estabamos despidiendo cordialmente cuando el recepcionista con el que habia hablado antes salio como una exhalacion de su cubiculo y me agarro del brazo.
– ?Herr Paul! -dijo en tono perentorio.
– ?Que ocurre?
Hugh y yo nos volvimos hacia el hombre. Era un individuo alto y encorvado, vestido con una chaqueta azul proletaria y provisto de un bigote digno de un guerrero huno. Tiro de mi para que me acercara y hablo en voz baja. Consegui indicar con un ademan a Hugh que no se marchara. No habia nadie mas a la vista y no queria afrontar solo una nueva crisis.
– Herr Paul, se quien estuvo en su Zimmer esta tarde.
– ?Que? ?Quien?
El recepcionista empezo a canturrear y a mirar a su alrededor y se introdujo la mano en el bolsillo de la chaqueta de una manera que habria debido ser significativa si yo hubiera entendido el significado. Me pregunte si seria un poco retrasado.
– Quiere una propina -tradujo Hugh en voz baja.
– Oh, por el amor de Dios -dije exasperado, pero daba la impresion de que los ojos del hombre se habian vidriado, y solo volvieron a brillar cuando saque dos enormes billetes hungaros. Los acepto con aire furtivo y los oculto en el bolsillo, pero no dijo nada que reconociera mi capitulacion.
– Herr norteamericano -susurro-, se que no solo hubo ein hombre esta tarde. Dos hombres. Uno llega primero, hombre muy importante. Despues el otro. Le veo cuando subo con una maleta a otra Zimmer. Entonces los veo. Hablan. Salen juntos.
– ?Nadie los detuvo? -replique irritado-. ?Quienes eran? ?Eran hungaros?
El hombre no paraba de mirar alrededor de el y tuve que reprimir las ansias de
estrangularle. Esa atmosfera de censura me estaba crispando los nervios. Mi expresion debia de ser de furia, porque Hugh apoyo una mano en mi brazo para tranquilizarme.
– Importante hombre, hungaro. Otro hombre, no hungaro.
– ?Como lo sabe?
Bajo la voz.
– Un hombre hungaro, pero hablar anglisch juntos.
No volvio a hablar, pese a mis preguntas cada vez mas amenazadoras. Puesto que, al parecer, habia decidido que ya me habia facilitado suficiente informacion por los forints que le habia dado, quiza no habria pronunciado ni una palabra mas, de no ser por algo que parecio llamar su atencion de subito. Estaba mirando algo a mi espalda, y al cabo de un segundo yo tambien me volvi y segui su mirada a traves de la gran vidriera de la puerta del hotel. Durante una fraccion de segundo vi un semblante ansioso de ojos hundidos que habia llegado a conocer demasiado bien, un rostro que pertenecia a una tumba, no a una calle. El recepcionista estaba farfullando, apretando mi brazo.
– Ahi esta, con su cara de demonio… ?El anglascher!
Emitiendo una especie de aullido me solte del recepcionista y corri hacia la puerta. Hugh, con gran presencia de animo -me di cuenta despues-, se apodero de un paraguas del paraguero que habia al lado del mostrador y salio tras de mi. Pese a mi impetuosidad, segui aferrando con firmeza el maletin, lo cual me impidio correr mas deprisa. Fuimos de un lado a otro, recorrimos la calle de arriba abajo, pero fue inutil. Ni siquiera habia oido los pasos del hombre, y no sabia en que direccion habia huido.
Por fin me detuve para apoyarme contra un edificio y recuperar el aliento. Hugh tambien jadeaba.
– ?Que ha pasado? -pregunto agotado.
– El bibliotecario -dije cuando logre articular algunas palabras-. El que nos siguio hasta Estambul. Estoy seguro de que era el.
– Santo Dios. -Hugh se seco la frente con la manga-. ?Que esta haciendo aqui?
– Intentar apoderarse del resto de mis notas -gemi-. Puede que no me creas, pero es un vampiro, y ahora le hemos atraido hasta esta hermosa ciudad.
En realidad, dije mas que eso, y Hugh debio reconocer en nuestro idioma comun todas las variantes norteamericanas de la furia. Pensar en la maldicion que estaba arrastrando tras de mi casi anego mis ojos en lagrimas.
– Venga, venga -dijo Hugh en tono tranquilizador-. Aqui ya ha habido vampiros antes.
Pero tenia el rostro blanco y miraba a su alrededor con el paraguas bien sujeto.
– ?Maldita sea!
Di un punetazo al edificio.
– Has de estar alerta -dijo Hugh sin inmutarse-. ?Ha vuelto la senorita Rossi?
– ?Helen! -No habia pensando en ella todavia, y Hugh estuvo a punto de sonreir al oir mi exclamacion-. Ire a preguntar. Tambien llamare al profesor Bora. Escucha, Hugh, tu tambien has de estar alerta. Ve con cuidado, ?de acuerdo? Te ha visto conmigo, y da la impresion de que eso no trae suerte a nadie.
– No te preocupes por mi. -Hugh estaba contemplando el paraguas con aire pensativo-. ?Cuanto le pagaste a ese empleado?
Rei pese a mi agotamiento.
– Dos billetes grandes. ?Te parece mucho?
– Si, pero no se lo digas a nadie.
Nos estrechamos la mano con cordialidad y Hugh desaparecio en direccion a su hotel, que no se hallaba lejos del nuestro. No me hizo gracia que se fuera solo, pero habia gente en la calle que paseaba y hablaba. En cualquier caso, sabia que siempre haria las cosas a su manera. Era ese tipo de hombre.
De vuelta al vestibulo del hotel, no vi ni rastro del aterrorizado empleado. Tal vez se debia a que su turno habia terminado, pues un joven recien afeitado ocupaba su lugar detras del
mostrador de recepcion. Me mostro que la llave de la habitacion de Helen colgaba todavia de su gancho, por lo que supuse que debia estar aun con su tia. El joven me dejo utilizar el telefono tras pactar con meticulosidad el coste de la llamada. El telefono de Turgut sono cuando probe por segunda vez. Me molestaba llamar desde el telefono del hotel, pues sabia que podia estar pinchado, pero era la unica posibilidad a aquella hora. Debia confiar en que nuestra conversacion fuera demasiado peculiar para ser comprendida. Por fin, oi un chasquido en la linea y despues la voz de Turgut, lejana pero jovial, que contestaba en turco.
– ?Profesor Bora! -grite-. Turgut, soy Paul, y llamo desde Budapest.
– ?Paul, querido amigo! -Pense que nunca habia oido nada mas dulce que aquella voz distante y estruendosa-. Hay problemas en la linea. Dame tu numero, por si acaso se corta.
El recepcionista me lo dio y se lo grite a Turgut.
– ?Como estas? -grito a su vez-. ?Le has encontrado?
– ?No! -grite-. Estamos bien, y hemos descubierto mas cosas, pero ha ocurrido algo espantoso.
– ?A que te refieres? -Percibi su consternacion al otro lado de la linea-. ?Alguno de vosotros ha resultado herido?
– No, estamos bien, pero el bibliotecario nos ha seguido hasta aqui. -Oi una retahila de palabras que habrian podido significar alguna maldicion shakesperiana, pero era imposible diferenciarlas debido a las interferencias-. ?Que crees que deberiamos hacer?
– Aun no lo se. -La voz de Turgut se oia con algo mas de claridad-. ?Llevas encima siempre el equipo que te regale?
– Si, pero no puedo acercarme lo bastante a ese demonio para utilizarlo. Creo que hoy ha registrado mi habitacion mientras estabamos en el congreso, y al parecer alguien le ayudo.
Quiza la policia estaba escuchando en ese momento. ?Quien sabia las conclusiones a las que llegaria?
– Ve con mucho cuidado, profesor. -Turgut parecia preocupado-. No tengo ningun consejo prudente para ti, pero pronto tendre noticias, tal vez incluso antes de que vuelvas a Estambul. Me alegro de que hayas llamado esta noche. El senor Aksoy y yo hemos encontrado un nuevo documento, uno que ninguno de los dos habia visto nunca. Lo encontro en el archivo de Mehmet. Este documento fue escrito por un monje de la iglesia ortodoxa oriental en 1477 y ha de ser traducido.
Habia interferencias en la linea otra vez y tuve que gritar.
– ?Has dicho 1477? ?En que idioma esta?
– No te oigo, querido muchacho -vocifero Turgut muy lejos-. Ha descargado una tormenta sobre la ciudad. Te
