oficinas, por lo que circulan varios juegos de llaves al mismo tiempo. Ademas estan los empleados de este consultorio.

– Tenemos una empleada para dar los turnos, una recepcionista y dos asistentes -dijo Catherine.

– Mas usted y el doctor Falco.

– Si.

– Bien, eso suma seis llaves mas que pudieron haberse perdido o prestado -fue la brusca reaccion de Rizzoli. A Catherine no le agradaba esta mujer, y se preguntaba si el sentimiento seria mutuo.

Rizzoli apunto en el consultorio.

– Esta bien, vamos a recorrer los cuartos, doctora Cordell, para ver si falta algo. Asegurese de no tocar nada, ?puede ser? Ni la puerta, ni las computadoras. Estamos buscando huellas digitales.

Catherine miro a Moore, que paso su reconfortante brazo por su hombro. Entraron en el consultorio.

Apenas paseo la vista por la sala de espera. Luego fue hacia el area de recepcion, donde trabajaba el personal administrativo. La computadora destinada a los turnos estaba encendida. La disquetera estaba vacia; el intruso no habia dejado disquetes tras el.

Con un boligrafo, Moore movio el mouse de la computadora para desactivar el protector de pantalla, y aparecio la pantalla de registro de AOL. «SawyDoc» todavia aparecia en la casilla «nombre seleccionado».

– ?Hay algo en este cuarto que le parezca distinto? -pregunto Rizzoli.

Catherine movio la cabeza.

– Bien. Vamos a su oficina.

El corazon comenzo a acelerarsele mientras caminaba por el pasillo y pasaba por las dos salas de consulta. Entro en su oficina. Instantaneamente su mirada apunto al techo. Dio un paso atras con la boca abierta, casi hasta chocar con Moore. El la sostuvo en sus brazos para devolverle el equilibrio.

– Alli es donde lo encontramos -dijo Rizzoli apuntando al estetoscopio que colgaba justo sobre la luz del techo-. Colgado de alli. Me imagino que no es el lugar en donde lo dejo.

Catherine movio la cabeza. Con la voz casi extinguida por la conmocion, dijo:

– Ha estado antes aqui.

Rizzoli le lanzo una mirada aguda.

– ?Cuando?

– En los ultimos dias. Habia cosas que faltaban. O que cambiaban de lugar.

– ?Que cosas?

– El estetoscopio. Mi uniforme

– Mira alrededor del cuarto -dijo Moore empujandola con suavidad-. ?Hay algo mas que haya cambiado?

Ella paseo la vista por los estantes de libros, por el escritorio y por el fichero. Era su espacio privado, y habia dispuesto cada cosa que habia alli. Sabia donde debian estar, y donde no.

– La computadora esta encendida -dijo-. Siempre la apago cuando me voy.

Rizzoli movio el mouse, y la pantalla de AOL aparecio con el apodo de Catherine, Ccord, en la casilla de registro.

– Asi es como consiguio su direccion de correo electronico -dijo Rizzoli-. Todo lo que tuvo que hacer fue encender la maquina.

Ella miro el teclado. «Has tocado estas teclas. Te has sentado en mi silla».

La voz de Moore la sobresalto.

– ?Falta algo? -pregunto-. Es posible que sea algo pequeno, algo muy personal.

– ?Como lo sabes?

– Es su patron.

«Asi fue con las otras mujeres, -penso. -Las otras victimas».

– Puede ser algo de ropa -dijo Moore-. Algo que solo tu utilices. Una joya. Un peine, un llavero.

– Oh, Dios. -Se inclino de golpe para abrir completamente el primer cajon del escritorio.

– ?Doctora Cordell! -dijo Rizzoli-. Le dije que no tocara nada.

Pero Catherine ya habia sumergido su mano en el cajon, revolviendo freneticamente entre los lapices y las lapiceras.

– No esta aqui.

– ?Que es lo que falta?

– Siempre guardo un juego de llaves extra en mi escritorio.

– ?Que llaves tiene en el?

– Una llave del auto. Otra de mi casillero del hospital… -Hizo una pausa, y sintio la garganta repentinamente seca-. Si ha revisado mi casillero durante el dia, debe de haber tenido acceso a mi cartera. -Miro a Moore-. Y a las llaves de mi casa.

Los tecnicos ya estaban aplicando polvo para huellas digitales cuando Moore volvio al consultorio.

– La pusiste en la cama, ?verdad? -dijo Rizzoli.

– Dormira en el cuarto de guardia. No quiero que regrese a su casa hasta que este segura.

– ?Vas a cambiar personalmente las cerraduras?

Moore fruncio el entrecejo al leer su expresion. No le gustaba lo que veia en ella.

– ?Tienes algun problema?

– Es una mujer atractiva.

«Se a donde apunta esto», penso liberando un suspiro de cansancio.

– Un poco danada. Un poco vulnerable -dijo Rizzoli-. ?Dios!, hace que un tipo quiera ir corriendo a protegerla.

– ?No es ese nuestro trabajo?

– ?Y consiste solamente en eso?

– No voy a hablar de este tema -dijo, y salio del consultorio.

Rizzoli lo siguio hasta el corredor como un bulldog pisandole los talones.

– Esta en el centro de este caso, Moore. No sabemos si nos esta diciendo toda la verdad. Por favor, dime que no te estas enamorando de ella.

– No estoy enamorado.

– No soy ciega.

– ?Y que ves exactamente?

– Veo la forma en que la miras. Veo la forma en que ella te mira. Veo a un policia perdiendo objetividad. -Se detuvo-. Un policia que va a salir herido.

De haber levantado el tono de voz, de haberlo dicho con hostilidad, le hubiera respondido de la misma forma. Pero habia pronunciado las ultimas palabras con calma, y no podia juntar el suficiente despecho como para devolverle el comentario.

– No le diria esto a cualquiera -dijo Rizzoli-. Pero creo que eres un buen tipo. Si fueras Crowe, o cualquier otro imbecil, le diria «seguro, ve a que te arranquen el corazon, me importa una mierda». Pero no quiero ver que eso te suceda a ti.

Se miraron por un momento. Y Moore sintio una punzada de verguenza al advertir que no podia ignorar las palabras directas de Rizzoli. No importaba lo mucho que admirara su mente agil, su incesante voluntad de ganar, el siempre se enfocaria primero en su cara mas que ordinaria y sus pantalones informes. En algun punto no era mejor que Darren Crowe, no era mejor que los idiotas que metian tampones en su botella de agua. No se merecia su admiracion.

Escucharon el sonido de una garganta que se aclaraba, y se volvieron para ver al perito en escenas del crimen parado en la puerta.

– No hay huellas -dijo-. Espolvoree ambas computadoras. Los teclados, los mouse, las disqueteras. Todo fue limpiado.

Sono el celular de Rizzoli. Mientras lo abria murmuro:

– ?Y que esperabamos? No estamos buscando a un retardado.

– ?Que hay de las puertas? -pregunto Moore.

– Hay huellas parciales -dijo el perito-. Pero con todo el movimiento que probablemente entra y sale de aqui -pacientes, empleados-, no lograremos identificar nada.

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