– Moore -dijo Rizzoli cerrando el celular con un chasquido-. Vamos.
– ?A donde?
– A la oficina central. Brody dice que tiene que mostrarnos el milagro de los pixeles.
– Abro el archivo de imagen desde el programa Photoshop -dijo Sean Brody-. El archivo ocupa tres megabytes, lo que nos facilitara muchos detalles. Este tipo no se maneja con fotos borrosas. Mando una imagen de calidad. Se pueden ver hasta las pestanas de la victima.
A sus veintitres anos, Brody era el genio cibernetico del Departamento de Policia de Boston. Un muchacho de cara palida que ahora se encorvaba frente a la pantalla de la computadora, la mano practicamente pegada al mouse. Moore, Rizzoli, Frost y Crowe estaban parados tras el, todos mirando por sobre su hombro al monitor. Brody tenia una risa irritante, igual a la de un chacal, y lanzaba pequenos grititos de entusiasmo mientras manipulaba la imagen en la pantalla.
– Esta es la foto completa -dijo Brody-. Victima atada a la cama, ojos abiertos, con poca resistencia al flash a juzgar por sus ojos rojos. Parece que tiene la boca tapada con tela adhesiva. Ahora vean, alli en el rincon izquierdo de la foto aparece el borde de una mesa de luz. Pueden ver un reloj despertador encima de dos libros. Aplico el zoom y… ?Pueden decirme la hora?
– Dos y veinte -dijo Rizzoli.
– Exacto. Ahora la pregunta es si de la manana o de la tarde. Vamos al extremo superior de la foto, donde se ve un rincon de la ventana. La cortina esta corrida, pero pueden ver un intersticio aqui, donde los bordes de la tela no se juntan. No hay luz filtrandose. Si ese reloj estaba en hora, esta foto fue tomada a las dos y veinte de la manana.
– Si, pero, ?de que dia? -dijo Rizzoli-. Pudo haber sido anoche o el ano pasado. Maldicion, ni siquiera sabemos si fue el Cirujano el que tomo esta foto.
Brody la miro ofendido.
– Todavia no termine.
– Esta bien, ?que mas?
– Deslicemos un poco mas la imagen. Observen la muneca derecha de la mujer. Esta tapada por la tela adhesiva. ?Pero ven ese bulto oscuro alli? ?Que suponen que es eso? -Apunto y apreto el boton del mouse. El detalle de la foto aparecio amplificado.
– Todavia no nos indica nada -dijo Crowe.
– Vamos a acercarnos mas aun. -Volvio a hacer clic con el mouse. El bulto oscuro adopto una forma reconocible.
– Jesus -dijo Rizzoli-. Parece un caballito. ?Es el brazalete de fantasia de Elena Ortiz!
Brody la miro con una mueca.
– ?Soy bueno o no?
– Es el -dijo Rizzoli-. Es el Cirujano.
– Volvamos a la mesa de luz -dijo Moore.
Brody retrocedio a la pantalla completa y movio la flecha hacia el rincon inferior.
– ?Que quieres ver?
– Tenemos el reloj que nos indica las dos y veinte. Y luego estan esos dos libros bajo el reloj. Vean sus lomos. El libro superior refleja la luz.
– Si.
– Tiene un forro de plastico que lo protege.
– Si… -dijo Brody, sin entender del todo a donde apuntaba Moore.
– Amplia el lomo del libro superior -dijo Moore-. Fijate si se puede leer el titulo del libro.
Brody apunto y le dio un clic.
– Parecen dos palabras -dijo Rizzoli-. Veo la palabra «el».
Brody volvio a ampliar acercando el zoom.
– La segunda palabra comienza con una «g» -dijo Moore-. Y vean esto. -Dio unos golpecitos a la pantalla-. ?Ven ese cuadradito en la base del lomo?
– ?Ya se a donde quieres llegar! -dijo Rizzoli excitada-. El titulo. Vamos. Necesitamos el maldito titulo.
Brody apunto y marco un clic mas.
Moore miro fijamente la pantalla, a la altura de la segunda palabra del lomo. Luego se volvio rapidamente en busca del telefono.
– ?Que me perdi? -pregunto Crowe.
– El titulo del libro es El gorrion -dijo Moore, marcando el numero de la operadora-. Y ese cuadradito en el lomo, apuesto a que es un numero de catalogo.
– Es un libro de biblioteca -dijo Rizzoli.
Una voz aparecio en la linea.
– Operadora.
– Habla el detective Moore, del Departamento de Policia de Boston. Necesito un contacto de emergencia con la Biblioteca Publica de Boston.
– Jesuitas en el espacio -dijo Frost desde el asiento de atras-. De eso trata el libro.
Bajaban por la calle Center, Moore al volante, con las sirenas encendidas. Dos patrulleros iban delante de ellos.
– Mi mujer pertenece a un circulo de lectores, ?saben? -dijo Frost-. Recuerdo que me hablo de El gorrion.
– ?Asi que es ciencia ficcion? -pregunto Rizzoli.
– No, es una de esas cosas de religion profunda. ?Cual es la naturaleza de Dios? Ese tipo de material.
– Entonces no necesito leerlo -dijo Rizzoli-. Conozco todas las respuestas. Soy catolica.
Moore vio la calle que cortaba y dijo:
– Estamos cerca.
La direccion que buscaban era en Jamaica Plain, un barrio al oeste de Boston, situado entre Franklin Park y la zona limitrofe de Brookline. El nombre de la mujer era Nina Peyton. Una semana atras se habia llevado un ejemplar de El gorrion de la sede de Jamaica Plain. De todos los socios del area de Boston que habian sacado ejemplares del libro, Nina Peyton habia sido la unica en no atender el telefono a las dos de la manana.
– Aqui estamos -dijo Moore, mientras el patrullero que tenian delante doblaba por la calle Eliot. Lo siguio una cuadra mas y freno tras el.
Las luces del patrullero lanzaban surrealistas relampagos azules hacia la noche mientras Moore, Rizzoli y Frost se acercaban a la galeria principal de la casa. Una luz mortecina resplandecia dentro.
Moore miro a Frost, que asintio y rodeo la casa hasta la puerta trasera.
Rizzoli golpeo la puerta principal mientras gritaba:
– ?Policia!
Esperaron unos segundos.
Rizzoli volvio a golpear, esta vez mas fuerte.
– Senorita Peyton, es la policia. ?Abra la puerta!
Se produjo otra pausa de tres segundos. De repente la voz de Frost chillo en sus radios.
– Hay un panel de vidrio roto en esta ventana.
Moore y Rizzoli intercambiaron miradas, y sin decir una palabra tomaron la decision.
Con la culata de su linterna, Moore rompio el panel de vidrio proximo a la puerta principal, metio el brazo dentro y destrabo el pasador de la puerta. Rizzoli fue la primera en entrar en la casa, moviendose casi a gatas, el arma trazando un arco. Moore iba tras ella, con la adrenalina al maximo mientras registraba una rapida sucesion de imagenes. Piso de madera. Un ropero abierto. Cocina al frente, living a la derecha. Una sola lampara brillaba sobre una mesita.
– El dormitorio -dijo Rizzoli.
– Vamos.
Llegaron al pasillo, Rizzoli delante, su cabeza moviendose a izquierda y derecha mientras pasaban por el bano y un cuarto de huespedes, ambos vacios. La puerta al final del pasillo estaba apenas entreabierta; no podian ver