escasos ahorros del banco en casa. Rossi merecia todos los esfuerzos posibles, aunque fracasara. Lo maximo que podia pasar era que volviera a casa arruinado. Sabia que Helen, una estudiante extranjera, debia tener menos que nada, que estaba sin blanca. Ya habia reparado en que, al parecer, solo tenia dos trajes, que combinaba con una seleccion de blusas serias. -Si, tomaremos dos habitaciones separadas pero contiguas -le dijo a la armenia, una anciana de hermosas facciones-. Mi hermano, mon frere, ronfle terriblement.

– Ronfle? -pregunte desde el salon.

– Roncar -replico con acritud ella-. Roncas, por si no lo sabias. En Nueva York no pegue sueno.

– No pegue ojo -corregi.

– Bien -dijo ella-. Ten la puerta cerrada, s'il te plait.

Con o sin ronquidos, tuvimos que echar un suenecito para descansar del viaje antes de hacer otra cosa. Helen queria ir al archivo cuanto antes, pero yo insisti en descansar y comer, de modo que fue al atardecer cuando iniciamos nuestra primera exploracion de aquellas calles laberinticas, con sus vislumbres de jardines y patios coloridos.

Rossi no habia dejado constancia del nombre del archivo en sus cartas, y durante nuestras conversaciones solo habia dicho que era un pequeno deposito de materiales fundado por Mehmet II. En sus cartas anadio que estaba contiguo a una mezquita del siglo XVII.

Ademas, sabiamos que habia podido ver Santa Sofia desde una ventana, que el archivo tenia mas de una planta, y que en el primer piso habia una puerta que comunicaba con la calle. Yo habia intentado con cautela encontrar informacion sobre dicho archivo en la biblioteca de la universidad, justo antes de nuestra partida, pero sin exito. Me pregunte por que Rossi no habia revelado el nombre del archivo en sus cartas. No era propio de el callar ese detalle, pero quiza no habia querido recordarlo. Yo llevaba en el maletin todos sus papeles, incluida la lista de documentos que habia encontrado en el archivo, con aquella extrana linea incompleta al final: «Bibliografia, Orden del Dragon». Buscar por toda una ciudad, un laberinto de cupulas y minaretes, el origen de aquella criptica linea de Rossi era una perspectiva como minimo aterradora.

Lo unico que podiamos hacer era desviar nuestros pies hacia un punto de referencia, la plaza Sophia, en un principio la gran iglesia bizantina de Santa Sofia. En cuanto nos acercamos, nos resulto imposible no entrar. Las puertas estaban abiertas, y el enorme santuario nos atrajo entre los demas turistas como si penetraramos en una caverna cabalgando a lomos de una ola. Durante cuatrocientos anos, reflexione, habia atraido a los peregrinos, igual que ahora. Ya en el interior, camine con parsimonia hacia el centro y eche la cabeza hacia atras para ver aquel inmenso espacio divino, con sus famosos arcos y cupulas que parecian girar sin descanso, la luz celestial que entraba, los escudos redondos cubiertos de caligrafia arabe en las esquinas superiores, la mezquita imponiendose a la iglesia, la iglesia imponiendose a las ruinas del viejo mundo. Se arqueaba muy por encima de nosotros, y reproducia el cosmos bizantino. Apenas daba credito a mis ojos. Estaba estupefacto.

Cuando pienso en aquel momento, me doy cuenta de que habia vivido tanto tiempo entre libros, en mi cerrado ambiente universitario, que me habian comprimido por dentro. De pronto, en esta resonante casa de Bizancio, una de las maravillas de todos los tiempos, mi espiritu escapo de sus confines. Supe en aquel instante que, pasara lo que pasara, nunca podria volver a mis antiguos limites. Queria seguir la vida hacia el firmamento, expandirme con ella, del mismo modo que ese enorme interior se henchia hacia arriba y hacia fuera. Mi corazon se hincho con el, como nunca habia ocurrido durante mis vagabundeos entre los comerciantes holandeses.

Mire a Helen y vi que ella tambien estaba conmovida, con la cabeza inclinada hacia atras como la mia, de modo que sus rizos oscuros caian sobre el cuello de su blusa; su cara, por lo general cautelosa y esceptica, invadida de una trascendencia palida. Tome su mano guiado por un impulso. Ella la asio con fuerza, con aquella presa firme y casi huesuda que ya conocia de su apreton de manos. En otra mujer, habria sido un gesto de sumision o coqueteria, un asentimiento romantico. En Helen era un gesto tan sencillo y decidido como su mirada o la altivez de su postura. Al cabo de un momento parecio echarse atras. Solto mi mano, pero sin turbacion, y paseamos juntos por la iglesia admirando el hermoso pulpito, el centelleante marmol bizantino. Me costo un tremendo esfuerzo olvidar que, durante nuestra estancia en Estambul, podriamos volver a Santa Sofia en cualquier momento, y que nuestro principal objetivo en esa ciudad era localizar el archivo. Por lo visto, Helen penso lo mismo, pues se desvio hacia la entrada cuando yo lo hice, nos abrimos paso entre las multitudes y salimos a la calle.

– Es posible que el archivo este muy lejos -observo-. Santa Sofia es tan grande que puede verse casi desde cualquier edificio de esta parte de la ciudad, creo, o incluso desde la otra ribera del Bosforo.

– Lo se. Hemos de encontrar otra pista. Las cartas decian que el archivo estaba contiguo a una pequena mezquita del siglo diecisiete.

– La ciudad esta llena de mezquitas.

– Cierto. -Pase las paginas de mi guia, comprada a toda prisa-. Empecemos con esta, la Gran Mezquita de los Sultanes. Cabe la posibilidad de que Mehmet II y su corre fueran a rezar a ella en ocasiones, pues fue construida a finales del siglo quince, y seria logico que su biblioteca acabara en ese barrio, ?no te parece?

Helen penso que valia la pena intentarlo, y nos pusimos en marcha. Durante el camino, consulte la guia de nuevo.

– Escucha esto. Dice que Estambul es una palabra bizantina que significa «la ciudad». Ni siquiera los otomanos pudieron destruir Constantinopla, solo le cambiaron el nombre… por un nombre bizantino, a proposito. Dice aqui que el imperio bizantino duro desde 333 hasta 1453. Imaginate. Que larguisimo atardecer de poder.

Helen asintio.

– No es posible pensar en esta parte del mundo sin Bizancio -dijo con seriedad-. En Rumania se ven destellos de ella por todas partes. En todas las iglesias, en los frescos, en los monasterios, incluso en las caras de la gente. En algunos aspectos, esta mas cerca de tus ojos que aqui, con todo este sedimento otomano encima. -Su rostro se nublo-. La conquista de Constantinopla en 1453 por Mehmet II fue una de las mayores tragedias de la historia. Derribo estos muros a canonazos, y despues envio a sus ejercitos al pillaje y la masacre durante tres dias. Los soldados violaron a jovenes de uno y otro sexo sobre los altares de las iglesias, incluso en Santa Sofia. Robaron los iconos y todos los demas tesoros sagrados para fundir el oro, y tiraron las reliquias de los santos a las calles para que los perros las devoraran. Antes de eso, esta fue la ciudad mas hermosa de la historia.

Cerro el puno a la altura de la cintura.

Yo guarde silencio. La ciudad aun era hermosa, con sus colores intensos y delicados, sus exquisitas cupulas y minaretes, pese a las atrocidades cometidas tanto tiempo atras. Empece a comprender por que un momento de maldad sucedido quinientos anos antes era tan real para Helen, pero ?que tenia que ver con nuestras vidas en el presente? De pronto pense que tal vez habia venido para nada, a ese magico lugar con esa complicada mujer, en busca de un ingles que podia estar viajando a Nueva York en autocar. Deseche la idea y trate de tomarle el pelo un poco.

– ?Como es que sabes tanto de historia? Pensaba que eras antropologa.

– Y lo soy -respondio con seriedad-, pero no puedes estudiar una cultura sin conocer su historia.

– Entonces, ?por que no te hiciste historiadora? Tambien hubieras podido estudiar la cultura de las diversas civilizaciones.

– Tal vez. -Ahora parecia recelosa, y no me miro a los ojos-. Pero queria un campo que mi padre aun no hubiera invadido.

La Gran Mezquita todavia estaba abierta bajo la luz dorada del anochecer, tanto para los turistas como para los fieles. Probe mi mediocre aleman con el guardia de la entrada, un chico de cabello rizado y piel olivacea (?cual habria sido el aspecto de aquellos bizantinos?), pero dijo que no habia ninguna biblioteca en el interior, ni archivos, nada por el estilo, y que no sabia de ninguna que estuviera cerca. Preguntamos si podia sugerirnos algo.

– Podrian probar en la universidad -murmuro.

En cuanto a mezquitas pequenas, las habia a cientos.

– Es demasiado tarde para ir a la universidad hoy -dijo Helen. Estaba estudiando la guia-. Manana iremos a verla y pediremos informacion a alguien sobre los archivos que datan de la epoca de Mehmet. Creo que eso sera lo mejor. Vamos a ver las murallas antiguas de Constantinopla. Hay restos no lejos de aqui.

La segui por las calles mientras me precedia con la guia en su mano enguantada, el bolsito negro colgado del brazo. Las bicicletas nos adelantaban, las vestiduras otomanas se mezclaban con vestidos occidentales, coches extranjeros y carritos tirados por caballos coexistian sin problemas. Adonde miraba veia hombres con chalecos

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