Las sombras bajo los arboles se habian alargado hasta proporciones desmesuradas, y mi padre piso una castana con sus excelentes zapatos. Tuve la sensacion de que, si hubiera sido un hombre grosero, habria escupido en el suelo en aquel momento, para expulsar algun sabor desagradable. En cambio, se limito a tragar saliva y recobro la serenidad con una sonrisa.
– ?Senor! ?De que estabamos hablando? Parece que esta tarde nos sentimos muy tristes.
Intento sonreir, pero tambien me lanzo una mirada que hablaba de preocupacion, como si alguna sombra pudiera caer sobre mi, sobre mi en particular, y borrarme sin previo aviso de la escena.
Retire mi mano entumecida del borde del banco y tambien procure mostrarme jovial con un esfuerzo. ?Cuando se habia convertido en un esfuerzo?, me pregunte, pero ya era demasiado tarde. Estaba trabajando por el, le distraia como antes me distraia el. Me refugie en una leve petulancia, no excesiva, por temor a despertar sus sospechas.
– Debo decir que vuelvo a tener hambre, pero de comida de verdad.
Sonrio con algo mas de naturalidad, y sus estupendos zapatos golpearon el suelo cuando me alargo una mano galante invitandome a ponerme de pie y se puso a llenar nuestra bolsa con botellas de Naranca vacias y las demas reliquias de nuestro picnic. Recogi mi parte de buena gana, aliviada ahora porque eso significaba que se marcharia conmigo en lugar de demorarse contemplando la fachada del castillo. Yo me habia vuelto una vez, cerca del final de la historia, y habia mirado la ventana superior, donde una forma oscura habia sustituido a la anciana que limpiaba la casa. Hable a toda prisa, dije lo primero que me vino a la cabeza. Mientras mi padre no la viera, no habria enfrentamiento. Ambos estariamos a salvo.
14
Me habia mantenido alejada de la biblioteca de la universidad un tiempo, en parte porque mis investigaciones en ella me ponian nerviosa, y en parte porque intuia que la senora Clay sospechaba de mis ausencias despues de clase. Yo siempre la llamaba, tal como habia prometido, pero cierta timidez cada vez mas acentuada en su voz cuando hablabamos por telefono me impelia a imaginarla sosteniendo embarazosas discusiones con mi padre. No la imaginaba experta en vicios, y por lo tanto capaz de sospechar algo concreto, pero quiza mi padre se habia forjado alguna teoria (?drogas?, ?chicos?). Y en ocasiones me dirigia miradas tan angustiadas, que no deseaba preocuparla mas.
Por fin, sin embargo, la tentacion fue demasiado fuerte, y decidi volver a la biblioteca, pese a mi inquietud. Esta vez fingi que iba a ver una pelicula nocturna con una aburrida chica de mi clase (sabia que Johan Binnerts trabajaba en la seccion medieval los miercoles por la noche, y que mi padre tenia una reunion en el Centro), y me marche con mi nuevo abrigo antes de que la senora Clay pudiera abrir la boca.
Resultaba raro ir a la biblioteca de noche, sobre todo cuando encontre la sala principal tan llena como siempre de estudiantes de aspecto cansado. No obstante, la sala de lectura medieval estaba vacia. Me acerque en silencio al escritorio del senor Binnerts, y le encontre examinando una pila de libros nuevos. Nada que pudiera interesarme, me informo con una dulce sonrisa, puesto que a mi solo me gustaban las cosas horribles. Pero me habia apartado un volumen, ?por que no habia ido antes a buscarlo? Aduje unas debiles excusas y el hombre lanzo una risita.
– Temia que te hubiera pasado algo, o que hubieras seguido mi consejo y encontrado un tema mas agradable para una senorita, pero tambien habias despertado mi interes, asi que te encontre esto.
Tome el libro agradecida, y el senor Binnerts dijo que iba a su cuarto de trabajo, pero que volveria pronto para ver si necesitaba algo. Me habia ensenado el cuarto de trabajo una vez, un pequeno cubiculo con ventanas situado al fondo de la sala de lectura, donde los bibliotecarios restauraban libros antiguos maravillosos y pegaban tarjetas en los nuevos. La sala de lectura se quedo mas silenciosa que nunca cuando el hombre se fue, pero yo abri ansiosamente el libro que me habia dado.
Era un hallazgo notable, aunque ahora se que es un documento esencial para conocer la historia del siglo XV en Bizancio, una traduccion de la Istoria Turco-Bizantina de Michael Doukas. Doukas tiene mucho que decir sobre el conflicto entre Vlad Dracula y Mehmet II, y fue en esa mesa donde lei por primera vez la famosa descripcion del espectaculo que vieron los ojos de Mehmet cuando invadio Valaquia en 1462 y llego a Targoviste, la capital desierta de Dracula. En las afueras de la ciudad, afirmaba Doukas, Mehmet fue recibido por «miles y miles de estacas cargadas de muertos en lugar de fruta». En el centro de este jardin de muerte estaba el plato fuerte de Dracula: el general favorito de Mehmet, Hamza, empalado entre los demas con su «delgada vestidura purpura».
Yo recordaba el archivo del sultan Mehmet, el que Rossi habia ido a examinar a Estambul.
El principe de Valaquia habia sido una espina clavada en el costado del sultan, de eso no cabia duda. Pense que seria una buena idea leer algo sobre Mehmet. Tal vez habria informacion sobre el que explicara su relacion con Dracula. No sabia por donde empezar, pero el senor Binnerts habia dicho que pronto volveria para ver como me iba.
Habia dado vueltas, impaciente, a la idea de ir a ver donde estaba, cuando oi un ruido al fondo de la sala. Fue una especie de golpe sordo, mas una vibracion en el suelo que un sonido, como el ruido que haria un pajaro al estrellarse en pleno vuelo contra una ventana pulida. Algo me impulso a dirigirme hacia el punto del impacto, fuera cual fuera, y me descubri entrando a toda prisa en el cuarto de trabajo situado al final de la sala. No vi al senor Binnerts a traves de las ventanas, cosa que por un momento me tranquilizo, pero cuando abri la puerta de madera vi una pierna en el suelo, una pierna dentro de una pernera gris sujeta a un cuerpo retorcido, el jersey azul vuelto hacia arriba sobre el torso dislocado, el pelo cano manchado de sangre, la cara por suerte semioculta, aplastada, parte de ella todavia pegada a la esquina del escritorio. Al parecer, un libro habia resbalado de las manos del senor Binnerts. Estaba en el suelo, como el. En la pared encima del escritorio, habia una mancha de sangre con la huella de una mano grande estampada, como el dibujo ejecutado por un nino. Me esforce tanto por no emitir el menor sonido que mi grito, cuando se produjo, dio la impresion de pertenecer a otra persona.
Pase un par de noches en el hospital. Mi padre insistio, y el doctor que me atendia era un viejo amigo. Mi padre se mostro tierno y serio, sentado en el borde de la cama, o de pie junto a la ventana con los brazos cruzados mientras el agente de policia me interrogaba por tercera vez. No habia visto entrar a nadie en la sala de la biblioteca. Habia estado leyendo tranquilamente en la mesa. Habia oido un golpe sordo. No conocia al bibliotecario demasiado, pero me caia bien. El agente aseguro a mi padre que yo no era sospechosa, sino lo mas parecido al unico testigo con el que contaban. Pero yo no habia sido testigo de nada, nadie habia entrado en la sala de lectura, de eso estaba segura, y el senor Binnerts no habia gritado. No habia heridas en otras partes de su cuerpo. Alguien habia aplastado el craneo del pobre hombre contra la esquina del escritorio. Fue precisa una fuerza prodigiosa.
El agente de policia meneo la cabeza, perplejo. La mano impresa en la pared no pertenecia al bibliotecario. No se encontro sangre en sus manos. Ademas, la huella no coincidia con las de el, y era una impresion extrana, con las huellas dactilares singularmente borrosas.
Habrian sido faciles de identificar, explico el policia a mi padre, pero no las tenian archivadas. Un caso dificil. Amsterdam ya no era la ciudad en que habia crecido, ahora la gente arrojaba bicicletas al canal, por no hablar de aquel terrible incidente del ano pasado con la prostituta que… Mi padre le silencio con la mirada.
Cuando el agente se fue, mi padre volvio a sentarse en el borde de la cama y me pregunto por primera vez que estaba haciendo en la biblioteca. Explique que habia ido a estudiar, que me gustaba ir alli despues de clase para hacer los deberes, porque la sala de lectura era silenciosa y confortable. Tenia miedo de que estuviera a punto preguntar por que habia elegido la seccion medieval, pero guardo silencio para mi alivio.
No le conte que, cuando la gente entro corriendo en la biblioteca despues de mi chillido, habia metido instintivamente en mi bolsa el volumen que el senor Binnerts sujetaba al morir. La policia registro mi bolsa, por supuesto, cuando entro en la sala, pero no dijeron nada acerca del libro. ?Por que habrian tenido que fijarse en el? No estaba manchado de sangre. Era un volumen frances del siglo XIX sobre iglesias rumanas, y habia caido abierto por la pagina de la iglesia del lago Snagov, sufragada con generosidad por Vlad III de Valaquia. La tradicion afirmaba que su tumba estaba situada en ella, delante del altar, segun un pequeno texto escrito debajo de un plano del abside. No obstante, el autor senalaba que aldeanos cercanos a Snagov sostenian otras teorias. ?Que teorias?, me pregunte, pero no habia nada mas en aquella iglesia en particular. El dibujo del abside tampoco