llamare manana por la noche.
Una babel de voces (ignoro si eran hungaras o turcas) nos interrumpio y ahogo sus siguientes palabras. Se oyeron mas chasquidos y despues la linea se corto. Colgue lentamente y me pregunte si debia volver a llamar, pero el empleado ya me estaba quitando el telefono con expresion preocupada y anotando lo que le debia en un trozo de papel.
Pague apesadumbrado y me quede inmovil un momento, pues no me apetecia subir a mi nueva habitacion, a la que me habian permitido llevar los utiles de afeitar y una camisa limpia. Me estaba desanimando a marchas forzadas. Habia sido un dia muy largo, y el reloj del vestibulo me informo de que eran casi las once.
Todavia me habria deprimido mas si un taxi no hubiera parado en aquel momento. Helen bajo y pago al conductor, y despues entro por la gran puerta. Aun no me habia visto junto al mostrador, pero su expresion era seria y reservada, con una intensa melancolia que ya habia observado alguna vez. Iba envuelta en un chal de lana aterciopelada negra y roja que yo nunca habia visto, tal vez regalo de su tia. Suavizaba las duras lineas de su vestido y hombros y dotaba de un resplandor blanco y luminoso a su piel, incluso bajo la aspera luz del vestibulo. Parecia una princesa, y la mire con descaro un momento antes de que ella me viera. No era tan solo su belleza, destacada por la suave lana y el angulo majestuoso de su barbilla, lo que me tenia encandilado. Estaba recordando una vez mas, con un estremecimiento de inquietud, el retrato que Turgut guardaba en su estudio: la orgullosa cabeza, la nariz larga y recta, los grandes ojos oscuros de espesas pestanas. Quiza se debia a que estaba muy cansado, me dije, y cuando Helen me vio y sonrio, la imagen desaparecio de mi mente.
43
Si no hubiera despertado a Barley, o si el hubiera estado solo, creo que habria cruzado dormido la frontera de Espana, para ser rudamente despertado por los oficiales de aduanas espanoles. Pero bajo tambaleante al anden de la estacion de Perpinan medio dormido, y fui yo quien pregunto el camino a la estacion de autobuses. El revisor de la chaqueta azul fruncio el ceno, como si pensara que a esas horas deberiamos estar en casa, pero fue lo bastante amable para localizar nuestras bolsas huerfanas detras del mostrador de la estacion. ?Adonde ibamos? Le dije que queriamos ir en autobus a Les Bains, y el hombre meneo la cabeza. Tendriamos que esperar hasta el dia siguiente, ?no me habia dado cuenta de que era casi medianoche? Habia un hotel limpio en aquella misma calle, donde yo y mi…
«hermano», me apresure a aclarar, encontrariamos habitacion. El revisor nos miro de arriba abajo, se fijo en mi tez morena y mi extrema juventud, supuse, y en el cuerpo larguirucho y rubio de Barley, pero se limito a chasquear la lengua y siguio su camino.
El dia amanecio mas claro y hermoso que el anterior, y cuando me reuni con Helen en el comedor del hotel para desayunar, mis presentimientos de la noche anterior eran ya un sueno lejano. El sol entraba a traves de las polvorientas ventanas y banaba los manteles blancos y las pesadas tazas de cafe. Helen estaba tomando notas en una pequena libreta.
– Buenos dias -dijo con afabilidad cuando me sente y me servi cafe-. ?Estas preparado para conocer a mi madre?
– No he pensado en otra cosa desde que llegamos a Budapest -confese-. ?Como vamos a ir alli?
– Su pueblo esta en una ruta de autobus que hay al norte de la ciudad. Solo hay un autobus de ida los domingos por la manana, de modo que no debemos perderlo. El viaje dura una
hora, a traves de unos suburbios muy aburridos.
Dudaba de que esa excursion pudiera aburrirme, pero no dije nada. De todos modos, algo seguia preocupandome.
– Helen, ?estas segura de que quieres que te acompane? Podrias hablar con ella a solas. Tal vez eso seria menos violento para ella que aparecer con un completo desconocido, un estadounidense ademas. ?Y si mi presencia le molesta?
– Es justo tu presencia lo que conseguira que hable con mas espontaneidad -replico Helen con firmeza-. Conmigo es muy reservada, ya lo sabes. La fascinaras.
– Bien, nunca me habian acusado de ser fascinante.
Me servi tres rebanadas de pan y un poco de mantequilla.
– No te preocupes. No lo eres. -Helen me dedico su sonrisa mas sardonica, pero crei captar un brillo de afecto en sus ojos-. Se que es facil fascinar a mi madre.
No anadio: «Si Rossi la fascino, ?por que tu no?» Pense que lo mejor era soslayar el tema.
– Supongo que le habras avisado de que vengo.
Me pregunte, mientras la miraba, si hablaria a su madre de la agresion del bibliotecario.
Llevaba el pequeno panuelo cenido con firmeza alrededor del cuello y me esforce en no mirarlo.
– Tia Eva le envio un mensaje anoche -dijo Helen con calma, y me paso las confituras. Despues de subir al autobus en el limite norte de la ciudad, el vehiculo serpenteo con parsimonia entre los suburbios, tal como Helen habia anunciado, primero bordeando barrios antiguos muy castigados por la guerra y luego un monton de edificios mas nuevos, que se alzaban altos y blancos como lapidas de gigantes. Este era el progreso comunista que, con frecuencia, se explicaba con hostilidad en Occidente, pense, amontonar a millones de personas de Europa del Este en rascacielos esterilizados. El autobus paro en algunos de esos complejos, y me pregunte hasta que punto estarian esterilizados. Alrededor de la base de cada uno se veian huertos caseros llenos de hierbas y hortalizas, flores de vivos colores y mariposas. En un banco que habia delante de un edificio, cerca de la estacion de autobuses, dos ancianos con camisa blanca y chaleco negro estaban jugando una partida en un tablero, pero la distancia me impidio ver a que jugaban. Varias mujeres subieron al autobus con blusas bordadas de alegres colores (?el atuendo dominical?), y una llevaba una jaula con una gallina viva dentro. El conductor acepto su presencia sin mas y su propietaria se acomodo en la parte posterior con una labor de punto.
Cuando dejamos atras los suburbios, el autobus se desvio por una carretera rural, donde vi campos fertiles y amplias carreteras polvorientas. A veces adelantabamos a una carreta tirada por un caballo (la carreta era como una cesta hecha con ramas de arbol), conducida por un granjero vestido con un sombrero de fieltro y chaleco. De vez en cuando veia algun automovil que, en Estados Unidos, habria estado en un museo. La tierra era de un verde precioso, limpia, y sauces de hojas amarillas se inclinaban sobre los arroyuelos que serpenteaban. De vez en cuando entrabamos en un pueblo. En ocasiones distinguia las cupulas en forma de cebolla de una iglesia ortodoxa entre los demas campanarios. Helen tambien se agacho para mirar por delante de mi.
– Si continuaramos por esta carretera, llegariamos a Esztergom, la primera capital de los reyes hungaros. Valdria la pena verla si tuvieramos tiempo.
– La proxima vez -menti-. ?Por que eligio tu madre vivir aqui?
– Se traslado cuando iba todavia al instituto, para estar cerca de las montanas. Yo no quise ir con ella. Me quede en Budapest con Eva. Nunca le ha gustado la ciudad. Dijo que los montes Borzsony, al norte de aqui, le recordaban Transilvania. Va alli todos los domingos con un club excursionista, excepto cuando ha nevado mucho.
Esto anadia una pieza mas al mosaico de la madre de Helen que yo estaba construyendo en mi mente.
– ?Por que no se fue a vivir a las montanas?
– Alli no hay trabajo. Casi toda la zona es parque nacional. Ademas, mi tia se lo habria prohibido, y puede ser muy severa. Ya cree que mi madre se ha aislado demasiado.
– ?Donde trabaja tu madre?
Vi una parada de autobus. La unica persona que esperaba era una anciana vestida de negro de pies a cabeza, con un panuelo negro en la cabeza y un ramo de flores rojas y rosas en una mano. No subio al autobus cuando freno, ni saludo a ninguno de los pasajeros que bajaron. Cuando nos alejamos, la vi siguiendonos con la mirada, sosteniendo su ramo.
– Trabaja en un centro cultural del pueblo, llena papeles, escribe a maquina y prepara cafe para los alcaldes de ciudades mas importantes cuando van de visita. Le he dicho que es un trabajo degradante para alguien de su inteligencia, pero siempre se encoge de hombros y sigue haciendolo. Mi madre se ha especializado en la sencillez. -Habia una nota de amargura en la voz de Helen, y me pregunte si pensaba que esa sencillez no solo habia
