– Hemos de sentarle, senor -me dijo-, curar ese corte, si no tiene mas heridas. -Palpo con cuidado el cuerpo rigido de Hedges, y como mi amigo no protesto lo apoyamos contra la pared. Yo le sostenia con mi hombro, en el que se apoyo con fuerza, los ojos cerrados-.Voy a buscar al medico -dijo Ronald, y se alejo por el pasillo.
Tome el pulso a Hedges. Su cabeza descanso en mi hombro, pero los latidos de su corazon parecian firmes. Intente que recuperara el sentido.
– ?Que ha pasado, Hedges? ?Alguien te ataco? ?Me oyes, Hedges?
Abrio los ojos y me miro. Tenia la cabeza inclinada a un lado, y la mitad de su cara parecia flacida, azulina, pero hablo de manera inteligible.
– Me dijo que te dijera…
– ?Que? ?Quien?
– Me dijo que te dijera que el no tolerara intromisiones.
La cabeza de Hedges se apoyo de nuevo contra la pared, aquella excelente cabeza grande que alojaba una de las mentes mas brillantes de Inglaterra. El vello de mis brazos se erizo cuando le sostuve.
– ?Quien, Hedges? ?Quien te dijo eso? ?Te hizo dano? ?Le viste?
Unas burbujas de saliva se formaron en la comisura de su boca, y movio las manos.
– No tolerara intromisiones -gorjeo.
– Estate quieto -le urgi-. No hables. El medico llegara enseguida. Intenta relajarte y respirar.
– Que pena -murmuro Hedges-. Pope y los aliterativos. Dulce ninfa. Para polemizar.
Le mire, y senti un nudo en el estomago.
– ?Hedges?
– «La violacion de la cerradura»
– dijo cortesmente Hedges-. Sin duda.
El medico de la universidad que le ingreso en el hospital me dijo que Hedges habia sufrido una apoplejia ademas de la herida.
– Producida por el shock. Ese corte en el cuello… -anadio ante la habitacion de Hedges-. Da la impresion de que fue producido por algo afilado, lo mas probable unos dientes afilados, de un animal. ?No tendran un perro?
– Por supuesto que no. No se permiten en los aposentos del colegio.
El medico meneo la cabeza.
– Que raro. Creo que fue atacado por un animal cuando se dirigia a su habitacion, y el shock desencadeno una apoplejia que tal vez iba a producirse tarde o temprano. De momento, no esta en sus cabales, aunque es capaz de formar palabras coherentes. Temo que habra una investigacion, debido a la herida, pero a mi me parece que al final encontraremos el perro guardian de alguien. Intente pensar que camino pudo seguir Hedges para llegar a sus aposentos.
La investigacion no descubrio nada satisfactorio, pero tampoco fui acusado, pues la policia no encontro ningun movil ni pruebas de que hubiera atacado a Hedges. Este fue incapaz de testificar, y al final calificaron el incidente de «autolesion», lo cual me parecio una mancha que podria haberse evitado en su reputacion. Un dia, cuando fui a verle a la residencia, pedi a Hedges que reflexionara sobre las palabras «No tolerare intromisiones».
Volvio hacia mi sus ojos desprovistos de curiosidad, y se toco con los dedos morcilludos la herida del cuello.
– Si es asi, Boswell
– dijo con placidez, casi con humor- Si no, largate.
Murio pocos dias despues, a consecuencia de una segunda apoplejia sufrida por la noche.
La residencia no informo de heridas externas en el cuerpo. Cuando el director del colegio vino a decirmelo, me jure que trabajaria sin descanso para vengar la muerte de Hedges, si conseguia imaginar como.
No tengo animos para describir con detalle el dolor del funeral celebrado en nuestra capilla del Trinity, los sollozos ahogados de su anciano padre cuando el coro infantil inicio los salmos para consolar a los vivos, la rabia que senti hacia la impotente Eucaristia en su bandeja. Hedges fue enterrado en su pueblo de Dorset, y visite la tumba, yo solo, un templado dia de noviembre. La lapida reza REQUIESCAT IN PACE, que habria sido mi eleccion exacta, de haber dependido de mi la decision. Para mi infinito alivio, es el mas tranquilo de los cementerios rurales, y el parroco habla del entierro de Hedges como si se tratara de un honor para la localidad. No oi historias de vrykolakas ingleses en el pub de la calle mayor, ni siquiera cuando deje caer descaradas insinuaciones. Al fin y al cabo, Hedges solo fue atacado una vez, no las diversas que Stoker describe como necesarias para contaminar a una persona viva el mal de los No Muertos. Creo que fue sacrificado como mera advertencia… dirigida a mi. ?Y tambien a ti, desventurado lector?
Tuyo con profundo dolor, Bartholomew Rossi
Mi padre agito los cubitos en el vaso, como para mantener la mano firme y poder hacer algo. El calor de la tarde estaba dando paso a una serena noche veneciana, y las sombras de turistas y edificios se alargaban sobre la piazza. Una bandada enorme de palomas alzo el vuelo desde las piedras del pavimento, asustadas por algo. El frio de las bebidas se me habia contagiado por fin, se me habia metido en los huesos. Alguien rio a lo lejos, y oi que los chillidos de las gaviotas se imponian al ruido de las palomas. Un joven con camisa blanca y tejanos se acerco para hablar con nosotros. Llevaba colgada al hombro una bolsa de lona, y su camisa estaba manchada de colores.
– ?Compra un cuadro, signore? -dijo, y sonrio a mi padre-. Usted y la signorina son las estrellas de mi cuadro de hoy.
– No, no, grazie -contesto como un automata mi padre. Las plazas y callejuelas estaban plagadas de aquellos teoricos estudiantes de arte. Era la tercera escena de Venecia que nos ofrecian aquel dia. Mi padre echo un vistazo fugaz al cuadro. El joven, sin dejar de sonreir, tal vez por no querer marcharse sin recibir al menos un cumplido, lo alzo para que yo lo viera, y yo asenti. Un segundo despues, se alejo en busca de otros turistas, y yo me quede petrificada, mientras le seguia con la mirada.
El cuadro que me habia ensenado era una acuarela ejecutada con tonos intensos. Plasmaba nuestro cafe y la esquina del Florian, una impresion luminosa y no provocativa de la tarde.
El artista debia estar situado detras de mi, pense, pero bastante cerca del cafe. Habia una mancha de color que reconoci como la parte posterior de mi sombrero de paja rojo, y mi padre era un borron canela y azul un poco mas alla. Era una obra elegante e informal, la imagen de la indolencia veraniega, algo que a un turista le gustaria guardar como recuerdo dia en el Adriatico. Pero mi vistazo me habia revelado una figura solitaria sentada mas alla de mi padre, una figura de hombros anchos y cabeza oscura, una silueta negra entre los alegres colores del toldo y los manteles. Recordaba muy bien que la mesa habia estado desocupada toda la tarde.
13
Nuestro siguiente viaje nos llevo una vez mas hacia el este, mas alla de los Alpes Julianos.
La pequena ciudad de Kostanjevica, «lugar del castano», estaba llena de castanas en esta epoca del ano, algunas ya en el suelo, de forma que si pisabas mal en las calles adoquinadas corrias el peligro de resbalar. Delante de la residencia del alcalde, construida para albergar a un burocrata austrohungaro, habia castanas por todas partes, con sus cascaras de aspecto agresivo, un enjambre de diminutos puerco espines.
Mi padre y yo paseabamos con parsimonia, disfrutando del final de un templado dia otonal (en el dialecto local se llamaba «verano zingaro», nos dijo una mujer en una tienda), y yo reflexionaba sobre las diferencias entre el mundo occidental, que se hallaba a unos pocos centenares de kilometros, y este oriental, un poco al sur de Emona. Aqui, todos los comercios parecian iguales, y tambien los empleados, con sus guardapolvos de color azul marino y sus panuelos de flores, y sus dientes de oro o acero inoxidable que nos enviaban destellos desde el otro lado del mostrador medio vacio. Habiamos comprado una enorme tableta de chocolate como complemento de nuestro almuerzo de lonchas de salami, pan moreno y queso, y mi padre llevaba botellas de Naranca, mi refresco de naranja favorito, que ya me recordaba Ragusa, Emona, Venecia.
La ultima reunion celebrada en Zagreb habia concluido el dia anterior, mientras yo daba el toque final a mi