuando consegui mi primer puesto de profesor en Nueva York, ella me animo a aceptarlo, y nos mudamos. Nos instalamos en Brooklyn Heights, en una agradable casa de tres pisos bastante antigua. Paseabamos por la alameda para ver los remolcadores y los grandes transatlanticos (los ultimos de su raza) zarpar con destino a Europa. Helen daba clases en una universidad tan buena como la mia, y sus estudiantes la adoraban. Nuestra existencia gozaba de un magnifico equilibrio, y nos ganabamos la vida haciendo lo que mas nos gustaba.
De vez en cuando sacabamos la Vida de san Jorge y la examinabamos con parsimonia, y llego el dia en que fuimos a una discreta casa de subastas con el libro, y el ingles que lo abrio estuvo a punto de desmayarse. Se vendio de forma privada, y al final llego a los claustros, en la parte alta de Manhattan, y una respetable cantidad de dinero ingreso en una cuenta bancaria que habiamos abierto a tal efecto. A Helen le disgustaba tanto como a mi la vida sofisticada, y aparte del intento de enviar pequenas cantidades a sus parientes de Hungria, no tocamos el dinero.
El segundo aborto de Helen fue aun mas dramatico que el primero, y mas peligroso. Llegue a casa un dia y vi un rastro de pisadas ensangrentadas en el vestibulo. Habia conseguido llamar por telefono a una ambulancia, y ya estaba casi fuera de peligro cuando llegue al hospital. Despues el recuerdo de aquellas huellas me desperto noche tras noche. Empece a temer que nunca tendriamos un hijo sano y a preguntarme como afectaria esto a Helen.
Despues volvio a quedar embarazada, y transcurrio un mes tras otro sin incidentes.
Adquirio aspecto de madonna, su forma se redondeo bajo el vestido de lana azul, caminaba con cierta inseguridad. Siempre sonreia. Esta vez todo saldria bien, dijo.
Naciste en un hospital que daba al Hudson. Cuando vi que eras morena y de cejas finas como tu madre, tan perfecta como una moneda nueva, y que los ojos de Helen rebosaban de lagrimas de placer y dolor, te alce en tu prieto capullo para que vieras los barcos. Lo hice en parte para ocultar mis lagrimas. Te pusimos el nombre de la madre de Helen.
Helen estaba loca por ti. Quiero que conozcas ese dato mas que cualquier otro aspecto de nuestras vidas. Habia dejado de dar clases durante el embarazo y parecia contentarse con pasar las horas en casa, jugando con los dedos de tus manos y tus pies, que eran completamente transilvanos, decia con una sonrisa traviesa, o meciendote en la butaca que le compre. Empezaste a sonreir pronto, y tus ojos nos seguian a todas partes. A veces abandonaba mi despacho, volvia a casa y comprobaba que las dos, mis mujeres de pelo oscuro, aun estabais adormecidas en el sofa.
Un dia llegue a casa temprano, a las cuatro de la tarde, con algunos envases de comida china y unas flores para que las miraras. No habia nadie en la sala de estar, y encontre a Helen inclinada sobre tu cuna mientras