perjudicado la carrera de su madre, sino las oportunidades de su hija. Tia Eva se habia encargado de eso, recorde. Helen estaba exhibiendo su sonrisa torcida, escalofriante-. Ya lo veras.
Un letrero en las afueras identificaba el pueblo de la madre de Helen, y al cabo de pocos minutos nuestro autobus paro en una plaza rodeada de sicomoros polvorientos, con una iglesia cerrada con tablas a un lado. Una anciana, gemela de la abuela vestida de negro que habia visto en el ultimo pueblo, esperaba sola bajo la marquesina de la parada. Dirigi una mirada inquisitiva a Helen, pero ella nego con la cabeza, y la anciana abrazo a un soldado que habia bajado delante de nosotros.
Helen parecia saber que nadie saldria a recibirnos, y me guio a buen paso por calles laterales, entre casas silenciosas con flores en las jardineras de las ventanas, que tenian los postigos cerrados para protegerse del sol. Un hombre de edad avanzada, sentado en una silla de madera ante una casa, inclino la cabeza y se toco el sombrero. Cerca del final de la calle habia un caballo gris atado a un poste, bebiendo agua con avidez de un cubo. Dos mujeres en bata y zapatillas hablaban en la terraza de un cafe, que daba la impresion de estar cerrado. Desde el otro lado de los campos se oia la campana de una iglesia, y mas cerca, los trinos de los pajaros posados en los tilos. Por todas partes se escuchaba un canturreo adormecedor en el aire. La naturaleza se hallaba solo a un paso de distancia, si sabias la direccion que debias tomar.
Despues la calle terminaba bruscamente en un campo invadido por malas hierbas. Helen llamo a la puerta de la ultima casa. Era muy pequena, de estuco amarillo con tejado rojo, y parecia recien pintada.
El tejado se proyectaba hacia fuera, de manera que formaba un porche natural, y la puerta principal era de madera oscura, con una gran aldaba oxidada. La casa se hallaba algo apartada de sus vecinas, sin huerto ni acera, al contrario que muchas otras casas de la calle con su acera recien puesta. Debido a la espesa sombra del alero, por un momento no pude ver la cara de la mujer que respondio a la llamada de Helen. Despues la distingui con claridad, y al cabo de un momento estaba abrazando a Helen y besando su mejilla, con calma, casi con formalidad, y se volvio para estrechar mi mano.
No se muy bien que era exactamente lo que yo esperaba. Tal vez la historia de la desercion de Rossi y el nacimiento de Helen me habia conducido a recrear en mi mente una belleza avejentada de ojos tristes, melancolica, incluso desamparada. La mujer que tenia delante se erguia tan tiesa como Helen, aunque era algo mas baja y corpulenta que su hija, y su rostro era de facciones firmes y risuenas, mejillas redondas y ojos oscuros. Llevaba el pelo oscuro cenido en un mono. Se habia puesto un vestido de algodon a rayas y un delantal floreado.
Al contrario que tia Eva, no utilizaba maquillaje ni joyas y su atuendo era similar al de las amas de casa que habia visto en la calle. De hecho, debia de haber estado ocupada en tareas domesticas, porque llevaba las mangas subidas hasta los codos. Estrecho mi mano con cordialidad, sin decir nada, pero con la vista clavada en mis ojos. Despues, solo un momento, vi a la chica timida que debia haber sido mas de veinte anos antes, agazapada en las profundidades de aquellos ojos oscuros rodeados de arrugas.
Nos invito a entrar, y con un gesto indico que nos sentaramos a la mesa, donde habia dispuesto tres tazas desportilladas y una bandeja de panecillos. Percibi el aroma del cafe recien hecho. Tambien habia estado cortando verduras, y un penetrante aroma a cebollas y patatas crudas impregnaba la habitacion.
Observe que era la unica habitacion, aunque procure no mirar a mi alrededor con excesivo descaro. Hacia las veces de cocina, dormitorio y zona de descanso. Estaba inmaculadamente limpia, la estrecha cama en un rincon con un edredon blanco y adornada con varias almohadas blancas, bordadas con alegres colores. Junto a la cama habia una mesa, sobre la cual descansaban un libro, una lampara con un tubo de cristal y unas gafas, y al lado una silla pequena. Al pie de la cama vi una comoda de madera con flores pintadas.
La zona de la cocina, donde estabamos sentados, consistia en unos fogones, una mesa y sillas. No habia electricidad, ni cuarto de bano (me entere de la existencia del retrete del jardin posterior un poco mas tarde). En una pared colgaba un calendario con una fotografia de obreros en una fabrica, y en otra pared, una labor de bordado en colores rojo y blanco.
Habia flores en un jarron y cortinas blancas en las ventanas. Una diminuta estufa de lena se alzaba cerca de la mesa de la cocina, con pilas de troncos al lado. La madre de Helen me sonrio, todavia con un poco de timidez, y entonces adverti por primera vez su parecido con tia Eva, y quizas intui algo de lo que habia atraido a Rossi. Su sonrisa transmitia una calidez excepcional, que se desplegaba poco a poco, y despues banaba su rostro de una franqueza absoluta, casi resplandeciente. Se desvanecio tambien poco a poco, cuando se sento para seguir cortando verduras. Me miro de nuevo y dijo algo en hungaro a Helen.
– Quiere que te sirva yo el cafe.
Helen me acerco una taza, a la que anadio azucar de una lata. La madre de Helen dejo el cuchillo para empujar la bandeja de panecillos hacia mi. Acepte uno y le di las gracias con las dos torpes palabras que sabia en hungaro. Aquella radiante y pausada sonrisa empezo a destellar otra vez, y paseo la mirada entre Helen y yo, para luego decirle algo que no
entendi. Helen enrojecio y se volvio hacia el cafe.
– ?Que ha dicho?
– Nada. Ideas pueblerinas de mi madre, eso es todo. -Vino a sentarse a la mesa, dejo el
cafe ante su madre y se sirvio una taza-. Bien, Paul, si nos perdonas, voy a preguntarle que tal esta y que novedades han ocurrido en el pueblo.
Mientras hablaban, Helen con su voz de contralto y su madre entre murmullos, deje vagar mi mirada por la habitacion. Esa mujer no solo vivia con una notable sencillez (tal vez igual que sus vecinos), sino en una gran soledad. Solo habia dos o tres libros a la vista, ningun animal, ni siquiera una maceta con una planta. Era como la celda de una monja.
Mirandola a hurtadillas, me di cuenta de lo joven que era, mucho mas joven que mi madre.
Aunque se podian distinguir algunas hebras blancas en la raya del peinado, y los anos habian agrietado su rostro, su aspecto general era sano y saludable, provisto de un atractivo que no tenia nada que ver con la moda o la edad. Podria haberse casado muchas veces, reflexione, pero habia elegido vivir en aquel silencio conventual. Me sonrio de nuevo y yo le correspondi. Su rostro era tan cordial que tuve que resistir el impulso de extender la mano y estrechar la suya mientras pelaba una patata.
– Mi madre quiere saber todo sobre ti -dijo Helen, y con su ayuda conteste a todas las preguntas con la mayor exactitud posible, cada una formulada en sereno hungaro, con una mirada escrutadora de la interlocutora, como si el poder de su mirada bastara para que yo la entendiera. ?De que parte de Estados Unidos era? ?Por que habia ido alli? ?Quienes eran mis padres? ?Les preocupaba que hubiera viajado tan lejos? ?Como habia conocido a Helen? En este punto introdujo varias preguntas que Helen no se molesto en traducir, una de ellas mientras acariciaba la mejilla de su hija. Helen parecia indignada, y yo no insisti en pedir explicaciones. En cambio, seguimos con mis estudios, mis planes, mis platos favoritos.
Cuando la madre de Helen se quedo satisfecha, se levanto y empezo a disponer verduras y pedazos de carne en una gran bandeja, que especio con algo rojo de un bote que habia encima de la cocina y luego introdujo en el horno. Se seco las manos en el delantal y volvio a sentarse. Luego nos miro sin hablar, como si tuvieramos todo el tiempo del mundo. Por fin, Helen se removio, y supe por su carraspeo que pretendia abordar el proposito de nuestra visita. Su madre la miro en silencio, sin cambiar de expresion, hasta que Helen me senalo al tiempo que pronunciaba la palabra «Rossi». Tuve que apelar a toda mi serenidad, sentado a una mesa de un pueblo alejado de todo cuanto me era familiar, para clavar mis ojos en el rostro calmo sin encogerme. La madre de Helen parpadeo una vez, casi como si alguien hubiera amenazado con abofetearla, y por un segundo sus ojos se desviaron hacia mi cara. Despues asintio con aire pensativo y formulo una pregunta a Helen.
– Quiere saber desde cuando conoces al profesor Rossi. -Desde hace tres anos.
– Ahora le explicare su desaparicion -dijo Helen.
Con dulzura y determinacion, no tanto como si estuviera hablando con una nina como si se obligara a continuar en contra de su voluntad, Helen hablo a su madre. A veces me senalaba, y de vez en cuando formaba una imagen en el aire con las manos. Al fin, capte la palabra Dracula, y entonces vi que la madre de Helen palidecia y se aferraba al borde de la mesa. Los dos nos pusimos de pie de un salto, y Helen le sirvio enseguida un vaso de agua de la jarra. Su madre dijo algo con voz rapida y ronca. Helen se volvio hacia mi.
– Dice que siempre supo que esto sucederia.
Me quede sin saber que hacer, pero la madre de Helen tomo unos sorbos de agua y parecio recobrarse un poco. Alzo la vista y despues, ante mi sorpresa, cogio mi mano como yo habia querido tomar la suya unos minutos antes y me llevo de nuevo hacia la silla. Sujeto mi mano con ternura, acariciandola como si calmara a un nino. Fui
