Esto parecio resucitar a Turgut. Se habia levantado a medias, y con expresion indignada apostrofo a la gitana. No fue dificil comprender su tono y gestos, los cuales la invitaban sin la menor ambiguedad a largarse. Nos fulmino con la mirada a todos y desaparecio de repente tal como se habia materializado, entre los demas peatones. Turgut volvio a sentarse,
miro a Helen sumamente sorprendido, y al cabo de un momento busco en el bolsillo de la chaqueta y extrajo un pequeno objeto, que dejo al lado de su plato. Era una piedra azul plana de unos tres centimetros de largo, rodeada de blanco y de un azul mas palido, como el burdo esbozo de un ojo. Helen palidecio cuando la vio, y extendio la mano instintivamente para tocarla con el dedo.
– ?Que demonios esta pasando aqui?
No pude reprimir el desasosiego de considerarme excluido.
– ?Que ha dicho? -Helen hablo a Turgut por primera vez-. ?Estaba hablando en turco o en el idioma de los gitanos? No la entendi.
Nuestro nuevo amigo vacilo, como si no quisiera repetir las palabras de la mujer.
– En turco -murmuro-. Casi no me atrevo a repetirselo. Dijo algo muy grosero. Y extrano. -Estaba mirando a Helen con interes, pero tambien con algo similar a un destello de miedo, pense, en sus ojos cordiales-. Utilizo una palabra que no traducire -explico poco a poco-. Y despues dijo: «Fuera de aqui, hija de lobos rumana. Tu y tu amigo traereis la maldicion del vampiro a nuestra ciudad».
Helen tenia los labios exangues, y reprimi el impulso de coger su mano.
– Una coincidencia -le dije en tono tranquilizador, a lo cual ella reacciono con una mirada iracunda. Yo estaba hablando demasiado delante del profesor.
Turgut nos miro.
– Esto es muy extrano, amables companeros -dijo-. Creo que hemos de abundar en el terna sin mas dilacion.
Casi me habia dormido en el asiento del tren, pese al enorme interes de la historia de mi padre. Leer todo esto por primera vez durante la noche anterior me habia mantenido despierta hasta tarde, y estaba cansada. Una sensacion de irrealidad se apodero de mi en el soleado compartimiento, y me volvi para mirar por la ventanilla las granjas holandesas que iban desfilando. Cuando nos acercabamos y partiamos de cada ciudad, el tren pasaba ante numerosos huertos, verdes bajo el cielo encapotado, los jardines traseros de miles de personas dedicadas a sus asuntos, la parte posterior de sus casas vuelta hacia la via. Los campos eran de un verde maravilloso, un verde que, en Holanda, empieza a principios de primavera y dura casi hasta que la nieve vuelve a caer, alimentado por la humedad del aire y la tierra, y por el agua que centellea en todas las direcciones a las que mires. Ya habiamos dejado atras una dilatada region de canales y puentes, y nos encontrabamos entre vacas congregadas en pastos delineados con extrema pulcritud. Una pareja de ancianos de porte digno pedaleaba en una carretera paralela a la via, engullida al instante siguiente por mas pastos. Pronto llegariamos a Belgica, y yo sabia por mi experiencia que bastaba una breve siesta para perdertela por completo en este viaje.
Sujetaba con fuerza las cartas en mi regazo, pero mis parpados estaban empezando a rendirse. La mujer de rostro apacible sentada delante de mi ya estaba dormitando, con la revista en la mano. Mis ojos se habian cerrado apenas un segundo, cuando la puerta de nuestro compartimiento se abrio. Se oyo una voz exasperada, y una figura larguirucha se interpuso entre mi y mi ensueno.
– ?Bien, que descarada eres! Ya me lo imaginaba. Te he buscado en todos los vagones.
Era Barley, que se estaba secando la frente y me miraba con el ceno fruncido.
26
Barley estaba muy enfadado. No podia culparle, pero aquel giro de los acontecimientos era muy inconveniente para mi, y yo tambien estaba un poco furiosa. Todavia me irritaba mas que a mi primera punzada de irritacion le siguiera una secreta sensacion de alivio. Antes de verle, no me habia dado cuenta de lo sola que me sentia en aquel tren, camino de lo desconocido, camino tal vez de la soledad aun mayor de ser incapaz de encontrar a mi padre, o incluso camino de la soledad galactica de perderle para siempre. Barley era un extrano para mi tan solo unos dias antes, y ahora su rostro era la familiaridad personificada.
En ese momento, sin embargo, aun me miraba con el ceno fruncido.
– ?Adonde demonios crees que vas? Menuda persecucion. ?Me puedes decir que estas tramando?
Soslaye la pregunta de momento.
– No queria preocuparte, Barley. Pense que te habias ido en el trasbordador y no te enterarias.
– Si, esperabas que me presentara ante Master James, que le dijera que estabas sana y salva en Amsterdam, y que luego el se enterara de que habias desaparecido. Estoy seguro de que eso le habria hecho mucha gracia. - Se dejo caer a mi lado, cruzo los brazos y las piernas larguiruchas. Llevaba su pequena maleta, y la parte delantera de su pelo color paja estaba erizada-. ?Que te ha dado?
– ?Por que me estabas espiando? -contraataque.
– Retrasaron el trasbordador de la manana para efectuar unas reparaciones. -Dio la impresion de que no podia contener una sonrisa-. Tenia un hambre de lobo, de modo que retrocedi unas cuantas calles para tomar unos bollos y te, y entonces me parecio verte pasar en direccion contraria, calle arriba, pero no estaba seguro. Pense que eran imaginaciones
mias, de modo que me quede a desayunar.
Despues, me entraron remordimientos de conciencia, porque si eras tu, me iba a meter en un buen lio. Asi que corri en aquella direccion y vi la estacion, y despues subiste al tren y pense que me iba a dar un ataque. -Me fulmino con la mirada de nuevo-. Tuve que correr a comprar un billete, casi me quedo sin dinero, y encima me vi obligado a perseguirte por todo el tren. Hemos recorrido tantos kilometros que no podemos bajar ahora mismo. -Sus estrechos ojos brillantes se desviaron hacia la ventanilla, y despues hacia la
pila de cartas que descansaban sobre mi regazo-. ?Te importaria explicarme por que estas en el expreso de Paris y no en el colegio?
?Que podia hacer?
– Lo siento, Barley -conteste con humildad-. No queria implicarte en esto por nada del mundo. De veras pensaba que hacia rato que te habias ido y podias presentarte ante Master James con la conciencia tranquila. No queria causarte problemas.
– ?De veras? -Estaba esperando mas explicaciones-. ?Solo querias darte una vueltecita por Paris en lugar de ir a clase de historia?
– Bien -empece, intentando ganar tiempo-, mi padre me envio un telegrama diciendo que estaba bien y que me reuniera con el en Paris para pasar unos dias.
Barley guardo silencio un momento.
– Lo siento, pero eso no lo explica todo. Si hubieras recibido un telegrama, habria sido anoche, y yo me habria enterado. Ademas, nadie hablo de que tu padre no estuviera bien.
Creia que estaba ausente por motivos de trabajo. ?Que estas leyendo?
– Es una larga historia -dije poco a poco-, y ya se que me consideras rara…
– Muy rara -me corrigio Barley-, pero sera mejor que me digas en que andas metida.
Tendras tiempo antes de que bajemos en Bruselas y cojamos el siguiente tren de vuelta a Amsterdam.
– ?No! -No habia sido mi intencion gritar asi. La senora de delante se removio en su tranquilo sueno y yo baje la voz-. He de ir a Paris. Estoy bien. Si quieres, puedes bajarte alli, y luego volver a Londres por la noche.
– Bajar alli, ?eh? ?Significa eso que tu no bajaras alli? ?Hasta donde continua este tren?
– No continua, acaba en Paris…
Se habia cruzado de brazos y estaba esperando otra vez. Era peor que mi padre. Tal vez peor que el profesor Rossi. Tuve una breve vision de Barley ante los alumnos de un aula, los brazos cruzados, mientras sus ojos escudrinaban a los desventurados estudiantes, con voz aguda: «?Que impulsa a Milton a llegar a su terrible conclusion sobre la caida de Satanas? ?O es que nadie lo ha leido todavia?»
Trague saliva.
– Es una larga historia -repeti aun con mas humildad. -Tenemos tiempo -dijo Barley.
Helen, Turgut y yo intercambiamos miradas, sentados a la mesa de nuestro pequeno restaurante, y yo percibi
