que una senal de camaraderia pasaba entre nosotros. Quiza para retrasar el momento, Helen levanto la piedra azul que Turgut habia dejado al lado de su plato y me la entrego.

– Es un simbolo antiguo -explico-. Un talisman contra el mal de ojo.

Yo la acepte, palpe su superficie suave, caliente por haber estado en la mano de Helen, y la deje sobre la mesa de nuevo.

Turgut no habia perdido el hilo de la conversacion.

– ?Es usted rumana, senora? -Helen guardo silencio-. Si eso es cierto, hemos de

proceder con cautela. -Bajo la voz un poco-. La policia podria interesarse por usted.

Nuestro pais no mantiene lazos amistosos con Rumania.

– Lo se -repuso ella con frialdad.

– Pero ?como lo supo la gitana? -Turgut fruncio el ceno-. Usted no hablo con ella.

– No lo se.

Helen se encogio de hombros.

Turgut meneo la cabeza.

– Algunas personas dicen que los gitanos poseen el talento de la clarividencia. Yo nunca lo he creido, pero… -Callo y se seco el bigote con la servilleta-. Es raro que hablara de vampiros.

– Si -dijo Helen-. Debia estar loca. Todas las gitanas estan locas.

– Quiza, quiza. -Turgut guardo silencio-. Sin embargo, me resulto muy extrana su forma de hablar, porque es mi otra especialidad.

– ?Los gitanos? -pregunte.

– No, buen senor, los vampiros. -Helen y yo le miramos, con cuidado de no cruzar nuestras miradas-. Me gano la vida ensenando Shakespeare, pero la leyenda de los vampiros es mi aficion excentrica. En Turquia hay una tradicion de vampiros muy arraigada.

– ?Es una tradicion… turca? -pregunte atonito.

– Oh, la leyenda se remonta por lo menos al antiguo Egipto, queridos colegas, pero aqui, en Estambul… Para empezar, se dice que los emperadores bizantinos mas sanguinarios eran vampiros, y que algunos de ellos consideraban la comunion cristiana una invitacion a solazarse en la sangre de los mortales. Pero yo no lo creo. Creo que el vampirismo aparecio con posterioridad.

– Bien… -No queria demostrar excesivo interes, mas por temor a que Helen volviera a pisotearme por debajo de la mesa que por creer que Turgut estaba confabulado con los poderes de las tinieblas. Pero ella tambien le estaba mirando.

– ?Ha oido hablar de la leyenda de Dracula?

– ?Que si he oido hablar? -resoplo Turgut. Sus ojos oscuros relampaguearon y convirtio la servilleta en un nudo-. ?Sabe que Dracula fue un personaje real, una figura historica?

Un compatriota de usted, senora. -Inclino la cabeza en direccion a Helen-. Era un senor feudal, un voivoda, de los Carpatos occidentales, en el siglo quince. No era una persona admirable.

Helen y yo asentimos. No pudimos evitarlo. Yo no, al menos, y ella parecia demasiado concentrada en las palabras de Turgut para reprimirse. Se habia inclinado un poco hacia delante, escuchando, y sus ojos brillaban con la misma oscuridad intensa que los del hombre. El color habia florecido bajo la palidez habitual de Helen. Era uno de esos numerosos momentos, observe, pese a mi entusiasmo, en que la belleza se imponia a su semblante adusto y la iluminaba desde el interior.

– Bien… -Dio la impresion de que Turgut se aferraba a su tema-. No es mi intencion aburrirles, pero sostengo la teoria de que Dracula es una figura muy importante en la historia de Estambul. Pocos saben que, cuando era un muchacho, fue cautivo del sultan Mehmet II en Gallipoli, y despues en Anatolia. Su propio padre le entrego al padre de Mehmet, el sultan Murad II, como rehen a cambio de un tratado, desde 1442 a 1448, seis largos anos. El padre de Dracula tampoco era un caballero. -Turgut rio-. Los soldados que vigilaban al joven Dracula eran maestros en el arte de la tortura, y debio aprender demasiado observandolos. Pero, mis buenos senores -dijo, olvidando por un momento el sexo de Helen, llevado por su fervor erudito-, yo sostengo la teoria de que tambien dejo su marca en ellos.

– ?Que demonios quiere decir?

Una sensacion de ahogo empezaba a apoderarse de mi.

– Mas o menos desde esa epoca hay noticia de la existencia de vampiros en Estambul.

Creo, y mi teoria aun no ha sido publicada, y no puedo demostrarla, que sus primeras victimas fueron otomanas, tal vez los guardias, que se hicieron amigos de el. Dejo contaminado nuestro imperio, y la plaga se propago despues a Constantinopla con el conquistador.

Le miramos estupefactos. Pense que, segun la leyenda, solo los muertos se convertian en vampiros. ?Significaba eso que Vlad Dracula habia muerto en Asia Menor y se habia convertido en un No Muerto, cuando era muy joven, o solo tenia debilidad por las libaciones impias desde su mas tierna infancia y la habia inspirado en otros? Lo archive para preguntarselo a Turgut, en el caso de que algun dia nos llegaramos a conocer mejor.

– Bien, es una aficion un poco excentrica. -Turgut esbozo de nuevo una sonrisa cordial-. Perdonenme si les parece que hablo demasiado. Mi mujer dice que soy intolerable. – Brindo por nosotros con un gesto sutil y cortes, antes de volver a beber de su copa-. ?Pero tengo pruebas importantes, por todos los cielos! ?Pruebas de que los sultanes le temian como si fuera un vampiro!

Indico el techo.

– ?Pruebas? -repeti.

– ?Si! Las descubri hace unos anos. El sultan estaba tan interesado en Vlad Dracula que obtuvo algunos de sus documentos y posesiones despues de que este muriera en Valaquia.

Dracula mato a muchos soldados turcos en su pais y nuestro sultan le odiaba por ello, pero esa no fue la causa de que fundara este archivo. ?No! El sultan llego a escribir una carta al baja de Valaquia en 1478 para pedirle cualquier obra escrita sobre Vlad Dracula. ?Por que?

Porque, dijo, estaba creando una biblioteca que combatiria el mal que Dracula habia esparcido por su ciudad despues de morir. ?Por que iba a temer el sultan a Dracula si este estaba muerto, si no creyera que Dracula podia volver? He encontrado una copia de la carta que el baja le escribio en respuesta. -Dio un punetazo sobre la mesa y nos sonrio-. Incluso he encontrado la biblioteca que fundo para luchar contra el mal.

Helen y yo estabamos inmoviles. La coincidencia era de una extraneza casi inverosimil. Por fin aventure una pregunta.

– Profesor, ?esa coleccion fue creada por el sultan Mehmet II? Esta vez fue el quien nos miro fijamente.

– Por mis botas, es usted un estupendo historiador. ?Esta interesado en ese periodo de nuestra historia?

– Ah, ya lo creo -dije-. Y nos… Bueno, me interesaria mucho ver el archivo que usted descubrio.

– Por supuesto -dijo el hombre-. Con sumo placer. Se lo ensenare. Mi esposa se

asombrara de que alguien quiera verlo. -Lanzo una risita-. Pero, ay, el hermoso edificio que una vez lo albergo fue derruido para dejar sitio a una oficina del Ministerio de Obras Publicas, hara unos ocho anos. Era un bonito edificio pequeno cercano a la Mezquita Azul.

Una pena.

Senti que me ponia livido. Por eso nos habia costado localizar el archivo de Rossi.

– Pero los documentos…

– No se preocupe, amable senor. Yo mismo me asegure de que pasaran a engrosar los fondos de la Biblioteca Nacional. Aunque nadie los adore como yo, han de conservarse. – Una sombra cruzo su cara por primera vez desde que habia apostrofado a la gitana-. Aun hay que luchar contra el mal en nuestra ciudad, como en todas partes. -Nos miro fijamente-. Si les gustan las curiosidades antiguas, sera un placer acompanarles alli manana. Esta noche esta cerrado, por supuesto. Conozco bien al bibliotecario, y les dejara examinar la coleccion.

– Muchisimas gracias. -No me atrevia a mirar a Helen-. ?Y como…? ?Como llego a interesarse en este tema tan peculiar?

– Oh, es una larga historia -contesto muy serio Turgut-. No puedo permitirme aburrirles tanto.

– No nos aburre -insisti.

– Es usted muy amable. -Guardo silencio unos minutos, mientras limpiaba su tenedor entre el indice y el pulgar.

En el exterior, los coches esquivaban a las bicicletas en las calles abarrotadas y los transeuntes iban y venian como actores en un escenario: mujeres con faldas estampadas que revoloteaban al viento, panuelos y pendientes

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